Puede ayudar a memorizar de manera colateral hechos o eventos que no tienen nada que ver con lo que nos interesa.
Jonny Hughes (Flickr, CC)
Que la curiosidad nos ayuda a aprender parece una obviedad, puesto que el deseo de conocer más sobre algo ayuda a fijarlo en la memoria. Pero, ¿y si les digo que ese impulso puede ayudar a memorizar cosas de manera colateral, es decir, hechos o eventos que no tienen nada que ver con lo que nos interesa?
Para entender el fondo del asunto lo mejor es conocer los detalles del experimento que Matthias Gruber y su equipo acaban de publicar en la revista Neuron. Para el trabajo, los investigadores reclutaron a un grupo de voluntarios a los que hicieron una serie de preguntas de cultura general y les pidieron que valoraran aquellas que les inspiraban más curiosidad. Antes de darles la respuesta correcta de cada pregunta, y mientras seguían su actividad cerebral, los científicos les mostraban la fotografía de un rostro humano durante un instante, sin ninguna relación con la prueba. En la fase posterior, los voluntarios se sometieron a un examen de memoria por sorpresa: ¿cuáles de aquellas caras que les habían ido enseñando reconocían?
La primera sorpresa del estudio es que los voluntarios recordaron mejor no solo la respuestas a las preguntas por las que sentían curiosidad, sino los rostros asociados a esas preguntas. Como si el hecho de sentir curiosidad abriera una ventana en la que el aprendizaje es más fácil y que les permitía retener conocimientos hasta 24 horas después de la prueba. "La curiosidad podría poner el cerebro en un estado que permite aprender y retener cualquier tipo de información, como un remolino que absorbe aquello por lo que estás motivado y también todo lo que lo rodea", asegura Gruber.
Otra observación interesante del estudio fue que mientras se estimulaba la curiosidad, se activaba el denominado como "circuito de la recompensa" del cerebro. "Hemos demostrado que la motivación intrínseca recluta realmente las mismas zonas del cerebro que están profundamente implicadas en la motivación tangible y externa", añade el investigador. Este circuito implica la segregación de hormonas como la dopamina, un mensajero químico importantísimo para la transmisión de mensajes entre las neuronas.
Y, por último, los investigadores observaron que cuando la persona sentía curiosidad por algo aumentaba la actividad del hipocampo, el núcleo del cerebro más implicado en la fijación de los recuerdos, lo que explicaría por qué cuando algo despierta tu interés te conviertes en una esponja y lo recuerdas mucho mejor que cuando te aburre soberanamente. "Así pues la curiosidad pone en marcha el sistema de recompensa", resume el investigador principalCharan Ranganath, "y las interacciones con el hipocampo parecen poner al cerebro en un estado en el que es más fácil aprender y retener información, incluso si esa información no tiene una importancia o un interés particular".
Estos hallazgos tienen implicaciones no solo a nivel sanitario (conocer cómo motivar a personas mayores con demencia incipiente para memorizar cosas) sino a nivel educativo. De hecho,muchos profesores ya saben que la curiosidad es un arma para que los alumnos aprendan, pero no solo las cosas que les motivan, también aquellas que no les despiertan el menor interés y que deben conocer.
(Neurolab)
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