¿Es posible la existencia de un blog macropesimista, vale decir, centrado en aquellos aspectos negativos de la sociedad que podemos analizar pero apenas cambiar, y al mismo tiempo microoptimista, es decir, que dé cabida asimismo a aquellos aspectos de nuestras vidas individuales que por el contrario sí podemos y debemos potenciar, desde el simple acto de hablar entre nosotros con alegría y generosidad hasta practicar y proponer modos de vida alternativos? Sin duda es posible, o tiene que serlo, aunque no sea lo más habitual. Véanse si no algunos blogs que seguimos, o este mismo, sin ir más lejos. ¿Todo ese pesimismo racional es inevitable, lo normal si tenemos en cuenta el pésimo estado del mundo, parafraseando a Saramago, o es también el resultado personal de haber perdido o, cuando menos, de no haber sabido reflejar en nuestros escritos la alegría de vivir y la inocencia de cuando éramos pequeños? ¿Cuántos autores o lectores de blogs como este estarán padeciendo o habrán padecido recientemente algún cuadro moderado de depresión y/o ansiedad, habitual ya en dos de cada diez personas, en parte como consecuencia de nuestro pesimismo mal dirigido?
El pesimismo mal dirigido (o micropesimismo, esto es, la pérdida de esperanza e ilusión en nosotros mismos, en lo pequeño y cotidiano) puede ser tan pernicioso como el optimismo mal dirigido (o macrooptimismo, es decir, seguir esperándolo casi todo de aquellas personas e instituciones que por sus roles sociales y tamaño solo pueden agravar la situación). ¿Hasta qué punto un escritor o una escritora son responsables del estado de quietud e inquietud que puedan estar causando en sus lectores? Tal vez sea posible ser una persona activa y optimista en la «vida real» y pesimista en la vida virtual, pero ¿no estarán como algunos blogs, que generalmente administrados por hombres de mediana edad, sobrerrepresentando el lado pasivo y analítico de la vida en detrimento de su lado proactivo y sintético, y por lo tanto conduciendo a algunos de nuestros congéneres a un grado cada vez más alto de alienación e infelicidad? Ojalá me equivoque («cree el ladrón que todos son de su condición»), pero por si acaso, valga este post, al menos en la intención, para sacar a la luz los posibles sesgos de un servidor, los cuales podrían estar ocultándonos otros enfoques complementarios, así como para ir construyendo poco a poco un blog más realista en todos los sentidos, con los mismos intereses que hasta ahora pero sin olvidar que todo esto no son más que palabras y que lo que de verdad importa somos tú, yo, nuestros allegados y los que áun están por llegar. Las ideas deben estar para servir a las personas, y no al revés.
El pesimismo mal dirigido (o micropesimismo, esto es, la pérdida de esperanza e ilusión en nosotros mismos, en lo pequeño y cotidiano) puede ser tan pernicioso como el optimismo mal dirigido (o macrooptimismo, es decir, seguir esperándolo casi todo de aquellas personas e instituciones que por sus roles sociales y tamaño solo pueden agravar la situación). ¿Hasta qué punto un escritor o una escritora son responsables del estado de quietud e inquietud que puedan estar causando en sus lectores? Tal vez sea posible ser una persona activa y optimista en la «vida real» y pesimista en la vida virtual, pero ¿no estarán como algunos blogs, que generalmente administrados por hombres de mediana edad, sobrerrepresentando el lado pasivo y analítico de la vida en detrimento de su lado proactivo y sintético, y por lo tanto conduciendo a algunos de nuestros congéneres a un grado cada vez más alto de alienación e infelicidad? Ojalá me equivoque («cree el ladrón que todos son de su condición»), pero por si acaso, valga este post, al menos en la intención, para sacar a la luz los posibles sesgos de un servidor, los cuales podrían estar ocultándonos otros enfoques complementarios, así como para ir construyendo poco a poco un blog más realista en todos los sentidos, con los mismos intereses que hasta ahora pero sin olvidar que todo esto no son más que palabras y que lo que de verdad importa somos tú, yo, nuestros allegados y los que áun están por llegar. Las ideas deben estar para servir a las personas, y no al revés.
El precio que pagamos por asumir los poderes de la tecnología es la alienación, un peaje que puede salirnos particularmente caro en el caso de nuestras tecnologías intelectuales.
(vía)
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