Cuando no haya ni rico ni pobre, cuando el famélico ya no tenga que mirar envidiosamente al saciado de comida, la amistad natural podrá renacer entre los hombres, y la religión de la solidaridad, hoy asfixiada, tomará el lugar de esta religión vaga que dibuja imágenes huidizas sobre los vapores del cielo. La revolución cumplirá más que lo prometido; ella renovará las fuentes de la vida limpiándonos del contacto impuro de todas las policías y nos librará finalmente de las viles preocupaciones por el dinero que envenenan nuestra existencia. Será entonces que cada uno podrá seguir libremente su camino: el trabajador cumplirá la tarea que le convenga; el investigador estudiará sin prejuicios; el artista no prostituirá más su ideal de belleza por su sustento y en adelante todos amigos, podremos realizar concertadamente las grandes cosas entrevistas por los poetas.
Élisée Reclus, 1892
(prólogo a La conquista del pan de Piotr Kropotkin).
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