¡vaya timo! Una nueva investigación dice que es un invento posterior a la rueda
Investigaciones de los últimos años habían dado con un extraordinario hallazgo en la saliva del beso. Afirmaban que, la del hombre, contiene testosterona (más o menos cantidad según el besador) y que los niveles de esta hormona servían a la mujer para detectar un buen macho reproductor, y elegirle —o no— como pareja.
A más testosterona, mejor calidad de amante, decían. Helen Fisher está entre las defensoras de esta grimosa hipótesis según la cual el hombre, en el beso, “inyecta testosterona en la boca de la mujer” y ella evalúa si está ante un buen candidato reproductor. Para Fisher el beso sería un “test biológico de aptitudes” , como si recogiéramos con la lengua una muestra clínica y la saboreáramos antes de decidir.
La teoría de Fisher explicaba asuntos estadísiticos como el de que las mujeres se recrean más en los besos que los hombres, y que damos más puntos al amante si besa bien. Hasta que un macro estudio antropológico de la universidad de Nevada acaba de quitarle al beso su peso selectivo.
El punto de partida del estudio es este: si el beso es una herramienta de selección sexual en nuestra especie, entonces debería ser universal. Me explico con un ejemplo: el culo rojo de las hembras de los papiones es rasgo de selección sexual en su especie, y todas las hembras tiene el culo más o menos rojo y abultado.
¿Es, entonces, el beso romántico, universal en los humanos? Este es el título del paper publicado en la revista American Anthropologist. “¿Todo el mundo besa?”, se preguntan. Leo el texto, y la respuesta es “No”. El beso, parece, fue un invento, de éxito masivo en Occidente, y vino después del fuego y la rueda.
El beso está presente en menos del 50% de las culturas
Los antropólogos de la Universidad de Nevada han estudiado 168 culturas alrededor del mundo, y han encontrado que en menos del cincuenta por cierto se juntan bocas y lenguas como expresión de amor, o para condimentar el sexo.
“El beso sexual romántico está presente en un minoría de las culturas estudiadas (46%)”. El estudio añade que: “Hay una fuerte correlación entre la frecuencia del beso sexual romántico y la complejidad de la sociedad estudiada: cuanto más compleja es la cultura, mayor es la frecuencia del beso”.
¿Quién lo inventó?
Si el beso no es algo universal, alguien debió inventarlo. Vaughn Bryant, antropólogo de la Universidad de Texas A & M, rastreó la historia documentada hasta dar con el que parece fue el primero, o, por lo menos, su precursor. Según Bryant las escrituras Védicas de alrededor de 1500 aC mencionan la práctica de “olfatearse con la boca”. Cerca de 500 años después, el poema épico Mahabharata ya contenía referencias a besar en los labios. Dice un verso: “Ella puso su boca sobre mi boca e hizo un ruido, y esto me produjo gran placer” .
En el Kama Sutra se hincharon a describir besos (principios del siglo V dC). Y siempre según Bryant, fue Alejandro Magno —y sus ejércitos— quien propagó besos por el mundo. Grecia, Roma, Europa… Y hasta hoy. El invento parece que funciona.
Y así, el recreo de las bocas en el sexo ha dejado de ser, científicamente, un afinado test biológico con recogida de muestras, y ahora se asemaja más a ir al cine: cabe la posibilidad de que la peli sea un tostón, o una auténtica obra de arte que recomiendes a los amigo(a)s, igual que el beso romántico.
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