Toda sociedad existe según un doble modo: el modo de "lo instituido", una serie de instituciones con un cierto grado de estabilización, y el modo de "lo instituyente", que viene a ser la dinámica que lleva a la transformación social.
Para Castoriadis, existe una institución imaginaria de la sociedad, que estaría formada por tres términos:
-Institución: es decir, la sociedad no es natural, sino obra de la acción humana; la acción del ser humano está marcada por un propósito y mediatizada por un sistema simbólico, por lo que se trata de un proyecto irreducible al comportamiento animal y tampoco a simples causas (para comprender el proyecto social, hay que hablar más de razones que de causas).
-Imaginario: cuando decimos que dicha institución es imaginaria significa, en primer lugar, que se trata de un fenómeno del espíritu y, en segundo lugar, que las significaciones y valores que condicionan la sociedad son inventadas por los seres humanos; debe ser puestas, por ello, en relación con una capacidad de creación (por lo tanto, las significaciones sociales no son naturales y tampoco enteramente racionales).
-Sociedad/socia: cuando decimos que el imaginario es social significa que los fenómenos que lo constituyen no son reducibles a lo síquico e individual; la institución de la sociedad no es obra de ningún individuo o grupo de ellos en particular, sino de un colectivo anónimo e indivisible, que trasciende a las personas y se impone a ellas; este imaginario social provee a la sique de significaciones y valores, y a los individuos les da los medios para comunicarse y las formas de cooperación.
Así, para Castoriadis una sociedad es un conjunto de significaciones imaginarias sociales encarnadas en instituciones a las que animan.
Castoriadis concibe los fenómenos sociales e históricos partiendo del espíritu humano, lo que le aparta de toda interpretación naturalista o materialista. Las significaciones imaginarias serían constitutivas del ser mismo de la sociedad y de la historia; un espíritu objetivo, en palabras de Hegel. Pero Castoriadis realiza una propuesta original de ese espíritu objetivo al introducir la noción de imaginario; las manifestaciones sociales e históricas quedarían agrupadas bajo la expresión de imaginario social. Así, la potencia creadora de las sociedades descansaría, no solo en individuos excepcionalmente dotados, sino en las plenas realidades culturales e históricas. La imaginación no es meramente reproductora o superficialmente fantasiosa (por lo que sería una imaginación secundaria), sino que también existe una profunda y creativa (el imaginario radical). Por otro lado, frente a una visión excesivamente intelectual y estática, las significaciones sociales tienen un notable valor afectivo e intencional; de esta manera, el imaginario social no supone solo una visión del mundo, ya que se caracteriza por un impulso vinculado a una expectativa y a una intención, así como por una tonalidad afectiva dominante.
Con frecuencia, se condena desde la filosofía la imaginación haciendo de ella la fuente de todo error e ilusión. Sin embargo, tal y como la concibe Castoriadis, la imaginación no se enfrenta a lo real y se le otorga un papel constructivo y positivo; para este autor, el imaginario es el propio elemento en el cual y por el cual se despliega lo social e histórico. La realidad humana no estaría nunca determinada, sino que tendría dos dimensiones; una racional y otra imaginaria. El sentido ontológico de Castoriadis descansa, obviamente, sobre una precedencia de lo social frente a lo individual, pero dando entrada a la existencia de la autonomía individual; otro gran valor de la visión de este autor es su negación de todo reduccionismo, dejando lugar para la pluralidad social y la diversidad de expresiones culturales.
De hecho, Castoriadis no promueve ejercitar la imaginación y sí el llevar a la práctica la autonomía. El imaginario no es un concepto político, sino teórico, surge espontáneamente del ámbito de lo socio-histórico, antes de ser recuperado o pensado explícitamente como acción creadora. Una idea fundamental del pensamiento político de Castoriadis es que la práctica precede siempre a la teoría y los proyectos políticos sólo se sostienen si recuperan y prolongan lo que ya está germinando en la realidad efectiva. Dentro del proyecto de autonomía, se trata de liberar la potencia del imaginario para rentabilidar su capacidad creativa; una herencia kantiana en Castoriadis es la idea de un doble juego, en el ámbito creativo de las formas culturales, entre los resultados de la imaginación creadora y las reglas de la razón.
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