Debatir racionalmente es una excelente forma de aprender cosas nuevas, pero día a día nos encontramos con personas que no están dispuestas a debatir, sino que están convencidas de que lo que saben es cierto, y no aceptarán nunca cambiar de opinión.
Muchas veces estas personas somos nosotros mismos, y no nos damos cuenta que el debate no va a llevar a nada útil y que es una pérdida de tiempo total. También puede pasar que además de ser una pérdida de tiempo se transforme en una pelea personal, en la que está en juego el orgullo de cada uno.
Si queremos que nuestros debates y discusiones sean provechosos, debemos saber cómo hacerlo correctamente, con ciertas reglas que están universalmente aceptadas y que sí, también se pueden cuestionar, pero han demostrado ser las más eficientes. En muchas ocasiones, cuando se debate con una persona que sostiene una postura religiosa o pseudocientífica, es probable que el debate esté condenado desde el principio, porque las dos partes prácticamente hablan en distintos idiomas.
Cuando estamos convencidos de una idea, creemos que tenemos los fundamentos suficientes, y que estaríamos dispuestos a cambiar de opinión si la otra persona nos muestra una cantidad de pruebas suficientes de que está en lo correcto, podemos hacerle saber cuáles son los requisitos para proceder con el mismo, antes que se vuelva una lucha de orgullos.
José María Mateos tradujo el siguiente diagrama publicado en el blog escéptico Pharyngula, es realmente útil para aclararnos muchas cosas, y para explicar el tema a otras personas. Se relaciona mucho con la importancia de no caer en muchas falacias lógicas.
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