27 ago 2014

Diferencia entre ser culto y ser inteligente

EL CONFLICTO ENTRE CULTURA E INTELIGENCIA PERSISTE. SIN EMBARGO, LA OBRA Y AUN LA VIDA DE SAMUEL BECKETT PODRÍAN AYUDARNOS A RESOLVERLO


“Ser culto” y “ser inteligente” se consideran estados distintos del intelecto. Uno se refiere a la “cultura” que posee una persona y el otro tiene connotaciones un tanto más científicas, como una característica casi fisiológica que puede medirse y cuantificarse.
Así, alguien es culto por los libros que ha leído y recuerda, por la calidad de su vocabulario, por las películas que ha visto e incluso por los viajes que ha realizado. Culto es aquel que se ha cultivado, como un campo, para obtener para sí los mejores frutos de la civilización. Desde una perspectiva en la que se combinan los proyectos más ambiciosos de Occidente —de los valores de la antigüedad clásica al humanismo del Renacimiento, el cristianismo y la Ilustración—, una persona culta también es compasiva, empática, solidaria, amable y quizá hasta sabia. En pocas palabras, hay toda una corriente de pensamiento que ha defendido que el ser humano se vuelve tal sólo gracias a la cultura.
La inteligencia, por otro lado, se ha pensado y estudiado sobre todo como una cualidad inherente al hombre como especie. Nuestra inteligencia es resultado de la evolución y, por lo mismo, todos los individuos la tienen. Desde un punto de vista científico, la inteligencia explica que seamos capaces de leer o ver una película, pero también sumar o restar cantidades, y que podamos manejar un automóvil o atrapar una pelota.
Curiosamente, por razones que no son del todo claras pero quizá se expliquen por el clasismo de ciertas sociedades, en ciertas circunstancias la cultura y la inteligencia pueden aparecer enfrentadas. Dado que la cultura se convirtió en un bien asociado a las clases privilegiadas —la nobleza o la burguesía, por ejemplo—, también se ha utilizado como una suerte de discriminador, una forma de distinguir entre una persona que tuvo acceso a dicha cultura —a ciertos libros, ciertas escuelas, ciertos viajes— y otra que no. Cuando la cultura se usa de esa manera, es previsible que se convierta en una categoría deleznable.
De ahí que surja entonces el “ser inteligente” como una especie de defensa: quizá no todos seamos cultos, pero indudablemente todos somos inteligentes. Para algunos no tener cultura se compensa con el hecho de, por ejemplo, poder resolver problemas con facilidad, o vivir con sencillez, sin crearse esos laberintos absurdos en los que a veces se mete la gente culta.
Sólo que ninguna categoría es mejor que otra. Desafortunadamente, es cierto que tanto la cultura como la inteligencia están relacionadas con la desigualdad inevitable del sistema de producción hegemónico. La desnutrición, por ejemplo, tiene efectos sobre el desarrollo cognitivo de un niño, y sabemos bien que hay sociedades más desnutridas que otras. Igualmente la cultura, a pesar de todos sus sueños humanistas, se ha convertido en un producto de consumo, lo cual provoca que surja y se destine a personas que puedan adquirirla.beckett-godot
Quizá por eso hay un punto en el que ser inteligente parezca más atractivo que ser culto. ¿Para qué cultivarse, si la cultura también sirve para humillar y diferenciar? ¿Para qué cultivarse si, con eso, también se alimenta esa maquinaria despiadada de producción-consumo-deshecho? Conflictos en donde la cultura está involucrada y, por eso mismo, no parece probable que sea un camino para solucionarlos.
¿Y la inteligencia? Quizá ahí se encuentren otras posibilidades. A pesar del dicho de Proust —“Cada día atribuyo menos valor a la inteligencia”—, quizá la inteligencia sea ese salvoconducto que nos lleve fuera de las posturas falsas y los simulacros de la cultura contemporánea.
A propósito de este asunto, Nicholas Lezard publicó en The Guardian un artículo en que habla de la diferencia entre la inteligencia y la intelectualidad a partir de Esperando a Godot, la célebre pieza de Samuel Beckett. Como sabemos, Esperando a Godot se considera uno de los mejores usos del absurdo dentro de la literatura, una obra revolucionaria tanto estética como culturalmente, pues retrató con frialdad el extremo del nihilismo al que había llegado la civilización europea del siglo XX.
Lezard recuerda la atracción que de inmediato sintió por Esperando a Godot, un ambiente que a pesar de su parquedad —o quizá debido a esta— de inmediato lo hizo sentir bien recibido, acaso no del todo cómodo pero sí en un territorio no del todo desconocido. “Desde la primera página estaba hipnotizado, sorprendido”, escribe Lezard, a quien la extrañeza de los diálogos beckettianos, simples y no tan simples al mismo tiempo, lo condujo a un territorio que imprevisiblemente no era del todo desconocido.
En breve, estaba enganchado. Ahí tenía a un autor que era irreverente, escatólógico y sin embargo profundo; alguien completamente desinteresado en las convenciones de la literatura y sin embargo capaz, justo por medio del lenguaje, de mantener nuestra atención a pesar de que nada esté sucediendo. […] Y conforme descubrí detalles de su vida, primero por la biografía semi-autorizada de Deirdre Bair, me di cuenta de que no sólo su trabajo era ejemplar, sino también su vida. Ahí estaba alguien que se había purgado a sí mismo de vanidad, tanto la suya como la del mundo; un hombre de una integridad intachable, tanto en su obra como en su vida.
Con estos antecedentes, Lezard acepta que Beckett sea considerado un autor “intelectual”; “pero sospecho que es porque muchas personas no conocen la diferencia entre ser inteligente y ser intelectual”. ¿Y cuál es esa diferencia? Dice Lezard:
Más tarde descubrí que Beckett era, de hecho, furiosamente intelectual, pero que había dejado atrás la academia, aborrecido la oscuridad de la jerga y ciertamente no era el tipo de intelectual de posición a quien las televisoras piden su opinión.
Un guiño de inteligencia por parte de Beckett, parece decirnos Lizard. El gesto de tributar la cultura a la autenticidad para aceptar así que, a lo sumo, podremos responder dos o tres preguntas en la vida, poco más o poco menos, y será suficiente, y será más auténtico que todas esas preguntas que dicen responder las personas cultas y los intelectuales.

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26 ago 2014

Seres de luz

El artista japonés Mihoko Ogaki crea increíble instalaciones luminosas con diodo emisor de luz, tecnología lumínica más comúnmente conocida como LED. Sus figuras antropomorfas desprenden un sin fin de destellos y crean una atmósfera envolvente de partículas que brillan, como estrellas, e invitan al recogimiento y a la más profunda meditación.
Mihoko Okaki recrea el cosmos en una habitación oscura, a partir de una figura humana en actitud de meditación o relajación.
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Video
 




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El mito del 10 por ciento

Cuando alguien me dice que solo usamos el 10 % del cerebro, me quedo mirándole fijamente y le digo… En tu caso, es probable.




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La última generación que conociò la vida antes de internet

EN SU LIBRO “THE END OF ABSENCE“, MICHAEL HARRIS NOS HABLA DE LOS CAMBIOS COGNITIVOS QUE IMPLICA PASAR AL MUNDO DE LA CONECTIVIDAD

Michael Harris
  Michael Harris  
Impresionados por todo lo que la tecnología nos está dando, a veces olvidamos preguntarnos qué es lo que nos está quitando. A los puristas les fascina culpar a internet de todo, desde hacernos más tontos hasta ser el arma perfecta de las dictaduras. Pero, como bien señala Michael Harris siguiendo las observaciones de Melvin Kranzberg, “la tecnología no es buena o mala. Lo más que podemos decir acerca de ella es esto: que ha llegado y es parte nuestra”.
Harris, autor de The End of Absence: Reclaiming What We’ve Lost in a World of Constant Connection, escribe sobre cómo la tecnología afecta a la sociedad, siguiendo los pasos de Nicholas Carr y su crítica en The Shallows. Sin embargo, su acercamiento es distinto; en lugar de centrarse en los efectos de la conectividad busca entender qué pasará con los jóvenes que nunca conocieron el mundo sin internet. Si naciste antes de 1985 sabes qué es vivir sin internet, transitaste la frontera hacia la era de la superconectividad. Somos la última generación en la historia que vivirá sin internet, “los últimos en hablar ambos lenguajes”, “los traductores del antes y el después”.
Como muchos, lo primero que hace Harris en la mañana es sentir esa combinación de ansiedad y sorpresa por checar su correo en su teléfono. “En lugar de preguntarte ‘¿Qué debo hacer?’, te preguntas ‘¿Qué he perdido?’”. Pero el problema no es internet mismo, sino cómo nuestra personalidad se engancha a él.
Como parte del trabajo del libro, Harris decidió pasar un mes desconectado. No es que haya tenido una epifanía, pero pudo tener una perspectiva diferente de su vida interior. El problema es que “cuando estas en medio de algo, eres incapaz de verlo apropiadamente”.
¿Recuerdas cómo era tu vida antes de internet?

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25 ago 2014

El archipiélago de lo informal

“Perdón, dijo Yuan Hien, ser pobre es carecer de bienes, pero ser miserable es no poder poner en práctica el propio saber. Yo soy pobre pero no miserable”.

Chang-Seu
Los náufragos del desarrollo, aquellos cuya integración no es factible en el modelo económico-productivo, no están en condiciones de comprar cualquier cosa. Se ven ‘condenados’ a hacerla. Su supervivencia depende de su maña.

Existen , multitud de agentes sociales dentro de los sectores explotados y marginados de la población, cuya ubicación dentro del entramado social no se puede realizar atendiendo a la categoría de trabajo –o actividad productiva-, sencillamente porque están al margen de ella. El desarrollo de estas actividades informales están presentes en todo el mundo: en los suburbios de las megalópolis, en las chábolas del tercer mundo o llamados paìses en vìa de desarrollo, en las reservas donde sobreviven especies humanas en vías de extinción...

Existe una pluralidad de personas, en situaciones distintas, a los que el presente orden social explota, margina y reprime. Y todos ellos están atravesados por una diferencia fundamental, constituyente de la especie humana, que es la existencia de dos sexos –entre los cuales se establecen relaciones de dominación/dependencia- . Se consolidan comportamientos de género que traspasan barreras de clase, cultura, etnia...Lo cual hace que se plantee la necesidad de que la mujer, dentro de los diversos sujetos colectivos, pase a constituirse como sujeto propio.

Los vencidos por la modernidad han demostrado que la solidaridad es una forma auténtica de riqueza. Los pobres son mucho más ricos de lo que se dice y de lo que ellos mismos creen. La increíble alegría de vivir que sorprende a muchos observadores de los suburbios africanos es menos engañosa que las deprimentes evaluaciones objetivas de los aparatos estadísticos que no incluyen más que la versión occidental de la riqueza y la pobreza. Lo informal tal vez permita desarrollar una sociedad distinta desde la regeneración de los viejos lazos de reciprocidad y solidaridad.

Para saber más: El planeta de los náufragos. Serge Latouche. 1991.

Para saber más: La explosión del desorden. Ramón Fernández Durán. 1993.



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Nueve planetas en uno [IMAGEN]

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"Planetary Suite" es un cuadro del artista Steve Gildea en el que juega a mezclar el aspecto de los diferentes planetas del sistema solar en una sola esfera (incluido Plutón).  -Descubro la imagen vía Reddit donde también comenta que se puede comprar. Me encanta :)



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22 ago 2014

La máquina para pesar los pensamientos

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Si los apuntes de Leonardo da Vinci sobre máquinas voladoras se consideran un precedente del aeroplano de los hermanos Wright, los trabajos del médico italiano Angelo Mosso bien podrían ser el antepasado más directo de las modernas máquinas para escanear el cerebro. Hace apenas un par de años, el neurocientífico Stefano Sandrone, del King's College de Londres, encontró los manuscritos perdidos de este médico italiano y entre ellos los dibujos en los que describe la "balanza de la circulación humana", el dispositivo que construyó en 1882 y con el que pretendía comprobar si determinadas tareas mentales requerían una mayor circulación de la sangre y la balanza, por tanto, se inclinaba por el peso del cerebro.

(Next)


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Profesiones a extinguir


“Niños-problema de matices siempre nuevos eran descubiertos entre los pobres, conforme los asistentes sociales iban aprendiendo a marcar a sus papás y a tipificar las necesidades de los mismos. Se empleó el sustantivo necesidad como forraje para alimentar y engordar a las profesiones y conferirlas el supremo dominio. La pobreza fue modernizada. El pobre pasó a ser el necesitado. Durante la segunda mitad de mí vida, ser necesitado se volvió algo respetable. Las necesidades computables e imputables le hacían a uno ascender por la escala social. Tener necesidades dejó de ser un signo de pobreza”

“Sólo sí comprendemos de qué forma la dependencia de medios institucionalizados ha legitimado necesidades, las ha acuñado con urgencia y las ha exasperado, al mismo tiempo que destruía nuestra capacidad de arreglárnoslas por nuestra propia cuenta, podrá ser evitada una nueva era oscurantista, una era en la que una autoindulgencia masturbadora podría ser la más segura declaración de independencia. Sólo si la intensidad mercantil de nuestra cultura es denunciada sistemáticamente como la fuente de nuestras frustraciones más profundas, se pondrá coto a la actual perversión de la investigación, la preocupación ecológica y la misma lucha de clases. En el presente estas actividades están principalmente al servicio de una mayor esclavitud del pueblo respecto de las instituciones”. 


(Extracto de“Profesiones inahabilitantes”, de Ivan Illich)

Autocrìtica


¿Es posible la existencia de un blog macropesimista, vale decir, centrado en aquellos aspectos negativos de la sociedad que podemos analizar pero apenas cambiar, y al mismo tiempo microoptimista, es decir, que dé cabida asimismo a aquellos aspectos de nuestras vidas individuales que por el contrario sí podemos y debemos potenciar, desde el simple acto de hablar entre nosotros con alegría y generosidad hasta practicar y proponer modos de vida alternativos? Sin duda es posible, o tiene que serlo, aunque no sea lo más habitual. Véanse si no algunos blogs que seguimos, o este mismo, sin ir más lejos. ¿Todo ese pesimismo racional es inevitable, lo normal si tenemos en cuenta el pésimo estado del mundo, parafraseando a Saramago, o es también el resultado personal de haber perdido o, cuando menos, de no haber sabido reflejar en nuestros escritos la alegría de vivir y la inocencia de cuando éramos pequeños? ¿Cuántos autores o lectores de blogs como este estarán padeciendo o habrán padecido recientemente algún cuadro moderado de depresión y/o ansiedad, habitual ya en dos de cada diez personas, en parte como consecuencia de nuestro pesimismo mal dirigido?

El pesimismo mal dirigido (o micropesimismo, esto es, la pérdida de esperanza e ilusión en nosotros mismos, en lo pequeño y cotidiano) puede ser tan pernicioso como el optimismo mal dirigido (o macrooptimismo, es decir, seguir esperándolo casi todo de aquellas personas e instituciones que por sus roles sociales y tamaño solo pueden agravar la situación). ¿Hasta qué punto un escritor o una escritora son responsables del estado de quietud e inquietud que puedan estar causando en sus lectores? Tal vez sea posible ser una persona activa y optimista en la «vida real» y pesimista en la vida virtual, pero ¿no estarán como algunos blogs, que generalmente administrados por hombres de mediana edad, sobrerrepresentando el lado pasivo y analítico de la vida en detrimento de su lado proactivo y sintético, y por lo tanto conduciendo a algunos de nuestros congéneres a un grado cada vez más alto de alienación e infelicidad? Ojalá me equivoque («cree el ladrón que todos son de su condición»), pero por si acaso, valga este post, al menos en la intención, para sacar a la luz los posibles sesgos de un servidor, los cuales podrían estar ocultándonos otros enfoques complementarios, así como para ir construyendo poco a poco un blog más realista en todos los sentidos, con los mismos intereses que hasta ahora pero sin olvidar que todo esto no son más que palabras y que lo que de verdad importa somos tú, yo, nuestros allegados y los que áun están por llegar. Las ideas deben estar para servir a las personas, y no al revés.

El precio que pagamos por asumir los poderes de la tecnología es la alienación, un peaje que puede salirnos particularmente caro en el caso de nuestras tecnologías intelectuales. 
(vía)

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17 ago 2014

Así nos ve el Sol

Solo hay que poner a la gente ante su propia imagen en ultravioleta para que se dé cuenta de lo importante que es usar protección solar. Especialmente cuanto más clara es la piel, por supuesto. La música, estupenda, es 'Summer in the City - Starcadian remix', de Freedom Fry.


Vía Metafilter.

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13 ago 2014

Historia y orígenes del “Ojo que todo lo ve”: mucho más que el símbolo Illuminati

EL SÍMBOLO APARECE EN PLAYERAS, TAZAS Y POR TODO INTERNET: PERO LOS ORÍGENES DEL “OJO QUE TODO LO VE“ VAN MUCHO MÁS ATRÁS EN EL TIEMPO QUE EL BILLETE DE UN DÓLAR, Y HA FORMADO PARTE DE LA ICONOGRAFÍA DE TODAS LAS RELIGIONES.

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El “Ojo que todo lo ve” ha impregnado desde hace muchos años la cultura popular como un símbolo que remite inevitablemente a los Illuminati, la supuesta secta secreta que controla las vidas y destinos de los seres humanos a través de sus conexiones políticas, económicas y culturales.
Pero la historia de este signo se remonta mucho más atrás en el tiempo. El investigador David Percival ha trazado una minuciosa historia de los orígenes de este símbolo, el cual, como muchos otros (la cruz, sin ir más lejos) ha sufrido cambios históricos importantes en cuanto a su sentido iniciático original –significados que muchas veces invierten las doctrinas de quienes le otorgaron poder.
Y es que, aunque no seamos creyentes de las numerosas religiones y disciplinas esotéricas que componen la vida espiritual de nuestro planeta, lo cierto es que la fe otorga relevancia a ciertos símbolos por encima de otros. El “Ojo que todo lo ve”, sin ir más lejos, es hoy una especie de recordatorio del poder de la élite financiera a través de su impresión masiva en los billetes de un dólar; pero su primera aparición se remonta a mucho tiempo antes de la existencia de los billetes verdes.
Hinduismo
El Rigveda (uno de los más antiguos textos de la humanidad, que data del año 3000 a. n. e.) hace referencia al Sol y otras deidades “oculares” a través de la mirada.
Shiva tiene tres ojos, el tercero en mitad de la frente, en referencia a un conocimiento ilimitado, que destruiría todo lo que viera cuando se abra.
Sin embargo, el ojo de Shiva también está ligado a la sabiduría divina, que arrasa con el mal y la ignorancia.
Budismo
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Para el budismo, Buda es “el Ojo del Mundo”, y la iconografía de los textos y templos de Nepal suele presentar el símbolo de un ser que mira hacia el frente con un ojo de oro en el centro de la frente (otra referencia al tercer ojo).
Las estatuas de Buda en toda Asia también lo muestran con esta tercera mirada iluminada, símbolo del despertar final.
Egipto Antiguo
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Egipto tiene el Ojo de Horus (también conocido como el Ojo de Ra), el cual también está ligado a las deidades solares. Se decía que el ojo izquierdo de Horus es la Luna y el derecho es el Sol.
Según una interpretación más moderna, el Ojo de Horus sería una especie de mapa de la corteza cerebral, con el tálamo y las glándulas pineal y pituitaria representadas por las aristas, cejas y pestañas del ojo.
Medio Oriente
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En el judaísmo y otras religiones de Medio Oriente, el Ojo que todo lo ve aparece en la forma de un símbolo llamado Hamsa, Khamsa o Hamesh. Se trata de un ojo en la palma de una mano, que suele colocarse en casas o llevarse como amuleto de protección contra el “mal de ojo” (enfermedades provocadas por la envidia del ojo de los enemigos.)
Sus orígenes se remontan a Mesopotamia, donde la mano de Ishtar era un poderoso signo de protección divina. También se le conoce como “la mano de Fátima” en el Islam. En Grecia y Turquía existe un símbolo similar, el Nazar, usualmente sin la mano: se trata de círculos concéntricos azules y blancos de vidrio que dan la apariencia de un ojo.
 Cristianismo
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Para el cristianismo, el Ojo que todo lo ve es “el Ojo de la Providencia”, y apareció en el siglo XVI. El ojo se encuentra dentro de un triángulo, representando la ubicuidad de la Santísima Trinidad, así como la omnipresencia divina y su vigilancia constante sobre su creación.
Representaciones del Ojo de la Providencia como la de la Iglesia de San Juan Bautista en Alsacia, Francia (1763) parecen estar relacionadas con la fundación de los Illuminati bávaros en 1776; la influencia masónica y su gusto por la geometría sagrada podría aportar otra relación interesante.
Cultura popular y teorías de conspiración
El Ojo que todo lo ve ha sido interpretado en tiempos recientes como un eufemismo para referirse a la vigilancia global, promovida especialmente por el gobierno de Estados Unidos a través de la CIA, y más recientemente por el proyecto PRISM.
El símbolo aparece sugerido en la portada de uno de los más recientes álbumes del músico y virtuoso John Zorn, Psychomagic.

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12 ago 2014

Tu mente en un ‘chip’


Todo el mundo se equivoca, pero la cantidad y magnitud de los desaciertos que los filósofos han enunciado sobre la mente merecen una capitular en la historia universal de la confusión. Algunos han sostenido que la mente es una propiedad universal de la materia, lo que parece contradecir el comportamiento de las piedras, verdaderamente incalificable según estos estándares. Otros discuten que el pensamiento exista, y aducen que, si no existe, no hay mente que valga. Cierto sin duda, pero ¿no les vale la teoría de la relatividad de Einstein como evidencia de que el pensamiento existe?

Otros discrepan sobre si la mente se deriva de la percepción sensorial o si es independiente del mundo externo, sin reparar en que no hay contradicción entre esas dos teorías, en que ambas son ciertas al mismo tiempo. Por otro lado, si el conocimiento se deriva de los sentidos, en todo o en parte, llegaríamos a la conclusión de que los animales tendrían algún tipo de conocimiento, idea cuya mera enunciación suele irritar a los pensadores hasta el sonrojo y la erección del cabello. El hecho de que los humanos compartamos casi todas las estructuras cerebrales con las ratas, y las más fundamentales incluso con las moscas, parece dejar helado al grueso de la intelectualidad, por alguna razón que nadie ha sido capaz de explicar hasta ahora de forma convincente, ni de ninguna otra forma.
Créanme, amigos filósofos, yo comprendo su renuencia —son ustedes herederos del dualismo de Descartes—, pero les conmino a deponerla en nombre de la razón práctica. Y si no les vale ese argumento, tengo otros. Consideren, por ejemplo, el Big Bang, lo más parecido a un acto de Creación que ha emergido de la física, ¡y encima formulado por un cura!
El Big Bang implica que todo lo que existe viene de una sopa de quarksy fotones, y que por tanto nuestra mente debe provenir de objetos más simples, como mentes de mono y de rata, circuitos, neuronas, sinapsis, genes y moléculas demasiado simples como para tener un propósito. La mente es un producto de la evolución biológica, una cosa que actúa sobre los genes y las células. No hay espacio para la mística. La mente es un objeto físico, un trozo del cuerpo, que se construye según los mismos principios que el resto del cuerpo, activando o reprimiendo genes en respuesta a lo que hacen las células vecinas y otros factores del entorno
El prodigioso equipo científico de IBM, con sede en Almaden (San José, California) y Austin, Texas, acaba de diseñar y producir un chip (el núcleo lógico de cualquier ordenador, tableta o teléfono actual) inspirado en la arquitectura del cerebro. El chip mental ha demostrado ya su pericia en tareas sofisticadas en las que hasta ahora los humanos superábamos a las máquinas, como el reconocimiento visual complejo. Y lo hace como el cerebro, con eficacia, simplicidad y consumiendo una mínima energía.
Si el cerebro es un objeto físico, algún chip podrá emularlo tarde o temprano. Permanezcamos atentos.

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El cerebro juzga las caras incluso ¡antes de verlas!



De la importancia de las caras para nuestro cerebro ya hemos hablado muchas veces en Neurolab. Somos buenos reconocedores de rostros y no solo podemos distinguir una cara en medio de otros patrones visuales, sino que distinguimos la carga emocional de un gesto con poquísimas pistas. Pero lo que acaba de confirmar un equipo de investigadores de la Universidad de Nueva York es todavía más impresionante: nuestro cerebro es capaz de juzgar el nivel de confianza que merece una cara antes incluso de que esa información pase a nivel consciente.


(Neurolab)

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8 ago 2014

Querer no es poder

La imagen es recurrente en la autoayuda, la magia y la política: el deseo intenso, sincero, profundo por lograr algo es lo único que se necesita para que se haga realidad.
En Peter Pan, "podemos volar" se convierte en la clave mágica que, repetida con todo el corazón, hace que los niños del cuento puedan volar.

El secreto y otros libros basan todo su discurso en que el deseo humano, por sí mismo, sin necesidad de convertirse en acción, sin esfuerzo, trabajo y el riesgo de fracasar, puede lograr que el lector consiga cuanto anhela su corazón.

"Los obstáculos", repiten los gurús (y no sólo los gurús), sólo están en nuestra cabeza, en nuestro espíritu, en nuestra actitud incorrecta ante el mundo. (Se sigue, por cierto, que todo cuanto nos pasa es culpa nuestra, no hay un contexto externo digno de ser tenido en cuenta.)

El esclavo, en esta concepción del mundo, lo es porque no quiere ser libre. O no lo quiere con la suficiente intensidad o sinceridad o profundidad. Lo cual es una comodidad increíble para el esclavista.

Algunos grupos esotéricos, religiosos o de "control mental" llegan a prometer a sus clientes que si paga  el número suficiente de sesiones de indoctrinación, obviedades y zarandajas, podrá hacer aparecer una plaza para dejar el auto a la hora pico en el centro de una bulliciosa ciudad porque habrá aprendido a creerlo como debe hacerlo.

Recientemente, un  partido de nuevo cuño ha reivindicado el deseo (que en la neolengua de los políticos se llama "voluntad política") como mecanismo de cambiar el mundo. Entre otros varios ejemplos, uno de sus líderes explicaba que la edad de jubilación se fijaba sólo en términos de "voluntad política" y que los anteriores gobiernos no han ofrecido la jubilación a los 60 años (tremendo caramelo, sobre todo para quienes tienen trabajos poco gratificantes, agotadores y peligrosos) porque no han querido, mientas que la formación que él capitanea sí estaba decidida a decretar la jubilación a los 60. Cuando se le preguntó cómo se manejaría el tema económicamente, cuánto costaría y quién lo pagaría, su respuesta fue que eso no importaba porque "los técnicos" sabrían cómo hacerlo si ellos en el gobierno lo legislaban así. Lo cual es un poco como legislar que las abejas no pueden volar sobre una ciudad, como se ha hecho en  la ciudad de Kirkland, Illinois, al parecer con escaso éxito.

¿Por qué no se curan el ébola, la malaria, el cáncer, el sida, la diabetes, el hambre, la pobreza y la injusticia, entre otros males? No es que haya limitaciones físicas, realidades tozudas, escasez de recursos, imposibilidades materiales... es que los gobiernos, los ricos, los poderosos "no quieren".

(Por supuesto que hay cosas que no se hacen porque no conviene o no se quiere, pero ésas son identificables y demandables, en su contexto y con los datos pertinentes. No se trata de exculpar a nadie que tenga responsabilidades, pero sí de no distribuir culpas colectivas por pereza de entender que el mundo es complejo.)

Por ejemplo, en cuanto se aplicó u suero experimental a dos estadounidenses infectados de ébola como medida desesperada (y criticable y criticada por los riesgos), los conspiranoicos saltaron diciendo que la gente estaba muriendo en África porque los malvados de siempre "no querían" salvarlos.

La realidad, por supuesto, no es así, y es exquisitamente compleja, como lo saben quienes saben o quieren informarse, como nos lo cuenta Andrés Rodríguez-Seijo brillantemente en su blog Ciencias y cosas.


La magia (y la religión como una de las formas más sofisticadas de la magia) tiene precisamente como una de sus características que pretende que la voluntad humana (como la voluntad superior o "iluminada" del chamán) baste para efectuar cambios trascendentes y relevantes en el universo. El pensamiento mágico, en su estremecedora simpleza, pretende que las relaciones causales que conocemos y cuya operación podemos confirmar cotidianamente, son ilusorias y caprichosas. De ahí su rechazo a la ciencia y al pensamiento materialista y naturalista. Para mantener la ilusión y el negocio, en proporciones variables, debe creer que querer es poder.

La tozuda realidad nos dice que no es así, por supuesto. Para volar hay que querer volar (aunque todos conocemos a personas que no quieren volar y abordan los aviones pálidos, desencajados y con la boca seca como estopa... Y vuelan). Pero además de querer hay que observar como Leonardo: experimentar, romperse algún hueso, desarrollar el motor a explosión y ser expertos en bicicletas. Al menos así lo hicieron los hermanos Wright.

Cuando creemos en las soluciones fáciles que nos ofrecen los que aseguran que querer es poder estamos renunciando parcialmente a nuestra madurez, a nuestra razón, a nuestro conocimiento del mundo, como los niños de Peter Pan que creen que para volar basta querer hacerlo. Aunque nuestra racionalidad nos diga que si saltamos por esa ventana, nuestro futuro está abajo, no surcando el viento.

Ya serán los gurús, los chamanes, los de la autoayuda, los demagogos y los manipuladores los que, mientras caemos, con nuestro dinero se compren un billete de avión para volar con certeza.



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5 ago 2014

Los logos de los grandes científicos

Si los tuvieran, claro.


Lo vi en Science Visualized. Su origen, según dicen allí.



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¿Fe o Razón?

Los dogmas religiosos casi me han obligado (obligado mismo) a que crea a ciegas que muchos acontecimientos relatados en la Biblia son ciertos sin que intervenga para nada el uso de la razón para su discernimiento. Son dogmas de fe, me dicen, por lo tanto, debo creerlos y aceptarlos aunque mi razón y el conocimiento me indiquen otra cosa. Sin entrar en profundidades filosóficas o teológicas, quisiera realizar algunas reflexiones sobre algunos dogmas que requieren de cierto conocimiento para que los mismos tengan el carácter de tales, es decir de dogmas religiosos.

Veamos:
La religión me obliga a creer que Dios creó los cielos y la tierra. Y no solo en el estado natural de hace miles o millones de años, cuando los seres vivientes aparecieron en la Tierra, sino tal como se la ve hoy en día; en otras palabras, me dicen que Dios ha creado a la Tierra tal como se presenta ahora, con sus mares, sus ríos, sus montañas, su vegetación, sus flores, su fauna, etc.
Pero el conocimiento nacido de la investigación nos da cuenta de que el mundo que conocemos es muy diferente del de hace millones de años. La geología de las montañas ha variado por diversos factores, ya sea climatológicos, ambientales, sismológicos, etc. y hasta por el paso del tiempo. El suelo que pisamos no es el mismo. El aire que respiramos tampoco. El agua que bebemos ya no es igual. Todo se ha modificado por diferentes factores y el ser humano mucho ha tenido que ver en ese cambio.
Algunos pueden decirme que la constitución interna y hasta el color de una flor no han cambiado y que la vegetación tiene el mismo ciclo natural… Puede ser, pero la que la tenemos ¿fue la de hace millones de años? Hasta el propio ser humano ha sufrido mutaciones en su evoluciòn, fisiología, anatomía y en su físico. Y ni pensar en su aspecto mental.
Los continentes no son iguales: la erosión, los cambios climáticos, las inundaciones, y la contaminación del medio han variado sus formas y su constitución geológica.
El simple hecho de leer: “Dios creo los cielos y la tierra” conlleva una carga muy grande de razón y conocimiento y de investigaciòn. Desde la creación de la escritura y los signos hasta el aprendizaje de la lectura de quién lo lee, y no se diga de quien piense qué son los cielos y la tierra. El concepto de cielo y de tierra ha variado desde que fue escrito el primer versículo de la Biblia. Hace no pocos siglos se consideraba a los cielos, desde el aspecto físico, como una bóveda azul celeste que rodeaba la tierra y que las estrellas estaban suspendidas en dicho manto. La Tierra fue concebida como un espacio de suelo plano extendiendo sus fronteras solamente al Este y Oeste, fuera de este espacio solo los más valientes se atrevieron a explorar y no es sino hasta el año 1492 que el mundo Europeo “descubre” un nuevo continente: América. Entonces ¿qué es lo que pensaban los que escribieron esta sentencia? ¿Qué fue lo que pensaron que su Dios creó?  
Hoy sabemos la magnitud del Universo, pero aún no sabemos cómo se gobierna todo el Sistema. Cuando el hombre alcance el conocimiento total del Cosmos, a lo mejor, en ese entonces, empiece a comprender a si Dios o un solo creador de todo existe. Y empiece a comprender su rol en el Universo. O entender…
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La Mentira

Mentir en red
La mentira y el engaño se encuentran en la vida cotidiana de cualquiera de nosotros, ya sea porque practiquemos la mentira, ya sea porque la suframos. Pero, ¿quién miente?

No todo el mundo miente, pero puede mentir cualquiera.  Desde la mentirijilla a la mentira piadosa, las situaciones en las que se miente son muy variadas, normalmente para lograr un beneficio, poder, trabajo o un nivel social más alto.
Las redes sociales, se han convertido en un escenario en el que la mentira tiene gran protagonismo. Tanto es así, que las empresas indagan en ellas para saber si alguien al que van a contratar miente en su currículum tanto en temas laborales como personales, o para detectar perfiles falsos que el candidato al empleo les haya facilitado.
Hay personas que utilizan las redes sociales para crearse unos perfiles casi idílicos, llenos de datos muy positivos, con el ánimo de caer más simpáticas, contar con más amigos y seguidores o ligar más. Pero también ocurre que las redes sociales se convierten en descubridoras de mentirosos. Por eso las empresas rastrean en ellas para saber más de la vida privada de la persona a contratar.
En las redes sociales se publica cualquier cosa y, por ejemplo, alguien que en una entrevista de trabajo ha dicho que no prueba el alcohol, tiene colgadas en su red social fotos estando de copas con sus amigos. Esta mentira descubierta en la red puede llevar a una empresa a no contratar al aspirante. “Si miente en esto, ¿en qué más puede mentir?”, pueden pensar en la empresa.
Otra mentira relacionada con el terreno laboral son los idiomas. Son muchos los que en su currículum vitae presumen de un nivel bueno en un determinado idioma, pero suelen ser descubiertos en las primeras fases de selección. Pero no es el único dato en el que se miente a la hora de buscar trabajo.
Un buen número de españoles reconoce que “maquilla” sus currículos profesionales. Además de no ser sinceros en las entrevistas de trabajo, en las que suelen “engordar” los salarios de sus empleos anteriores y ocultando datos negativo de su experiencia laboral. Aumentar las responsabilidades de trabajos anteriores, exagerar experiencias, mencionar un nivel de idiomas que no se tiene o dar un domicilio falso son algunas de las mentiras más frecuentes a la hora de buscar un trabajo. Aunque la empresa valora mucho que el candidato tenga experiencia, la honestidad también se suele tener en cuenta.
Entre las mentiras más utilizadas en las redes sociales están la utilización de una foto antigua para el perfil, con el objetivo de parecer más joven, no usar fotos en las que no se sale favorecido, o retocar aquellas que se consideran interesantes para mostrar en el perfil.
Tratar de aparentar ser más cultos o lleva a muchas personas a comentar artículos de periódicos o revistas que ni siquiera han leído. Algo parecido ocurre con los gustos o aficiones, que se cambian para que coincidan con las del grupo al que se quiere pertenecer o para ser más popular.
Cada vez son más habituales los denominados “vídeos virales” que aparecen en Internet. De pronto, un personaje, famosos o no, protagoniza un vídeo en una situación extraña, cómica, comprometida, provocadora… Las imágenes se mueven por las redes sociales, llegan a los medios de comunicación, que convierten el vídeo en noticia. Pero luego se descubre que todo corresponde a un anuncio de una determinada marca, del nuevo disco del cantante o grupo de turno, de una película o a una campaña publicitaria.
Habría que preguntarse si estos “virales” son mentira o no, si engañan al público que ve una determinada escena que luego no resulta ser lo que, en principio, parecía. Especialmente cuando se convierten en noticias en los medios, que caen en la trampa y dedican varios de sus codiciados minutos de los informativos a una cosa que no es cierta.
La mentira es un elemento más de la sociedad. Parejas que se mienten, alumnos que mienten a sus profesores, hijos que mienten a sus padres, empleados a sus jefes (y a la inversa)… No es que vivamos en la mentira, pero quizá esté excesivamente presente en nuestras vidas. No todo es mentira. Si así fuera, la convivencia sería imposible, o es que, ¿algunas sociedades o grupos viven en una especie de inframundo inconsciente basado en sus mentiras?. Vivir en la verdad nos llevará a una sociedad mucho mejor.
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3 ago 2014

Lo que vio el perro [Libro]

Este libro, más que tratarse de divulgación de ciencia, se trata de divulgación de cosas de la vida y observaciones desde un punto de vista muy personal. En sus páginas nos va explicando diferentes historias en las que las moralejas van saliendo poco a poco. Las primeras historias no me acababan de convencer, incluso llegué por momentos a encontrarlas un tanto irrelevantes, pero a partir de la cuarta o quinta historieta sí que empecé a entender dónde quería llegar. Los temas de los que habla son de los más variados, desde los anticonceptivos, pasando por la caída de Enron hasta la seguridad en el tráfico. Les hago un resumen de los temas e ideas que más me han llamado la atención.

Nos atraen las personas que se arriesgan. Asociamos la voluntad de arriesgarnos a sufrir un gran fracaso con la valentía. Pero estamos equivocados. Hay más heroísmo en desafiar al impulso humano en emprender los dolorosos pero útiles pasos para blindarse contra lo inimaginable.

En 1951 el Papa Pio XII aprobó el método Ogino-Knaus para los católicos por considerarlo un método “natural” de regular la procreación: no mataba el esperma como los espermicidas, no frustraba el proceso normal de procreación como el diafragma, ni mutilaba los órganos, como la esterilización; y por ello la aceptó.

Jeffrey Skilling, hallado culpable en 2006 de múltiples delitos de fraude, relacionados con el colapso financiero de Enron, dijo tener remordimientos por lo que había sucedido, ya que buenos amigos suyos, según él, habían muerto; pero se declaró inocente de todos los cargos que se le imputaban.

El experto en seguridad Georgy Treverton ha hecho una división entre dos conceptos: enigmas y misterios. Un enigma es algo cuya respuesta no sabemos ni podemos saber con la información que tenemos; por ejemplo, el paradero de Bin Laden: no se tiene la información. Un misterio sería qué es lo que iba a pasar en Irak después de derrocar a Sadam Hussein era un misterio. Había muchas fuentes de información que podían analizarse. Era un problema complejo, pero se tenía la información.

Si las cosas se ponen feas en un enigma, el culpable es quien retiene la información; pero en los misterios no es tan sencillo, pues uno tiene diferentes focos de información y puede llegar a conclusiones equivocadas.
Hay quien califica el caso de Enron como un enigma. Hubo, incluso, quien lo comparó con el caso Watergate, que fue realmente un enigma hasta que los periodistas Woodward y Bernstein tiraron del hilo. Pero realmente, Enron fue un misterio. El problema básico era que nadie entendía lo que hacían. Pero quien sí lo entendió pudo darse cuenta. En 1998 un grupo de seis estudiantes de Empresariales de la Universidad de Cornell decidió hacer su trabajo sobre la clave de Enron. Repasaron la contabilidad analizando sus negocios uno tras otros. Las conclusiones de aquellos estudiantes fueron que Enron perseguía una estrategia mucho más arriesgada que sus competidores y esto fue antes de que Enron llegara a su máximo. El informe se publicó en la web de la facultad de Empresariales de Cornell y la recomendación de los estudiantes que aparecía en la primera página era una muy clara: “Vendan”.

Joann Elmore, epidemióloga del Centro Médico de la Universidad de Washington Harborview pidió una vez a diez radiólogos experimentados que examinaran 150 mamografías, 27 de las cuales habían desarrollado cáncer de mama, mientras que las restantes 123 estaban sanas. Los resultados fueron un tanto sorprendentes en la disparidad de diagnósticos. Por ejemplo, mientras que un primer radiólogo detectó un 85% de los cánceres otro detectó un 37%. Una cierta mamografía fue un tanto desconcertante, pues tres de los radiólogos consideraron que era normal, dos consideraron que era anormal pero probablemente benigna, cuatro no fueron capaces de decidirse y el último estaba convencido de que era cáncer. La paciente estaba perfectamente normal. Así que todavía nos queda mucho que aprender en este sentido.

Gilbert Welch advirtió que dadas las tasas actuales de mortalidad por cáncer de mama, 9 de cada 1000 mujeres de 60 años morirán por esta causa en los 10 próximos años. Si cada una de estas mujeres se hiciera una mamografía cada año el número se reduciría a 6, lo que significaría que el radiólogo que atendiera a esas 1000 mujeres tendría que examinar unas 10.000 radiografías a lo largo de todo un decenio para salvar 3 vidas. Es un dato que da para pensar.

Otra de las cosas de las que trata es la del concepto de plagio. Por ejemplo, vemos un artículo escrito y lo copiamos íntegramente sin citar las fuentes. Esto podría considerarse un plagio. Ahora bien, sustituimos unas cuantas expresiones, cambiamos algunas frases. ¿Lo sigue siendo? Ahora hacemos un “refrito” de dicho artículo. Si alguien escribe una novela con la misma historia o similar a “El silencio de los corderos”, pero totalmente diferente en cuanto al contenido, ¿pensaremos que es un plagio?

A toro pasado, las cosas parecen sencillas, pero muchas veces no lo son. Lo malo es no aprender de las experiencias o, sencillamente, no hacer nada. Por ejemplo, ¿pudo preverse el 11S? La CIA sabía que dos presuntos activistas de Al-Qaeda, Jalid Al-Mihdhar y Nawaf Al-Hazmi, habían entrado al país y el FBI detuvo al presunto terrorista Zacarias Moussaoui debido a su comportamiento sospechoso en la escuela de vuelo. El conjunto de circunstancias estaba servido y hoy parece evidente que era el objetivo pero realmente, ¿era obvio el ataque?

Hace una distinción entre pánico y ahogamiento en determinadas situaciones. Por ejemplo, un avión que tenía que aterrizar no se le encendió la luz del tren de aterrizaje que estaba perfectamente desplegado. La bombilla se había fundido, pero los pilotos no tenían modo de saber si realmente estaba desplegado o no. Se centraron tanto en ese problema que no se dieron cuenta de que el piloto automático se había desactivado. El avión se estrelló. Es un efecto que los psicólogos llaman “estrechamiento de la percepción”. Esto sería un caso de ahogamiento. Es un caso de pensar demasiado y se pierde el instinto. El pánico es todo lo contrario: uno tiende al instinto y se piensa demasiado poco. El pánico es lo que sucede en ejemplos como en los accidentes de submarinismo.

También explica cómo los seres humanos gestionamos el riesgo. Por ejemplo, cuando se descubrió que el Challenger había estallado por las junta tóricas se modificó el diseño y las juntas que llevaron después eran mucho mejores. Ahora bien, parece incuestionable de que las probabilidades de accidente eran mucho menores. ¿Es así realmente? Pues esta respuesta que parece tan obvia no lo fue para ciertos investigadores que dijeron que el hecho de poner una seguridad añadida hace que los procedimientos sobre el tema se relajen. Sin embargo, si no se pueden tomar medidas, entonces se pone mucha más atención en ello.

Un claro ejemplo es lo que sucedió cuando se implantó el ABS en una flota de taxis en Munich, mientras que a otro grupo de control no se les puso. Ambos grupos se sometieron a observación durante tres años. Cabría esperar que en los taxis con ABS la probabilidad de accidente disminuiría en terrenos resbaladizos. Pues bien, resultó que la tasa de accidentes no dismunuyó tanto como se esperaba porque los que llevaban ABS se transformaron en conductores que iban más rápidos ya que confiaban en que el ABS les resolvería la frenada en aquel momento. Por tanto, el ABS no sirvió intrínsecamente para reducir los accidentes.

Es lo que propone la llamada teoría de la homeostasis del riesgo. La idea básica fue presentada por el psicólogo canadiense Gerald Wilde en su libro Target risk, y consiste en que nuestro cerebro tiene tendencia a compensar riesgos inferiores en un área asumiendo riesgos mayores en otra.

Otro ejemplo: si guardamos los frascos con productos peligrosos fuera del alcance de los niños y ahora nos dicen que dichos frascos tienen una garantía enorme de que no los podrán abrir, ya nos preocupamos menos de ponerlos fuera del alcance.

El 3 de septiembre de 1967, Suecia pasó de conducir por el carril izquierdo al derecho. Todo apuntaba a que durante aquella época habría más accidentes. Pero no, la gente compensó la falta de familiaridad conduciendo con más cuidado y, de hecho, las víctimas de tráfico cayeron en un 17%. Posteriormente, cuando la gente se acostumbró a circuar por la derecha, los niveles de siniestralidad volvieron paulatinamente a ser los anteriores al cambio. El propio Gerald Wilde dijo medio en serio medio en broma, que los países verdaderamente interesados en evitar accidentes deberían plantearse hacer un cambio así de forma habitual.

O sea, que porque hayamos arreglado algo que iba mal, tendemos a creer, como decía Feynman, que “el riesgo no es tan alto porque la última vez nos libramos”.

Luego habla de tipos de genios, de los que destacan desde un principio, cuando son casi críos, y de los que consiguen su genialidad cuando son mayores porque la tarea o la forma de funcionar requiere una maduración. Este tema es, para un servidor, un tanto delicado, pues decir que alguien es un genio es algo que tiene que cogerse con pinzas. A veces, hemos despreciado personas y se les ha considerado genios años después de que se murieran. Con eso ya digo bastante, ¿no? Aun así, me gusta la forma en la que lo ha tratado el libro.

Por todo ello, finalizo recordando que no es un libro de divulgación de ciencia, sino más bien de aprendizajes y experiencias de la vida. Es bastante entretenido, no es de los que calificaría “absolutamente maravillosos” pero sí de muy entretenidos, divertidos e informativos. Para todos los públicos.
Portada del libro
Título: Lo que vio el perro
Autor: Malcolm Gladwell
Traductor: Pedro Cifuentes


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