La culpa es un sentimiento que nuestra sociedad nos enseña a sentir en lugar de la responsabilidad; esto puede deberse a una férrea educación religiosa, o incluso a nuestra cultura moldeada en gran parte por valores judeo-cristianos, que, como sabemos, no son los más amigables con respecto al sexo. Sin embargo, lo que mueve la culpa respectiva de hombres y mujeres difiere claramente.
Un estudio publicado en Archives of Sexual Behavior donde investigadores de la Universidad de Texas en Austin analizaron las culpas que hombres y mujeres experimentan con respecto al sexo.
En el caso de las mujeres, las culpas más frecuentes fueron:
* Perder su virginidad con la pareja incorrecta (24%)
* Haber engañado a su pareja presente o una pareja pasada (23%)
* Moverse demasiado rápido al terreno sexual (20%)
Por su parte, las culpas más comunes de los hombres fueron:
* Fallar al hacer un avance sexual en una posible pareja (27%)
* No haber sido más intrépido sexualmente cuando era más joven (23%)
* No haber sido más intrépido sexualmente cuando era soltero (19%)
Estas “culpas sexuales” no hacen sino reflejar las expectativas sociales que el entorno confiere a hombres y mujeres: mientras se espera que las mujeres sean reservadas y pacientes con respecto al sexo, de los hombres se espera que tengan todo el sexo que puedan. Se espera, además, que el hombre tenga la iniciativa con respecto al sexo, mientras de la mujer se espera que elija “correctamente.”
Probablemente todos hemos experimentado algún tipo de culpa sexual, del tipo “quisiera haber sabido lo que sé ahora cuando comencé a tener sexo”, pero en nuestros días también experimentamos un cambio de paradigma: un cambio que hace que la culpa sea sustituida por responsabilidad. Las mujeres pueden tener la iniciativa sexual y los hombres pueden esperar.
La Culpa Sexual
Nuestra cultura está saturada por la vergüenza y la culpa sexual, a veces es demasiado obvia (por la religión o las bromas gay o las bromas misóginas), pero gran parte de la culpa es implícita y sutil. La vergüenza sexual ocurre en cualquier momento en que nos sentimos incómodos, indignos o inmorales en nuestros pensamientos, sentimientos o acciones sexuales.
Así que si decirle a una mujer que se ve sexy en un vestido te parece inapropiado, o si una mujer al querer tener sexo en la primera cita se siente como una “fácil”; o el querer besar a una persona que acabas de conocer te hace sentir mal o como algo inmerecido, lo más probable entonces es que estés sufriendo de algún tipo de culpa sexual.
La culpa sexual nos inhibe. Nos frena en nuestras interacciones románticas. Nos hace dudar cuando queremos besar o acercarnos a alguien. Nos hace sentir que tenemos que ganar o merecer tener sexo con alguien. Nos hace sentir culpables por expresar nuestros deseos sexuales, lo que nos lleva a reprimirlos y a experimentarlos indirectamente a través de la pornografía u otros sustitutos. Nos mantiene encerrados en nuestro cuarto, en Internet, viendo TV o en frente de videojuegos, en lugar de salir a compartir un momento cálido y cercano con alguien más.
Si eres de las personas que se ha enfrentado en el pasado con el famoso “friendzone”, o que frecuentemente las mujeres u hombres pierden interés en ti después de una o dos citas, o eres de las personas que es incapaz de llevar tus relaciones a un lugar más estable, lo más seguro es que no existe una claridad suficiente en tu propio interés sexual y por lo tanto la expresión de tu sexualidad no fluye libremente. Es muy probable que estas sufriendo de un cierto grado de culpa sexual y puede que ni siquiera te hayas dado cuenta.
Las mujeres sufren de culpa sexual en nuestra cultura más que los hombres. Casi todas las mujeres tienen un miedo constante a parecer demasiado “fácil” o “aventada” o a no ser lo suficientemente inhibida para ganar el respeto de un hombre. Estas expectativas refuerzan la idea de que la sexualidad de la mujer es de alguna manera mala o peligrosa o no de fiar. Como resultado, muchas mujeres viven con un exceso de ansiedad en torno a sus inquietudes y terminan por desconfiar de los hombres y sus intenciones.
Algunos hombres y mujeres con mucha culpa sexual se tornan compulsivos y actúan sobre sus impulsos a pesar de que esto no es saludable o no le viene bien a su interés superior.
¿De dónde viene la culpa sexual?
Como la mayoría de nuestros arraigos sexuales y emocionales, la culpa sexual se nos inculca durante toda nuestra vida, en particular en nuestra niñez. La culpa sexual puede ser generada por nuestra familia, nuestra comunidad, la cultura pop y la sociedad en general. Las experiencias negativas en la adolescencia con personas del sexo opuesto también pueden desencadenar un mucha culpa y vergüenza sexual, además de problemas con nuestra auto-imagen al entrar en la edad adulta.
Algunos ejemplos de fuentes de culpa sexual son :
-Cuando eras niño/a, tu mamá o papá te castigaban por tocar o reconocer tus genitales, negándote la posibilidad de experimentar y explorar tu cuerpo.
-La educación religiosa donde el sexo es demonizado y conceptualizado como inmoral o incorrecto.
-Los niños educados con una influencia feminista radical a los que se les reprime el expresar sus deseos sexuales con respeto, honestidad, seguridad y confianza por el hecho de que puedan resultar ofensivos e irrespetuosos. En este tipo ambientes se pueden desarrollar sentimientos de intimidación ante las mujeres.
-Las mujeres que son educadas en creer que la expresión de su sexualidad las convierte en “fáciles” y que no serán respetadas si permiten el contacto físico.
-Una madre emocionalmente ausente o asfixiante que refuerza en el subconsciente del niño que no ha hecho nada para merecer el amor y el afecto de las mujeres, es decir, que es indigno. A menudo, esto se transfiere en pena al expresar el deseo por el sexo y el afecto. Lo mismo sucede con un padre ausente o asfixiante con las niñas.
-Programas de televisión o caricaturas donde los hombres son avergonzados por insinuarse a las mujeres o por expresar su sexualidad abiertamente. La cultura pop, donde las mujeres son avergonzadas por ser demasiado abiertas en sus deseos.
-El rechazo consistente o brutal de niños/niñas, sobre todo en la adolescencia. Las burlas e intimidación pueden causar problemas de autoestima que conducen a la culpa sexual, o una sensación de no merecer afecto.
-Experiencias traumáticas, abuso sexual, asalto sexual, violación, tanto personal o de sus seres queridos/cercanos
-Y la lista sigue y sigue.
Como la mayoría de la culpa, la culpa sexual no suele ser experimentada conscientemente o por lo menos no se reconoce conscientemente, sino que se experimenta a través de la ansiedad, negación, evitación, el enojo y la vergüenza.
La manera de liberarse de la culpa sexual es exponerla. Se expone la vergüenza al expresarla y experimentarla. Cambiar la narrativa del sexo individual y culturalmente parece ser el siguiente paso de nuestra sociedad.
El filósofo contemporáneo Alain de Botton escribe en su nuevo libro How to Think More About Sex
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“Pese a nuestros mejores esfuerzos por limpiarlo de sus peculiaridades, el sexo nunca será simple o bueno en las formas que quizás quisiéramos que lo sea. No es fundamentalmente democrático o generoso; está entreverado de crueldad, transgresión y el deseo de humillación y subyugo. Se niega a quedarse quieto sobre el amor, como debería. Aunque intentemos domarlo, el sexo tiene la tendencia recurrente a desatar el caos en nuestras vidas: nos lleva a destruir nuestras relaciones, amenaza nuestra productividad y nos motiva a desvelarnos en clubes nocturnos hablando con personas que no nos gustan pero de quienes sin embargo deseamos ardientemente tocar sus partes medias. El sexo permanece en un absurdo y quizás irreconciliable conflicto con algunos de nuestros compromisos y valores más altos. No es tan sorpresivo que no tengamos opción más que reprimir sus demandas la mayor parte del tiempo. Debemos de aceptar el sexo como inherentemente raro en vez de culparnos de no responder de manera más normal a sus impulsos conflictivos.
Esto no es por decir que no debemos tomar pasos para volvernos más sabios sobre el sexo. Simplemente deberíamos de darnos cuenta de que nunca podremos superar completamente todas las dificultades que nos arrojará. Nuestra mejor esperanza debe de ser un estado de cómodo respeto con un poder anárquico y temerario.”
En la actualidad, de la mano de la explosión de las tecnologías de la información, estamos inundados de información, como nunca antes en la historia, sobre el sexo. Estamos a un par de clics de ingresar a un foro de sadomasoquismo, de encontrar información sobre cómo elevar nuestro kundalini a través de la cópula o de un artículo científico sobre lo que le sucede a nuestro cerebro cuando tenemos un orgasmo, por decir cosas ya bastante mainstream. Pero esta aparente apertura no necesariamente se traduce en conocimiento –la información puede transformarse en conciencia, pero necesita de un proceso de asimilación que nuestra cultura en muchos casos no provee. Uno de los asuntos más apremiantes en torno a una sexualidad relativamente sana, es lo que Alain de Botton menciona: la aceptación de que el sexo, experimentado a través de nuestra diversa individualidad, no es normal, ni debiera serlo –¿por qué copular como copulan los demás y no como nosotros lo haríamos surgiendo en la espontaneidad del instante? La presión cultural de conformarnos a una imagen corporal y a una conducta sexual establecida con su constante bombardeo mediático es una fuente de malestar que suele bloquear, como un caso de congestión psicosocial, nuestra capacidad de explorar nuestra sexualidad libremente y encontrar la paz que trae la aceptación de la peculiaridad inherente. No es que pensemos demasiado sobre el sexo, es que lo hacemos de manera equivocada.
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