30 jul 2015

Qué es el "talento disruptivo"

y por qué está de moda en el mundo del trabajo

Talento disruptivo
¿Incomprendidos? Los talentos disruptivos suelen generar antagonismo en el lugar de trabajo.
Son comúnmente calificados de empleados "difíciles". Sus jefes no saben cómo manejarlos y sus compañeros se sienten incómodos ante su presencia.
Sin embargo, son aquellos que -gracias a sus mentes voladoras, sus ideas que rompen reglas y su tenacidad- pueden convertir a una compañía en una fuerza innovadora.
Bienvenidos al mundo del llamado "talento disruptivo", un concepto que se está poniendo de moda en el mundo empresarial y del trabajo en todo el mundo.
Richard Branson, uno de los emprendedores más ricos de Reino Unido y dueño de la aerolínea Virgin, tiene claro de qué se trata.
Branson se considera a sí mismo un talento disruptivo y dice que si trabajase como empleado en otra compañía, su jefe tendría que aceptar que él podría no hacer las cosas exactamente como se esperaría que las hiciera.
"De todas maneras tendría que ser amable conmigo, cuidarme, respetarme. Porque, si no, yo podría crear mi propio negocio, y mi compañía quizás termine compitiendo con la suya".

Inconformistas, irreverentes

Branson y otros grandes empresarios internacionales creen que las empresas -sean grandes o pequeñas- deberían contratar a más empleados de mente independienteinconformistas e irreverentes, por más que sean un dolor de cabeza para los jefes de personal.
Están convencidos de que las nuevas ideas que pueden aportar los talentos disruptivos a los negocios compensan con creces los problemas que pueden surgir de la dificultad de trabajar con ellos.
En el mundo de los negocios hay numerosas palabras y frases de moda, pero hasta ahora no había ninguna que describiera a este tipo particular de empleados.
El concepto de talento disruptivo fue acuñado por la consultora psicológica empresarial OE Cam, con sede en la ciudad británica de Cambridge.

Contribución a los negocios

Martyn Sakol, socio de OE Cam, explica que un individuo con talento disruptivo posee muchos atributos positivos que pueden realizar un gran aporte a los negocios.
"Yo lo definiría como un sujeto que piensa y actúa de forma diferente, es innovadorcuestiona el saber convencionaldescubre tendenciasve oportunidades comerciales y, de un modo tenaz, trata de encontrar caminos para alcanzar el éxito", precisa.
No obstante, afirma que esa persona debe ser manejada por los gerentes de manera enérgica -no autoritaria-, para evitar que las cosas salgan mal.
"El talento disruptivo puede descarrillarse fácilmente. La empresa debe asegurarse de que cuente con el apoyo adecuado tanto en el trabajo individual como en el grupal".

Preparados para discutir

Una de las compañías que ha adoptado con entusiasmo el concepto de talento disruptivo es la firma británica AB Agri (ABA), dedicada a los alimentos para animales.
Su director ejecutivo, David Yiend, cuenta que en el último año han reclutado activamente a este tipo de empleados.
Pero, ¿qué dice ABA en sus anuncios de empleo?
"Nosotros insistimos en que buscamos candidatos que sean provocadores, resueltos e incansables en la búsqueda de un objetivo", explica Yiend.
"Deben estar preparados para discutir y debatir, no simplemente aceptar las normas".
Pero una vez que se contrata a un talento que es consciente de sus capacidades idiosincráticas, ¿cómo se lo integra al resto de la fuerza laboral?
Y más importante aún: ¿cómo se garantiza que los otros empleados no se sientan molestos o amargados por el ingreso de esa gente tan incómoda?
Yiend explica que simplemente se mantiene aparte a los talentos disruptivos.
"Uno no los integra de la manera tradicional", precisa. "Estos individuos se gerencian de una manera diferente, aunque ellos y el resto del personal deben trabajar juntos para alcanzar una meta común".
"Es crucial que todos tengan una visión clara de la compañía. Sólo así el equipo podrá salir adelante".

El riesgo del antagonismo

¿Pero si, por el contrario, las personas con talento disruptivo terminan generando más problemas que beneficios para una compañía?
El psicólogo Stuart Duff, que asesora al mundo de los negocios, cree que este es un riesgo que las empresas deberían tener bien en cuenta.
Lugar de trabajo
Según los expertos, es reto de los gerentes es asegurarse de que todos trabajen por un mismo objetivo.
"El término talento disruptivo es una nueva forma de etiquetar a personas con una forma de ser muy identificable, gente con la que en realidad hemos trabajado durante muchos años para tratar de entender el impacto que tienen en los otros", dice Duff, de la consultora británica Pearn Kandola.
"Nosotros damos asesoramiento en muchos casos relacionados con estos empleados. Son individuos brillantes en un rol particular, muy ingeniosos y creativos, pero que no tienen ninguna posibilidad de encajar en la cultura de negocios más amplia".
"Lo que comúnmente sucede es que otras personas en la organización no pueden lidiar con el antagonismo y la disrupción que provocan esos empleados perturbadores", advierte Duff.
Y muchas empresas no saben cómo lidiar con este conflicto y simplemente terminan no haciéndolo.
Pero eso, muchos individuos que tienden a ser clasificados como talentos disruptivos suelen iniciar sus propios negocios e imponer, como lo hizo Richard Branson, su propia cultura empresarial en su propia compañía.

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¿A qué huele el espacio?

Los astronautas no pueden oler el espacio en sí mismo, pero sí los retazos que quedan en sus trajes, guantes y botas una vez entran en la Estación Espacial Internacional y se quitan el casco en la cámara de descompresión tras un paseo espacial o al atracar la nave recién llegada de la Tierra. Son muchos los humanos que han sentido el aroma y las descripciones que han reportado son de lo más variadas y sorprendentes.
Cuando el astronauta Don Petit regresó en 2003 a la Tierra tras seis meses en la ISS explicó que el olor del espacio “es una agradable sensación metálica y dulce. Me recordaba a los veranos en la facultad en los que trabajaba muchas horas con una pistola de soldar arreglando equipo pesado para talar. Me recordaba a los gases que emanan las soldaduras”.
Un astronauta entra de nuevo en la ISS tras un paseo espacial de 8 horas. Foto: NASA
  Un astronauta entra de nuevo en la ISS tras un paseo espacial de 8 horas. Foto: NASA  
El astronauta de la NASA Thomas Jones explicó en 2001 que el olor a espacio “es un débil olor agrio, a ozono o a pólvora quemada. No se huele dentro del traje. Ahí dentro huele a plástico”.
El alemán Alexander Gerst de la Agencia Espacial Europea describía el año pasado el olor del espacio en la red social Twitter desde la misma estación como “una mezcla de nueces y frenos de mi motocicleta“.
Poco después lanzó una indirecta a sus compañeros sobre los mundanos olores que inundaban la ISS según su compañero Reid Wiseman XDDD:
A frutos secos también le olió el espacio a la turista espacial iraní y estadounidense Anousheh Ansari cuando subió a la ISS en 2006. “Cuando atracamos en la estación y estábamos a punto de abrir la escotilla Mike y Misha me dijeron que me acercara y que respirara hondo porque era la primera vez que iba a oler el espacio. Me dijeron que era un olor muy particular”, relató en su blog desde allí arriba. “El espacio me olía a galleta de almendras tostadas… como si algo se hubiera quemado en la cocina”, explicaba muy sorpredida.
El astronauta de la NASA Kevin Ford no precisó demasiado en su testimonio en 2009. Describió el olor del espacio como “algo que nunca había olido antes y que nunca olvidaré”. Algo parecido declararon ese mismo año el astro de la NASA Dominic “Tony” Antonelli y el japonés Koichi Wakata tras ayudar a quitar el traje a los compañeros que acababan de dar un paseo espacial: “El espacio huele sin duda a algo distinto a todo lo demás”.
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28 jul 2015

La templanza

templanza
La templanza es un libro reciente de Maria Dueñas pero no voy a referirme a esa “templanza” sino a la otra, a la virtud cardinal y más concretamente lo haré describiendo la carta de una baraja, más concretamente la XIV carta de la baraja conocida con el nombre de Tarot.
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LA MAYÉUTICA

Solo sé que no sé nada: Sócrates

Sócrates, el famoso filósofo de la antigua Grecia afirmaba que lo único que sabía era que no sabía nada, en alusión a su ignorancia y su disposición a aprender conocimientos nuevos.

La Mayéutica (arte de la partera) esto es el arte de dar a luz a cada cual o descubrir la verdad que determina y orienta la vida de cada uno de nosotros,  fue el método por excelencia que Sócrates utilizó. La desesperante ironía socrática a través de constantes y agudas preguntas ponía en jaque a los que se jactaban de saber. Desafortunadamente la mayéutica es muy dolorosa y no hay anestesia para parir verdades, por eso se vuelve insoportable para las mentes débiles o poco desarrolladas.

Sin embargo, esta postura es fundamental en la adquisición de conocimientos nuevos y tal vez hasta verdaderos, ya que solo los creyentes tienen la arrogancia de saber TODA la VERDAD, la cual les ha sido revelada por una divinidad y por lo tanto no necesitan de nuevos conocimientos.

Por otra parte es muy común encontrar personas que se hacen llamar ateos, pero mantienen una postura exactamente igual que la de los creyentes, es decir que solo lo que ellos dicen es la verdad “verdadera”.

Para que una persona se haga llamar ateo, necesita poner en la mesa pública del escrutinio sus afirmaciones  y sostenerlas con argumentos racionales y sobretodo lógicos y cuando estos argumentos son superados, entonces y solo entonces se obtendrá un nuevo conocimiento que sepultará su viejo y obsoleto conocimiento.

Saludos cordiales.


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21 jul 2015

¿Somos el centro del Universo?

Desde tiempo inmemoriales el hombre ha supuesto, con pocas pruebas por cierto, que nuestra especie es el culmen de la creación y que todo en este vasto universo pivota alrededor de nuestra existencia. 

Pero para descubrir cuan de insignificante es el hombre se puede hacer el siguiente ejercicio mental, ajustar la existencia de la Tierra a un día de 24 horas y ir introduciendo los diferentes protagonistas en relación con los datos que hemos ido obteniendo del registro fósil.

Así en primer lugar podemos poner en hora el reloj a las 00:00 con la formación de la Tierra



A las 04:10 de la madrugada aparecen los primeros vestigios de la vida, los procariotas.


Hay que esperar hasta las 07:23 para poder observar a los primeros organismos fotosintéticos.


Los primeros eucariotas, similares a nuestras células aparecen bien avanzado el día, sobre las 13:34 horas.


Los primeros seres pluricelulares comienzan su existencia avanzada ya la tarde, a las 18:47.


La famosa explosión cámbrica, con su multitud de formas de vida complejas ocurre ya de anochecida, a las 21:14 horas.


Los primeros vertebrados que colonizan el suelo seco, anfibios y reptiles sólo aparecen a las 22:07 horas de la noche.


Nuestros primeros antepasados directos, los mamíferos surgen sobre las 23:40 de la noche.


Para poder observar a los Australopitecos, tenemos que esperar casi hasta el fin de la jornada, exactamente hasta las 23:58:07.


Nuestro tatara-tatara-tataraabuelo el Homo Habilis aparece en el último minuto del día, exactamente a las 23:59:04 cuando faltan sólo 56 segundos para las campanadas de media noche.


Su descendiente directo y todavía lejano ancestro humano, el Homo Erectus surge a las 23:59:41.


Y ya finalmente el supuesto centro del Universo, nuestra especie, el Homo Sapiens únicamente comienza a vivir en la Tierra  a las 23:59:59, es decir cuando falta únicamente 1 miserable segundo para que termine el día.



Pero eso sí intenten convencer a ulemas, rabinos, sacerdotes, predicadores, santones, pastores, monjes, imanes y demás pobres ignorantes carcomidos por el virus de la fe de esta incuestionable realidad, que lo más probable es que acaben siendo considerados en el mejor de los casos como unos intolerantes, maleducados, intransigentes y agresivo ateos; eso sí no terminan frente a un juez por graves ofensas a la imbecilidad religiosa, o mucho peor, lapidados por su intolerable blasfemia en según qué paises.


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¿Y quién creó al creador...?




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Contornos del odio


El odio es, dentro del espectro de los afectos humanos, uno de los sentimientos más difíciles de analizar psicológica, social y culturalmente. Llega con tantas descalificaciones que es difícil escribir sobre este sentimiento con alguna distancia. Como si la distancia fuese ya una especie de consentimiento del odio. Sin embargo, a pesar de su mala prensa, es, con diferencia, la emoción más extendida. Es difícil surfear un rato por las redes sociales sin sentirse aturdido por cuánto odio acumulado en el lenguaje hay por ahí. En la entrada en inglés de la Wikipedia, "hatred", se citan del libro de James Underhill Ethnolinguistics and cultural conceps: Truth, love, hate and war, el antiamericanismo y el invento de Reagan sobre el "imperio del mal" como dos políticas contemporáneas de odio (por cierto, la versión francesa, "Haine" es considerablemente superior informativamente). Pero no necesitamos que nos muestren ejemplos: vivimos en el odio permanente.

No voy a escribir ningún alegato contra el odio. En el mundo que nos rodea, predicar contra el odio es hacer como el cura que en Viernes Santo salpica de agua bendita con el hisopo el plato de cordero que se va a meter entre pecho y espalda murmurando, "eres pescado, eres pescado..." Si el odio es tan malo, ¿por qué está tan extendido y es tan persistente? Cabría responder "porque el hombre es malo y lleva dentro la semilla del mal". Es la tesis de la condición de caída de la condición humana que nace con la Biblia y que ha infectado todo el pensamiento y la cultura occidentales. Pero, sorprendentemente, el relato del Génesis no encuentra en el odio el origen del mal sino en el conocimiento. De Pablo de Tarso a Heidegger, la condición de caída humana se sitúa en otros lugares: el cuerpo o la memoria, pero no en la capacidad para odiar. Y a nadie se le oculta, por lo demás, que la religión ha sido uno de los medios de gestión del odio más efectivos a lo largo de la historia. Pero esta modalidad de la auto-deprecación de especie no me parece otra cosa que un resto del ancestral determinismo que impregna el pensamiento y la cultura.

Ortega, en sus Estudios sobre el amor (tengo que confesar que es uno de los libros suyos que más me ha costado acabar por la cantidad de estupideces sexistas que contiene), rechaza la tesis de Tomás de Aquino de que el amor y el odio son dos formas de deseo. De deseo de posesión en el primero, aclara, y de destrucción en el segundo. Ortega se dedica a continuación a refutar esta tesis y a mostrar que amor y deseo son dos cosas distintas, pero esa senda nos lleva en otra dirección. La tesis tomista de asociar el odio al deseo de destrucción del otro es interesante, y acierta en un componente esencial que no suele señalarse en la lexicografía. Así, en los diccionarios se suele reseñar la animadversión y antipatía hacia algo o alguien, pero raramente el deseo de destrucción.

El deseo de destrucción parecería ser lo que asimila tan rápidamente el odio a la violencia y a la guerra. De ahí que una actitud pacifista ante la vida lleve tan rápidamente al rechazo del odio: "haz el amor y no la guerra" es uno de esos lemas que definen una época. En el siglo XX definió la movilización contra la Guerra de Vietnam, pero no tardó en ser sustituida por la actitud contraria de la movilización contra el "Imperio del mal".  Pero me parece que en toda esta constelación de asociaciones hay dicotomías que producen esta curiosa hipocresía que nos invade. Como ocurre con la ideología y con el mal aliento, se tiende a pensar que el odio siempre lo tiene el otro: los islamistas, los rojos, .... Es difícil ver el odio en el ojo propio.

Para comenzar, me parece equivocado oponer odio y amor. Primero porque es difícil saber qué es el amor y la oposición entre la animadversión del odio y la atracción del amor no me parecen demasiado relevantes, pero sobre todo porque lo que se opone al deseo de destrucción del otro no es el amor sino la compasión. La empatía contra la antipatía. Como ha explicado Judith Butler en Marcos de violencia y Quién merece ser llorado, la compasión es la actitud que protege y nos protege de la destrucción. Ahora bien, si lo pensamos con cierto cuidado, hay cierta distancia entre el deseo de destrucción y la destrucción del otro. En los incontables marcos de violencia que han ido construyendo nuestro tiempo, no ha sido la presencia del odio lo peor que ha ocurrido, sino más bien lo contrario: su desaparición. Cuando empieza la violencia en serio, el odio se ve sustituido por la indiferencia. Los genocidios pueden tener su origen en el odio, pero cuando comienzan están regidos por la indiferencia: la muerte del otro es una acción sin significado, como si se sacrificase a un animal en un matadero. Lo que realmente ha producido ese frío que nos recorre cuando examinamos nuestra historia ha sido esa invasión de la falta de sentimiento, de la muerte y la violencia sin odio, por pura costumbre. En la violencia de género, el maltratador deja de odiar, sólo ve un cuerpo frágil en sus manos por el que no siente otra cosa que una indiferencia instrumental. Esta desaparición del odio es lo que convierte a la violencia contemporánea en el paisaje más aterrador de toda la historia.

¿Significa eso que el odio no es malo? No, no quiero decir tal cosa, depende. El odio es una emoción que protege la identidad (personal, colectiva) bajo condiciones de conflicto. Es inútil combatir el sentimiento de odio sin considerar las raíces de los conflictos. Las políticas de gestión del odio no son efectivas si lo único que hacen es una llamada hipócrita a los sentimientos, como si los sentimientos no fuesen un modo de valorar nuestra relación con el mundo. La cuestión no es tanto el odio como el conflicto y, sobre todo, la gestión de sus expresiones. La forma de cultura que llamamos "civilización", que viene de "civites", ciudad y ciudadano, es un conjunto de barreras para permitir la convivencia: no escupir ni tirarse pedos en la mesa, o lavarse a menudo para no hacerse insoportable, pero también educar nuestra expresión hacia el otro para transformar el odio en formas de vivir juntos. Si la democracia es una forma de conflicto, lo que importa no es la desaparición del odio sino la gestión de la violencia. Porque cuando la violencia comienza el odio se transforma en indiferencia y sus expresiones afectivas en puros recursos rituales que se transforman en daño.

El modo de tratar el odio no es eliminarlo sino considerarlo como un síntoma o índice que un conflicto subyacente que hay que hacer explícito. El modo terapéutico de tratar el odio es convertir el grito en lenguaje, en una declaración explícita de daños y de reclamos. Si por algo consideramos superior la democracia a cualquier otra forma de orden social es porque elabora el conflicto en la esfera pública y hace que el odio se transforme en voz y argumento, porque evita que se enquiste en indiferencia, que es realmente la fuerza destructiva del otro. Por otro lado, el psicoanálisis y la antropología nos han enseñado cómo se construyen políticas de gestión del odio y de los deseos de destrucción mediante formas culturales de sublimación. De hecho, el yo se constituye sobre la tensión del eros y thanatos, cuando se internaliza la figura odiada, o se internaliza el miedo al odio (Melanie Klein). Y en todo caso, siempre queda el deporte.

Dejaré para otra entrada los matices de los sentimientos que consideramos positivos: las filias, la amistad, la fraternidad, la solidaridad.

El laberinto de la identidad



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20 jul 2015

En busca del origen del lenguaje

  • * Es la mayor tecnología social desarrollada por la humanidad

  • * ¿Sabemos cuándo apareció en nosotros la capacidad del lenguaje?

  • * La ciencia aún sabe poco sobre cómo se teje este vínculo para toda la vida

  • * ¿Cuál es la lengua emocionalmente más feliz? ¿Hay forma de saber esto?




La mayor tecnología social

Pero esa capacidad no existiría sin el lenguaje.
Se trata de la mayor tecnología social desarrollada por la humanidad, capaz de reflejar en la mente el contenido de las historias que los propios hombres y mujeres elaboran y cuentan.
Los seres humanos escuchamos las primeras palabras aún dentro del útero materno, arrancamos a hablar transcurrido más de un año y después, nuestro cerebro pasa toda la vida jugando con mensajes.
En ese proceso, él mismo se transforma. Alrededor del año y medio de vida es cuando un bebé articula su primera palabra, sin embargo, su relación con el lenguaje comienza mucho antes.

Recién nacidos

Hasta hace poco creíamos que los bebés no aprendían apenas el lenguaje durante el primer año de vida. Pero incluso los recién nacidos saben algo sobre el lenguaje, ya que su córtex auditivo se desarrolla tres meses antes de nacer.
Sabemos que el bebé puede escuchar a su madre en la placenta y, aunque la escucha como si estuviera sumergido en una piscina, esto lo vuelve más sensible a la prosodia de su lengua materna.
En su primer año de vida, los niños aprenden muchísimo más sobre el lenguaje de lo que pensábamos.

El vínculo del lenguaje

La ciencia aún sabe poco sobre cómo se teje este vínculo para toda la vida, pero en San Sebastián hay un centro dedicado a averiguarlo: el Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL).
Los investigadores del BCBL utilizan las herramientas más simples y las más sofisticadas, como escáneres por resonancia magnética, para comprender con exactitud qué ocurre en el cerebro de un ser humano antes y después de estrenar este proceso que nos hace humanos. Allí intentan desentrañar los mecanismos neurocognitivos involucrados en la adquisición, comprensión y producción del lenguaje.
Pero ¿sabemos cuándo apareció en nosotros esta capacidad? Muchas personas, incluyendo lingüistas conocidos como Noam Chomsky, aún creen que no sabremos nunca cómo apareció el lenguaje, ya que no hay fósiles o ninguna otra evidencia física de su aparición o su existencia en los primeros tiempos.

El origen común de las lenguas

Pero lo que sí pueden hacer los científicos es analizar las distintas lenguas que existen en el mundo para ver si hay un tronco común que nos lleve a alguna parte. Y ese lugar no es otro que la misma cuna de la humanidad: África.
Hace unos años la revista Science publicó un estudio según el cual las aproximadamente 6.000 lenguas que existen hoy en el mundo descienden de un antepasado común en el continente negro. Este resultado es muy importante porque representa que todas las lenguas comparten el mismo origen y valida la idea de un ser humano con 'lengua materna'.
" Todas las lenguas comparte el mismo origen "
Los investigadores analizaron los fonemas de 504 idiomas que se hablan actualmente, –incluidos los indígenas del Pacífico y América– y se encontraron con que los dialectos que contienen la mayoría de los fonemas se hablan en África, mientras que aquellos que tienen la menor cantidad se hablan en América del Sur y las islas tropicales en el Océano Pacífico.

Lenguaje y genética

Según esta teoría el lenguaje y los genes evolucionan de manera similar, por lo que los métodos y la teoría de la biología podría aplicarse a la lingüística y viceversa.
Es decir, una vez que los humanos expandieron su ámbito geográfico desde África al resto del mundo, para colonizar otras regiones, la diversidad fonética se redujo y evolucionó junto con las poblaciones humanas migrantes.

La lengua más feliz

Y una curiosidad, de todas estas lenguas, ¿cuál es la emocionalmente más feliz? ¿Hay forma de saber esto?
Pues sí, investigadores de Estados Unidos y Australia han desarrollado un ‘hedonímetro’ que permite analizar el contenido emocional del lenguaje, a través del análisis de 100.000 vocablos de 10 idiomas diferentes.
El resultado no podía ser otro: el español, el idioma más ‘feliz’.
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