Los elementos son las proteínas del cosmos. Del mismo modo que estas moléculas desempeñan una misión fundamental en la vida transmitiendo señales en el cerebro, construyendo nuestro esqueleto y los cartílagos, defendiéndonos de bacterias…, los elementos son el andamiaje del universo. Su presencia o su ausencia señalan el lugar del infinito en el cual nos encontramos. Los humanos llevamos en nuestro cuerpo decenas de ellos, todos nacidos en las estrellas. Por eso no es extraño pensar que si los elementos identifican regiones del cosmos y nosotros los llevamos dentro, los humanos somos mapas. Tenemos nuestras depresiones, nuestras cumbres y picos. Nuestros límites, morfología y vacíos. Nos presentamos en colores o en blanco y negro, planos u orondos, llanos o ásperos. Somos, los humanos, mapas y nuestra vida consiste en viajar por este croquis para ir construyéndolo. Al final del viaje el mapa, similar al de otros hombres y mujeres, se convierte en una representación cromática única e irrepetible. Al igual que sucede con los elementos. Quizás porque estamos formados por ellos.
El 14 de octubre de 1940 muere Heinrich Kayser, el físico alemán que detectó, por primera vez el helio en la atmósfera terrestre. Kayser fue quien, por medio de un libro de espectroscopía, definió el espectro, los colores, de muchos elementos. Al atravesar un prisma, cada elemento genera un arco iris propio, como una huella dactilar. Gracias a esto sabemos la composición de estrellas o planetas.
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