30 may 2016

PARALLELS: EL INCÓMODO SURREALISMO

LA SERIE DE FOTOGRAFÍAS TITULADA SIMPLEMENTE PARALLELS ES TAN INQUIETANTE COMO SURREAL

La fotógrafa Sarah Elise Abramson, quien se describe a sí misma como residente "en la intersección entre lo poético y aterrador, lo espeluznante y lo hermoso, y lo subversivo y clásicamente romántico", crea un submundo etéreo, y simultáneamente demuestra un gran amor por la naturaleza, personajes excéntricos y/o inadvertidos y objetos desechados.

Planos paralelos en los que ocurren sucesos extraños y que ven desfilar personajes insinuantes, estos son los que Abramson documenta, o mejor dicho recrea, en su serie Parallels:

No es un lugar enigmático y desconcertante que todas las personas que alguna vez estuvieron vivas visitan. Se trata de una singularidad oscura que damos por hecho como seres conscientes del reino de nuestros sueños con el que que todos estamos familiarizados. ¿Dónde se produce la elucidación repentina que concede el acceso a nuestros más íntimos pensamientos y dónde  la realidad parece tan distante de nosotros que parece inaccesible? Cuando confundimos nuestros sueños con la realidad, hay una razón para ello, igual que los espacios entre el silencio y el ruido. Si es algo que sólo sucede  en nuestra mente quiere decir que no es la realidad. Esta serie pretende reflejar el tiempo que pasé en ese lugar –en el mundo paralelo de los sueños.

Esta fotógrafa que radica en Los Ángeles y que  ha colaborado con artistas como Susan Worsham, Taso Papadakis y David LaChapelle, confecciona instantes particularmente propensos a desatar narrativas que el observador se encarga de acuñar. Sí: en realidad lo que hace Abramson es lanzar detonantes puntuales que fertilicen nuestra propensión y capacidad para narrar historias. 
  
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Un mundo sin religión

¿Alguna vez ha hecho el experimento mental de imaginar un mundo sin religión, donde no la hubiera habido nunca o donde desapareciera? ¿Sería mejor o peor? ¿Es una meta deseable?



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24 may 2016

El horror del pensamiento positivo

Uno de los engaños más crueles es decirle a la gente que ser positivo puede darle beneficios más allá de los emocionales y que sus enfermedades y tragedias son "su culpa" por no ser positivos.



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23 may 2016

Las Características que Definen a una Persona Sabia Según la Neurociencia

CIENTÍFICOS HAN ENCONTRADO QUE NO TODO DECLINA CON LA EDAD, CIERTAS CUALIDADES DE AUTORREGULACIÓN, DECISIÓN, Y CAPACIDAD DE RAZONAR EN LA INCERTIDUMBRE SON FRUTOS DE LA EXPERIENCIA Y LA EDAD.


En los últimos años algunos neurocientíficos y psicólogos han intentado refinar los criterios del estudio de la inteligencia y han buscado entender cosas como qué es la sabiduría. El trabajo pionero en este campo es el Wisdom Project establecido en Berlín en los ochenta por Paul Baltes y Ursula Staudinger, el cual definió a la sabiduría "la capacidad de desarrollar una intuición profunda y un juicio correcto sobre la esencia de la condición humana y las formas y medios para planear, administrar y entender una buena vida". Una sabiduría que "es la finalidad ideal del desarrollo humano".

Desde siempre la sabiduría ha estado relacionada en la mente humana con la edad y con la experiencia y estudios recientes parecen avalar esto. Según Igor Grossmann de la Universidad de Waterloo en Ontario, existen aspectos cognitivos que no necesariamente declinan con la edad. Sabemos que con la edad la habilidad para realizar operaciones mentales y la capacidad de sostener memoria episódica disminuye, así como algunas funciones ejecutivas debido a un desgaste en el lóbulo temporal medio. Sin embargo, "muchos de estos procesos son flexibles y pueden entrenarse", explica Grossman que "muchas prácticas meditativas... en las que te desapegas de tu ser inmediato, y te conviertes en observador", pueden ayudar a mantener ciertas funciones cerebrales. Grossmann añade que en el caso de la sabiduría muchas de las habilidades que se le asocian tiene que ver con el desarrollo de una perspectiva y de un sentido del ser, como por ejemplo, el desapego y el desarrolló de un sentido de interdependencia, por lo que no están solamente sujetas al declive de la edad sino que son el resultado de la experiencia dirigida. Una persona puede nacer con inteligencia pero la sabiduría necesariamente debe obtenerse, es la marca del cultivo de esa inteligencia, de la aplicación moral y del entendimiento. 

Dilip Jeste, director de Stein Institute en la Universidad de California, realizó un interesante estudio en el que entrevistó a pacientes de la tercera edad para formarse una noción de la sabiduría según la especificidad cultural. A la par analizó con un software el Bhagavad Gita, uno de los textos más importantes de la filosofía hinduista considerado un referente de la sabiduría intemporal. Jeste determinó que la noción de sabiduría entre los pacientes y este texto tenía grandes similitudes. A partir de esto, su equipo generó una definición de los seis componentes transculturales de la sabiduría:

1. Tener un conocimiento pragmático de la vida
2. Regular emociones
3. Un comportamiento pro-social que conlleve compasión, altruismo y empatía
4. Saber las propias virtudes y debilidades
5. Capacidad de tomar decisiones
6. Aceptar la incertidumbre

El sitio Nautil.us ha compilado una serie de estudios en torno a la sabiduría de los cuales  se pueden tomar ciertas conclusiones. Es interesante notar que la sabiduría tiene un componente moral y está ligado a ser una buena persona, tanto por el análisis cultural como neurofisiológico (ser una buena persona definido como la capacidad de sentir empatía en el cerebro y de asumir responsabilidades).
Se desprende de aquí también la noción de que debemos de reconsiderar nuestra imagen de la vejez como algo negativo, que se debe  reprimir a toda costa. Escribió Carlos Monsiváis en Las esencias viajeras:

...ya en el siglo XX, al convertirse la juventud en la meta suprema, incluso los propios jóvenes, el pacto fáustico deviene el centro de las obsesiones, de las ilusiones recónditas y públicas, hasta llegar a los finales de esta centuria convertido en búsqueda gozosa y patética de la cirugía plástica, los gimnasios, las dietas estrictas, el maquillaje, las ropas rejuvenecedoras, la liposucción, hasta llegar a la ilusión química de la feromona humana... La metáfora prodigiosa de un libro se convierte en el sueño masivo de consumo y ansiedad por resistir al tiempo.

Si revaloramos la noción de sabiduría quizás podamos resistirnos menos al paso del tiempo --al resistirnos generamos tensión, estrés y enfermedad para nosotros y para aquellos que son viejos y a los cuales vemos con desdén. ¿Acaso no es la sabiduría, fruto paciente de la experiencia, algo tan valioso o incluso más que la belleza y el ímpetu de la juventud? Si nuestra meta en la vida fuera ser sabios y no solamente ricos y guapos, seguramente sufriríamos menos y el mundo estaría en mejor estado.

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17 may 2016

La Canción del Alma

Cuando una mujer de cierta tribu de África 
sabe que está embarazada, se interna en la selva 
con otras mujeres y juntas rezan y meditan 
hasta que aparece la canción del niño...

Saben que cada alma tiene su propia vibración 
que expresa su particularidad, unicidad y propósito.

Las mujeres entonan la canción y la cantan en voz alta. 
Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás. 

Cuando nace el niño, la comunidad se junta 
y le cantan su canción.
Luego, cuando el niño comienza su educación, 
el pueblo se junta y le canta su canción.
Cuando se inicia como adulto, 
la gente se junta nuevamente y canta. 
Cuando llega el momento de su casamiento, 
la persona escucha su canción... 

Finalmente, cuando el alma va a irse de éste mundo, 
la familia y amigos se acercan a su cama 
e igual que para su nacimiento, le cantan su canción 
para acompañarlo en la transición.

En ésta tribu de África hay otra ocasión en la cuál 
los pobladores cantan la canción... 

Si en algún momento durante su vida la persona 
comete un crimen o un acto social aberrante, 
se lo lleva al centro del poblado y la gente de la comunidad 
forma un círculo a su alrededor. 
Entonces le cantan su canción...

La tribu reconoce que la corrección para las conductas 
antisociales no es el castigo, es el amor y el recuerdo 
de su verdadera identidad. 
Cuando reconocemos nuestra propia canción 
ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada 
que pudiera dañar a otros. 

Tus amigos conocen tu canción 
y te la cantan cuando la olvidaste. 
Aquellos que te aman no pueden ser engañados 
por los errores que cometes o las oscuras imágenes 
que muestras a los demás... 

Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo, 
tu totalidad cuando estás quebrado, 
tu inocencia cuando te sientes culpable 
y tu propósito cuando estás confundido...

"No necesito una garantía firmada para saber 
que la sangre de mis venas es de la tierra... 
y sopla mi alma como el viento, refresca 
mi corazón como la lluvia, y limpia mi mente 
como el humo del fuego sagrado...."


Tolba Phanem - Mujer Poetisa Africana, 
Defensora de los Derechos Civiles de las Mujeres Africanas



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11 may 2016

Epistemología evolucionista

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Antes de nada, tenemos tres posturas sobre el origen evolutivo de la mente:
  1. La mente como fruto de la evolución constituye una adaptación al medio. Grave problema: podemos explicar nuestro conocimiento y forma de actuar ordinarias, pero nos sería muy difícil explicar el conocimiento avanzado (el científico) ¿Descubrir las ondas gravitacionales es algo que va a aumentar claramente la eficacia biológica de sus investigadores? Tener un gran conocimiento del mundo a escala mesoscópica parece una gran adaptación pero, ¿para qué a escala cósmica o microscópica? En fin, que si parece que es más fácil y económico conseguir el éxito reproductivo en una discoteca que en un acelerador de partículas… ¿para qué un acelerador de partículas?
  2. La mente es un efecto colateral o epifenómeno de otras adaptaciones al medio. Problema: parece que gran parte de las habilidades cognitivas de un sujeto sí que son adaptaciones… ¿no sería un tanto extraño que la evolución hubiera premiado tanto tener un cerebro tan grande si no tuviera utilidad adaptativa alguna?
  3. La mente es algo bastante complejo y chapucero (realmente son muchas cosas) por lo que contendrá adaptaciones y efectos colaterales de esas adaptaciones y de otras que no tendrán nada que ver con la mente. Problema: es muy difícil diferenciar qué es una adaptación, qué lo fue y ya no lo es, qué lo fue pero ahora lo sigue siendo aunque para otra cosa, etc, etc. No obstante, es el camino a seguir. Ingeniería inversa, historia biológica y adelante.
Aceptando 3, llegamos a tres nuevas posturas con respecto al conocimiento:
  1. Realismo: La mente como fruto de la evolución nos proporciona un conocimiento, cómo mínimo, lo suficientemente válido para que hayamos podido sobrevivir. El argumento clásico a favor es decir que si no conociéramos correctamente el mundo no hubiéramos sobrevivido como especie. Parece evidente que si confundes un depredador con una presa, poco durarás en la lucha por la supervivencia. Además, habría cierta evidencia empírica a favor, a saber, comprobar que, en general, tanto nuestros sistemas perceptivos como de toma de decisiones (tanto a nivel consciente como inconsciente) suelen acertar. A pesar de cometer errores, solemos movernos bastante bien en nuestro entorno. Problema: realmente, para sobrevivir, no hace falta tener una información ni completa ni siquiera fidedigna de la realidad (ahora veremos en qué sentido), tan solo la que sea útil para sobrevivir.
  2. Ficcionalismo: La mente como fruto de la evolución nos proporciona un conocimiento fundamentalmente falso acerca de la realidad porque, en general, la mentira es más rentable que la verdad.  Por ejemplo, suele argüirse que las religiones o los patriotismos nacionalistas son teorías falsas que sirven muy bien para cohesionar un grupo y, en consecuencia, mejorar las posibilidades de supervivencia de sus miembros. Problema: la evidencia parece ir al lado contrario: a pesar de que la mentira pudiese ser rentable en casos puntuales, más rentable será la verdad.  No obstante, entendiendo el ficcionalismo tal y como lo entiende Nietzsche, en el sentido de que el conocimiento no es verdadero ni falso, sino como algo diferente, un instrumento al servicio de la vida, es decir, una especie de ficción útil, la cosa no va tan desencaminada y nos lleva a una tercera opción…
  3. Pragmatismo: La mente como fruto de la evolución nos proporciona un conocimiento, únicamente, útil para sobrevivir. Parece una imperdonable pérdida de recursos diseñar organismos para conocer toda la realidad. Y, en este sentido, parece más económico hacer un sistema simbólico que impulse a pautas de acción adecuadas para la supervivencia que un sistema que replique la totalidad de lo real. Por ejemplo, parece más barato tener una luz roja que se encienda cuando hay peligro, como puede ser el dolor de garganta ante una infección vírica, que no  un informe detallado de todos y cada uno de los millones de virus presentes en la faringe. El dolor no tiene ninguna similitud, no tiene parecido alguno a un virus y, sin embargo, de un modo biológicamente barato (no hay un gran procesamiento de información) me informa de la presencia del patógeno (o, al menos, de que algo va mal) y, además, me impulsa con mucha urgencia a hacer lo posible por reducirlo.
El pragmatismo, no obstante, tiene que hacer cierta concesión al realismo. Si seguimos con el ejemplo del dolor de garganta, el símbolo “dolor” debe activarse tras la detección veraz de la amenaza, es decir, realmente deben existir virus en mi garganta. Mi organismo, en un principio, debe percibir correctamente lo que le pasa para que “la transformación simbólica” tenga sentido evolutivo.  Aunque a mi consciencia solo llegue un símbolo sin relación alguna con la realidad, mi organismo tiene que “conocer” o interactuar de algún modo con lo real para que tenga sentido mandar la información simbólica.
Objeción: ¿no parece que la cantidad de información que manejamos es muchísimo más alta que la necesaria para la eficacia biológica? El impresionante detalle con la que se nos presenta la información visual… ¿para qué tanta? ¿No hay una enorme inflación informacional?
Posible respuesta 1 : en la clásica carrera armamentística entre organismos luchando por sobrevivir, se perfeccionaron los sistemas perceptivo-cognitivos mucho más de lo que, a priori, pueda parecernos necesario. Si quiero transmitir mis genes, compito con otros, por lo que tanto al combatir con ellos como al competir por pareja he de ser el mejor, por lo que no hay techo en la mejora de cualquiera de mis facultades.
Pero no nos convence: ¿realmente otorga ventaja con mis competidores la nitidez  y riqueza de detalles con la que contemplo la realidad? ¿Qué ventaja me da ante otro tipo con el que me peleo por una hembra distinguir tres tonos de rosa más que él? Está muy bien saber calcular un poquito para sobrevivir pero… ¿para qué sistemas de ecuaciones no lineales? Está muy bien tener visión espacial pero… ¿resolver un cubo de Rubik? Está muy bien tener buena memoria pero… ¿memorizar más de cien mil dígitos de pi?
Posible respuesta 2: Como dijimos al principio de la entrada, mucho de este excedente podría deberse a efectos secundarios de adaptaciones. Por ejemplo, si tengo facultad para imaginar diversos futuros alternativos para escoger la mejor planificación de una acción determinada, también podré imaginar mundos fantásticos sin ninguna utilidad.
Algo mejor pero nos sigue rechinado: parece que en algunos caso podría ser esa la causa pero parece mucha causalidad que, prácticamente, todas nuestras capacidades cognitivas sean muchísimo más avanzadas que lo necesario para sobrevivir y reproducirse: demasiado léxico, demasiada gramática, demasiado cálculo, demasiada imaginación, demasiada cultura…
Creo que la psicología evolucionista todavía no tiene una explicación sólida al excedente de facultades cognitivas propio del ser humano. Recuerdo una entrada en la que hablábamos de cómo el psicólogo Geoffrey Miller intentaba explicar el tema referido al lenguaje humano, y que, al igual que ahora, no nos terminamos de convencer.

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¿Por qué tenemos tan pocos hijos?

Si los niños fueran traídos al mundo por un acto de razón pura solamente, 
¿seguiría existiendo la raza humana?
- Arthur Schopenhauer

Lesley Newson plantea en este artículo de This View Of Life un asunto verdaderamente interesante que es el de la reducción de la natalidad prácticamente en todo el mundo, fenómeno que viene ocurriendo desde hace unos dos siglos y que se conoce por el nombre de transición demográfica. También la revista Philosophical Transactions of the Royal Society  ha dedicado un número entero al tema del descenso de la tasa de fertilidad en el mundo desde un punto de vista evolucionista. El problema sería explicar por qué no estamos utilizando toda la riqueza que estamos generando para tener más hijos. Tradicionalmente, las familias más ricas han tenido más hijos que las pobres y han invertido su riqueza en prole. Actualmente, como se comenta en uno de los artículos de la revista, los super-ricos sólo tienen medio hijo más de media que el resto de la gente. Aparentemente esto es contrario a lo que dice la teoría de la evolución y necesitamos una explicación de este fenómeno.

Lesley plantea que en siglos anteriores la gente ha luchado por mejorar su fitness (traduzcámoslo libremente por éxito reproductivo) pero que ahora ya no lo hace y dedica su tiempo a otras muchas cosas que no es criar hijos. Revisa algunas explicaciones que se han dado de este fenómeno y las descarta, explicaciones como las siguientes:

  • antes no había tecnología para el control de la natalidad
  • antes las mujeres estaban oprimidas y se las obligaba a tener hijos
  • la religión enseñaba que había que tener hijos
  • antes los hijos eran necesarios para el trabajo en la granja, eran mano de obra y un bien, ahora son un gasto.
  • antes la mortalidad infantil era mayor..

Creo que Lesley hace bien en descartar algunas de estas explicaciones (por ejemplo, el descenso de la natalidad es anterior a la píldora) pero se precipita en otras. De todos modos, y aún reconociendo que hay muchos interrogantes y puntos oscuros sin aclarar en este tema, creo que Newson es demasiado pesimista y que con lo que sabemos acerca de la selección natural y la evolución cultural tenemos algunas ideas generales de por donde pueden ir los tiros. Aunque estamos lejos de haber explicado el fenómeno por completo, creo que no es tan misterioso. Voy a señalar varios aspectos que a mi modo de ver nos acercan a un entendimiento del problema.

El punto clave puede ser la confusión entre causas próximas y causas últimas o entre objetivos proximales y objetivos últimos. Creo que Lesley se equivoca cuando dice que la gente antes se dedicaba a mejorar la fitness y ahora no. La gente nunca se ha dedicado a mejorar la fitness directamente (salvo excepciones). Son los genes los que buscan su reproducción pero los individuos han buscado sexo, estatus, mano de obra, cuidadores para la vejez, etc. El efecto secundario de eso era una tasa de fertilidad más alta pero los individuos nunca han buscado directamente la fitness. Y lo que ha ocurrido en los últimos siglos es una desconexión entre los objetivos proximales (sexo y estatus por citar dos de los más importantes) y los fines últimos (la reproducción). Es más complicado explicar esta desconexión y luego hablaremos de ello, pero la gente sigue buscando sus objetivos proximales, como siempre, sólo que ahora esos objetivos no llevan a un aumento de la reproducción.

Una causa evidente de la desconexión de la que hablo es la píldora anticonceptiva. Ahora podemos buscar el sexo sin que vaya unido a la procreación. Pero coincido con uno de los lectores que comentan en el artículo de Newson que un sospechoso principal de esta situación es el estatus. El ser humano, al igual que otros primates, es una criatura ávida de estatus. El estatus se asocia a disponer de mejores recursos, mejores parejas, etc. y secundariamente lleva al éxito reproductivo. Ancestralmente señalábamos estatus de muchas maneras: siendo buenos cazadores, buenos cooperadores o altruistas, etc. Debido a los cambios culturales que hemos experimentado parece que la manera principal de señalar estatus es por medio del consumo y de la acumulación de riquezas. Ahora señalamos estatus con la casa, el coche, el iPhone, los tacones altos, la carrera universitaria, el número de países que hemos visitado en vacaciones, el cuerpazo que hemos trabajado en el gimnasio, etc. Y ocurre que todas esas cosas son incompatibles con los hijos. Hemos entrado en una especie de “carrera de armamentos” sin fin en la que cada vez hay que tener mas cosas para estar a la altura de los amigos y vecinos y nadie quiere ser menos que los demás. A este fenómeno se le llama “conspicuous consumption” (consumo ostentoso) y ya tiene antecedentes en época pre-industrial en lugares como Hawai y la Polinesia donde los jefes de tribu competían por ser el más generoso y hacer la fiesta más caras y costosas para sus súbditos  para demostrar así su prestigio.

Este problema es más claro en el caso de las mujeres. Quedarse en casa y criar hijos es algo que la sociedad, y las propias mujeres, valoran mucho menos que tener un trabajo o una carrera profesional y las mujeres se están encontrando con el problema de que perseguir una cosa implica renunciar a la otra. Todo nuestro estilo de vida y nuestro sistema económico hace que los hijos sean costosos, especialmente para las mujeres. Tan costosos que mucha gente no puede permitírselos. En las condiciones económicas actuales es muy complicado comprarse un piso y tener hijos. Si hacemos unas cuentas muy básicas vemos que los números para tener hijos no salen.

Una segunda explicación evolucionista puede venir de la mano de la llamada Life History Theory. Podemos tener muchos hijos e invertir poco en ellos o podemos tener pocos hijos e invertir mucho en ellos. Está claro que está ocurriendo lo segundo aunque la causa puede ser más oscura, de los hijos hoy en día ya no sólo esperamos que estudien una carrera sino también masters, varios idiomas, etc. y no salen al mundo hasta los 30 años. La explicación tradicional para escoger una de las dos estrategias es que el ambiente sea más o menos predecible. Cuando el ambiente no es predecible se aumenta la descendencia y se invierte menos en ella mientras que si es más seguro y predecible se reduce la descendencia y se invierte más. Creo que los datos de los últimos siglos indican un ambiente más predecible (por lo menos en Occidente). Desde la revolución industrial ha ido mejorando el acceso de la población a comida, servicios de salud, educación, servicios sociales, etc. así como una mayor estabilidad política y social en general. 

Por último, para explicar este desajuste entre las conductas próximales que eran adecuadas en un ambiente ancestral y no lo son ahora tenemos el concepto de estímulo supernormal, de Tinbergen. Es el caso de pintar unos huevos de color más azul que los huevos reales de una especie de pájaros y éstos se dedican a incubar esos huevos falsos en vez de sus propios huevos. Estamos rodeados de estímulos supernormales: los donuts de chocolate, la pornografía, programas de TV como Gran Hermano. En el caso que estamos hablando el estímulo supernormal puede ser el estatus, el trabajo y su consideración económica y social. Pero en el futuro puede que nos esperen otros como los robots sexuales. Podría ocurrir que unos robots sexuales muy atractivos capaces de ofrecernos no sólo placer sexual sino  cariño emocional sean más atractivos para la gente que las personas de verdad, y eso también llevaría a una reducción de la fertilidad.

Bueno, es un tema para debatir largo y tendido pero mi apuesta va por una desconexión entre los objetivos proximales y distales producida por el cambio cultural (un conflicto genes-memes), con el resultado de que los objetivos proximales están ganando la partida a los distales. El que quiera aportar sus puntos de vista puede hacerlo en los comentarios.

@pitiklinov


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9 may 2016

Narcisismo social


Me resulta familiar:
El narcisismo, en términos clínicos, debe considerarse como una patología del cuerpo que la vida social posmoderna tiende a fomentar. Y como trastorno de la personalidad tiene su origen en un fracaso de la confianza básica ocurrido en la infancia: el niño no logra reconocer satisfactoriamente la autonomía de su principal cuidador y se siente incapaz de establecer sus propios límites psíquicos, alternando los sentimientos de omnipotencia y los de vacío y desesperación. Si esos rasgos persisten en la edad adulta, configura un tipo de individuo dependiente de los suministros afectivos de los demás para mantener la autoestima y con dificultades para adecuarse a los riesgos de la vida actual. Tal prototipo es frecuente en la sociedad posmoderna, a lo que ha contribuido el aumento de los llamados «padres tóxicos», que tienden a rechazar las diferencias individuales de los hijos, desprotegiéndolos y haciéndolos por ello dependientes. Esos hijos serán luego narcisistas, para quienes lo más importante son ellos mismos, organizando sus vidas de un modo egocéntrico y hedonista. Tratan de expansionarse cuanto pueden, de disfrutar al máximo, de ser permanentemente jóvenes, estar sanos, ganar dinero y comprar mucho. Pero esto no les asegura la permanente autogratificación, pues el narcisismo se asienta sobre el debilitamiento o la pérdida de identidad del yo, que a menudo se siente invadido por una fuerte sensación de vacío. 
(...) Retraída socialmente, mucha gente está necesitada de intimidad, de una intimidad que, por otra parte, se ofrece entre muy diversas posibilidades. Los clubes de corazones solitarios, las citas registradas por Internet o las secciones de contactos en periódicos y revistas demuestran que es posible una elección plural para las relaciones íntimas, pero también que la incomunicación es un hecho.
(...) El individuo posmoderno trata de compensar la apatía y el vacío derivados del retraimiento social intensificando la esfera de lo privado, de lo personal, mirándose permanentemente el ombligo y buscando siempre la propia verdad. Cada cual se ocupa fundamentalmente de sí mismo y no se compromete fácilmente con nadie (...).
Todo el interés de un individuo gira en torno al presente inmediato: pretende mantenerse perpetuamente joven, no soporta el dolor ni la enfermedad, teme la vejez y niega la muerte. (...) Se siente libre y dueño de sí mismo, sin percatarse de que en realidad está sometido a una serie de imposiciones institucionales y a un sistema de modelos que le incita a la imitación y le inhibe la creatividad. De este modo, se va adecuando a un entorno fragmentario aunque cohesionado, empapándose del llamado narcisismo social. La lógica del mercado y la cultura de masas hacen que los individuos se ocupen sobre todo del consumo de productos flexibles y antagonizables, destruyendo sus pautas de sociabilidad y dispersándolos. Y los individuos se retraen sobre sí mismos, trabajando, relajándose, haciendo deporte, viajando sin objetivos definidos, oyendo música frenéticamente, buscando amor o sexo sin compromiso, consumiendo lo que sea.  

Enrique González Duro, 2005
El riesgo de vivir: las nuevas adicciones del siglo XXI.


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8 may 2016

¿Respetar las creencias?


Uno de los argumentos más utilizados, aunque manifiestamente erróneos, por parte de todos los creyentes es el del "respeto".  Ante cualquier crítica y cuando el piadoso queda sin argumentos, algo que siempre ocurre más temprano que tarde, los supersticiosos queman su último cartucho: "respeta mis creencias" como forma de dar por finalizada y ganar la discusión.

Sin embargo, y dejando de lado de que en una democracia no puede haber nada a salvo del escrutinio, de la crítica (sobre todo como refleja la imagen de la izquierda) y si me apuran de la mofa, este es quizás el argumento más erróneamente manifiesto de todos los que llevan usando los acólitos en cualquier dios desde tiempos inmemoriales.

Y esto es así porque las opiniones hay que respetarlas únicamente porque son subjetivas. Así por ejemplo nadie tiene nada que objetar si una persona comenta que le gusta el color rojo o el verde, la pizza o la paella o es seguidor del Real Madrid o de Boca Juniors.  Ahora bien, en cuestiones objetivas, es decir aquellas que pueden ser probadas o refutadas no hay y nunca puede haber "respeto" o consideración ningunos, ya que en ese caso sólo hay verdad o falsedad puesto que existen datos científicos que apoyan una u otra opción. 

Un ejemplo de esto sería el que alguien afirmara tajantemente que los burros vuelan. Ante este despropósito intelectual cualquiera podría argumentar que eso es imposible, puesto que la fisiología de los pollinos, junto con las leyes de la gravedad y la aerodinámica les incapacitan para volar, salvo que lo hagan en un avión de carga. Es decir, ante esta afirmación tan disparatada como errónea nadie está en la obligación de mostrar respeto, sino que cualquiera puede criticarla e incluso mofarse de una persona tan irracionalmente estúpida que ante las pruebas en contra sigue aferrada a su "creencia" asnal, nunca mejor dicho.

Pues eso mismo ocurre cuando, a estas alturas del siglo XXI, el respectivo creyente de turno presenta como "prueba racional" de la existencia de un dios nada más y nada menos que el argumento del Primer Motor de Tomás de Aquino, tal y como ha ocurrido recientemente en mi canal de Youtube. Como le he contestado al pobre cristiano que parece ser que desconoce la Wikipedia, desde el siglo XIII (fecha del susodicho tratado teológico de este padre de la iglesia) el conocimiento ha avanzado indescriptiblemente, dejando esta tan simple y errónea argumentación (como no podía ser de otra manera, puesto que los católicos nunca se han caracterizado por mucha altura intelectual) en el descrédito más absoluto. 

Es más, en estos dos últimos siglos la impresionante diversidad de estudios realizados en los más diversos campos del conocimiento: historia, psicología, neurociencia, antropología, psiquiatría e incluso economía han explicado desde diversos prismas y hasta la saciedad como ha surgido, se ha desarrollado y se mantiene el complejo y fascinante (por supuesto sólo desde el punto de vista científico) mundo de la religión.

Y ya para terminar recalco que el consejo que le he dado al creyente es aplicable a todos los religiosos que todavía siguen aferrados a los mitos de algunos de nuestros ancestros más ignorantes: por favor que estudien algo de ciencia posterior al siglo XV y así dejarán de escribir en foros y webs esas estupideces medievales, ya que es bueno recordar que en Internet quedan para la posteridad como prueba de la manifiesta ignorancia y profunda estupidez de esos siempre tan particularmente alucinados miembros de los diversos rebaños religiosos.

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6 may 2016

Fragmentos Sobre el Amor de CARL GUSTAV JUNG

EXPLÍCITAMENTE, CARL GUSTAV JUNG ESCRIBIÓ MUY POCO SOBRE EL AMOR; SIN EMBARGO, A LO LARGO DE SU OBRA ES POSIBLE ENCONTRAR DESPERDIGADAS SINGULARES PERLAS AL RESPECTO QUE NOS AYUDAN A COMPRENDER SU NATURALEZA PROBLEMÁTICA


Que el amor es un problema se trata de una afirmación que puede entenderse en varios sentidos, pero quizá el más adecuado de todos los posibles sea mirarlo como un asunto que implica dificultad y que requiere de nuestra atención y nuestros recursos para resolverlo.

Un problema que, además, ocurre en al menos dos grandes esferas, la social y la subjetiva, la cultural y la psíquica: por un lado, la idea del amor está moldeada por cientos y cientos de años de civilización y cultura, por los afluentes disímiles de la sexualidad, la moral, la religión, el derecho, la familia, el arte y otras muchas instituciones sociales que dan marco a la idea de "amor" y de esa manera ofrecen al sujeto, paradójicamente, la dificultad de amar. Del otro lado, subjetiva y psíquicamente el individuo recibe esto y en algún momento de su existencia, en el mejor de los casos, encuentra y construye su posibilidad de amar con lo que le es dado y le fue posible tomar. Esta tensión entre subjetividad y cultura es indisociable del amor y, en buena medida, está en el origen de la consideración y la experiencia del amor como un problema.

Una evidencia bastante sencilla para sustentar la naturaleza conflictiva del amor, más allá de lo que todos podemos aportar al respecto, está en todas las páginas y la tinta que desde siempre se han gastado para intentar explicarlo o entenderlo. Desde El banquete de Platón (al menos en Occidente) hasta un libro al que últimamente hemos aludido con frecuenciaLa agonía del Eros, de Byung-Chul Han, hay más de 20 siglos de esfuerzo intelectual en torno al amor, una generación después de otra relevándose en el intento de desanudar la madeja del vínculo amoroso y sus particularidades.

Entre estos trabajos y pensadores se encuentra uno que aunque destacó magistralmente en la investigación de los asuntos de la psique, según sus comentadores dedicó poco al problema del amor. Esto, al menos, explícitamente. Hablamos de Carl Gustav Jung, probablemente el discípulo más adelantado de Sigmund Freud y, ya fuera de la égida del maestro, uno de los más brillantes exploradores de la mente humana.

Acotábamos ese “explícitamente” porque, en términos generales, del psicoanálisis podría decirse lo mismo que Borges dijo del ajedrez y de su jardín de senderos que se bifurcan: por momentos puede parecer que en psicoanálisis no se habla nunca de amor porque en realidad todo el tiempo se está hablando de amor, el amor es el gran tema del psicoanálisis. Lo más obvio a veces es lo que más nos pasa por alto. La singularidad de este discurso, esta forma de hablar del amor, quizá podría ser que la perspectiva de esta disciplina sobre el amor es amplia, casi a la manera dantesca del amor como una suerte de élan vital que se encuentra en todo lo que hacemos, desde el amor que damos a una persona hasta el amor que ponemos en nuestro trabajo o en esas actividades que por cotidianas parecerían que están exentas de amor, pero no es así: regar una planta, ver a un amigo, cocinar, incluso limpiar nuestra casa o bromear con un compañero de trabajo.

Jung, aun siendo un ángel rebelde del psicoanálisis, comparte parcialmente dicha aproximación al amor. Los fragmentos aquí reunidos provienen de un tomo editado por Trotta en febrero de 2011 que, como decíamos, no es propiamente un trabajo que Jung dedicó al amor, sino más bien una colección de párrafos tomados de distintos escritos y que lo tienen como un eje común en torno al cual orbitan, como astros en apariencia distantes pero unidos invisiblemente por la misma fuerza de atracción. 

 *** ***
El amor es siempre un problema, con independencia de la edad de la persona de quien se trate. En la etapa de la infancia el problema es el amor de los padres; para el anciano el problema es lo que ha hecho con su amor.

El problema del amor se me aparece como una montaña monstruosamente grande que con toda mi experiencia no ha hecho más que elevarse, precisamente cuando creía casi haberla escalado.

El problema del amor pertenece a los grandes padecimientos de la humanidad, y nadie debería avergonzarse del hecho de tener que pagar su tributo.

El amor verdadero establece siempre vínculos duraderos, responsables. Necesita libertad sólo para la elección, no para la realización. Todo amor verdadero, profundo, es un sacrificio. Se sacrifican las propias posibilidades o, mejor dicho, la ilusión de las propias posibilidades. Si no requiere este sacrificio, nuestras ilusiones evitarán que se establezca el sentimiento profundo y responsable, con lo que se nos privará también de la posibilidad de la experiencia del verdadero amor.

El amor tiene más de una cosa en común con la convicción religiosa. Mal caballero de la dama de su corazón es quien se echa atrás ante la dificultad del amor. El amor se comporta como lo hace Dios: ambos se entregan sólo a su servidor más valiente.

Es la incapacidad de amar la que roba al hombre sus posibilidades. Este mundo solamente es vacío para aquel que no sabe dirigir su libido a las cosas y personas para hacérselas vivas y bellas. Lo que, por tanto, nos obliga a crear un sustituto a partir de nosotros mismos no es la carencia exterior de objetos, sino nuestra incapacidad de abrazar amorosamente algo que está fuera de nosotros.

La implicación del amor en todas las formas de vida, en la medida en que es general, es decir, colectiva, constituye la menor dificultad en comparación con el hecho de que el amor es también, eminentemente, un problema individual. Esto quiere decir que pierden su validez cualquier criterio y regla general.

Seguramente nos agobien las dificultades de la vida y las contrariedades de la lucha por la existencia, pero tampoco las situaciones externas muy difíciles pueden obstaculizar el amor, por el contrario, pueden estimularnos a realizar los esfuerzos más grandes. Las dificultades reales no podrán nunca reprimir la libido de forma tan duradera como para que surja una neurosis.

El amor libre sólo sería posible si todos los seres humanos fueran capaces de los máximos esfuerzos morales. Pero la idea del amor libre no se ha inventado con esa finalidad, sino para hacer parecer fácil algo difícil. Propias del amor son la profundidad y la sinceridad del sentimiento, sin las que el amor no es amor sino mero capricho.

Es muy difícil para un hombre racional admitir qué pasa realmente con su Eros. Una mujer no tiene mayor dificultad en reconocer que el principio de su Eros es el estar vinculada, pero a un hombre, cuyo principio es el Logos, se le hace muy difícil.

Aquí se trata de lo más grande y de lo más pequeño, de lo más lejano y de lo más cercano, de lo más alto y de lo más hondo, y nunca puede decirse una cosa sin la otra. Ninguna lengua se encuentra a la altura de esta paradoja. Sea lo que sea que pueda decirse, ninguna palabra expresa la totalidad.

Los hombres pueden andar con mujeres de la vida alegre y no obstante insistir en su propia corrección; y las mujeres pueden escaparse con auténticos diablos y sostener sin embargo que son esposas fieles. Nos tenemos que resignar al hecho de que el mundo es muy serio y, al mismo tiempo, muy ridículo.

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