Hoy en día, la expresión “es mediocre” es una de las peores que se pueden usar para definir a un producto, un proyecto o una persona. Todo lo gris y lo fallido, lo que no tiene brillo, se adscribe al calificativo de mediocre.
Muchas de nuestras acciones, tanto las que hacemos para ser brillantes como lo que hacemos para evitar ser tildados de pertenecientes al montón, están pensadas para alejarnos del campo de la mediocridad.
Groucho y Dumont |
En una película de los hermanos Marx, la actriz Margaret Dumont le dice a Groucho después de que le haga una perrería: “¡Usted es un hombre horrible!”, a lo que él responde: “Un momento, señora. ¿Comparado con quién?”
Este es el quid de la cuestión
Mediocre, comparado con quién
La mediocridad exige siempre un término de comparación: y ese término suele estar en nuestro entorno. Dada la ubicuidad de las comunicaciones, en cualquier cosa que hagamos vamos a encontrar ejemplos de excelencia a nivel mundial.
Si te pones a programar, en un par de clics puedes encontrar ejemplos de programadores geniales que llevan programando desde que tienen uso de razón y a los que difícilmente te acercarás nunca en expertismo. Si empiezas a dibujar o pintar, tienes delante de ti toda la historia de la pintura mundial para ponerte en tu sitio; o puedes ir a una academia y compararte con otros compañeros; no de nivel mundial, pero sí expertos que te harán sentir inferior sin ni siquiera proponérselo. ¿Eres bueno jugando al ajedrez? Quizá con tus amigos y en tu barrio o en tu club, pero prueba a participar en un torneo a nivel nacional para sentir que eres un principiante al lado de los verdaderos maestros.
No importa el campo de actividad humana que elijas; cuando empieces y cuando lleves años de práctica, vas a poder sentirte mediocre con mucha frecuencia. Si quieres obviar el dato, solo lo podrás hacerlo aislándote en una burbuja donde no interacciones con gente que haga lo mismo que tú. Quizá en una disciplina muy concreta y en un entorno muy cerrado puedas sentirte, no digo ya el rey de la montaña, sino un jugador, programador, pintor, bailarín o trabajador competente.
La mediocridad es el modo inicial y por defecto del ser humano
Así que ahora que ya hemos descubierto y aceptado que seremos siempre comparativamente mediocres, y que nuestra presunta excelencia seguramente palidecerá ante muestras presentes y futuras de expertos más expertos que nosotros, veamos qué actitud podemos tomar ante este hecho incómodo de la existencia:
- Cualquiera que empieza a hacer algo nuevo es mediocre. Aceptar la mediocridad al principio es la única forma de aprender algo. O cejaras en el empeño muy pronto.
- Después de años de practicar algo, vas a encontrar ejemplos de personas que son mucho mejores que tú o que aprendieron lo mismo en mucho menos tiempo o con más facilidad. Los seres humanos somos tan diversos que hay siempre gente que aprende cosas más rápidamente y con menos esfuerzo. Siempre será así. Repite conmigo: “soy mediocre y siempre que esté vivo lo seré”.
- Los errores son síntomas de mediocridad, pero también prueba de que estás empujando tu frontera de posibilidades vitales. Estás embarcándote en un proyecto que te queda grande, eres un “quiero y no puedo”. Bravo. Quizá estés aprendiendo algo.
- La actitud experimental, base del cambio y el crecimiento, solo puede ir de la mano de una tolerancia instrumental de la mediocridad. Siempre serás mediocre en la mayoría de las cosas; solo en unas pocas podrás dejar de serlo, al menos un poco. Vive con ello.
Adopta una mentalidad de crecimiento y no una mentalidad fija
Quizá lo más importante para vencer el miedo a la mediocridad sea elsacar al ego de la ecuación: no estar pendiente constantemente de lo que tus resultados dicen de ti, de tu valía, de tu carácter, de tu valor como persona. Así que será mejor que te fijes en lo que quieres conseguir, y en lo que consigues, para acercarte más a lo primero. No uses tus acciones para apuntalar el ego.
La mentalidad fija es la mentalidad que va asociada a una concepción frágil del ego: lo que obtengo en un momento dado es un signo inequívoco de mi potencial y del concepto que tengo que tener de mí mismo. Digo que es frágil, porque depende de los términos de comparación. Y porque cualquier error o fracaso es una prueba de que no eres bueno o que si te creías bueno quizá no lo seas tanto.
Para el que vive en una mentalidad fija, la mayor prueba de mediocridad es que las cosas no le salgan fluidas o que tenga que esforzarse mucho para dominar algo. Cuanto más se esfuerza, mayores las pruebas de mediocridad. El mayor elogio para alguien que vive en una mentalidad fija es: “eres inteligente” o “eres brillante” o “esto se te da bien”.
La mentalidad de crecimiento es la que considera los recursos personales, la inteligencia entre ellos, como una variable, no una cantidad fija. De esta manera no podemos decir “soy inteligente” sino “estoy siendo inteligente” (en un momento, lugar y para una actividad determinada). Los errores no son más que señales de que hay que cambiar el rumbo o intentar una meta de otra manera.
El mayor elogio para alguien que vive en una mentalidad de crecimiento es: “te has esforzado mucho”, o “en esta ocasión has hecho esto y eso con éxito para conseguir aquello o lo otro”. El esfuerzo, la frustración temporal, las dificultades, son un síntoma natural de que estás avanzando o aprendiendo algo. La facilidad no es más que repetición de lo que ya haces bien, no un signo de brillantez personal.
En resumen, ¿cuál es el poder de aceptar la mediocridad?
Te libera para equivocarte con gracia, te quita el lastre del cuidado continuo de la imagen personal de cara al exterior y ante ti mismo; pone el foco en lo que importa: lo que haces y su relación con los resultados que obtienes; y te ayuda a cultivar una sana y chispeante mentalidad experimental.
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