La herramienta ideal para sufrir menos, y disfrutar más
"Quiereme sin prisa", Verónica Ramilo Graña, artista y miembra del Laboratorio del Amor |
En el Laboratorio del Amor estuvimos trabajando en la construcción de un termómetro del desamor, una herramienta muy útil para saber si todavía estamos o no enamorados, y si el otro o la otra sigue también enamorado de nosotros. Es una herramienta práctica y fácil de usar, y sirve para saber si estamos perdiendo el tiempo y las energías en una relación, o si merece la pena o la alegría seguir alimentando el amor.
Empezamos el trabajo por nosotros mismos, preguntándonos qué nos pasa cuando nos estamos desenamorando, cómo cambia nuestro comportamiento, cuales son las señales que nuestro cuerpo emite cuando llegan el desamor, el desencanto, la pereza y la falta de ganas...
El segundo paso fue leer al revés el termómetro, es decir, darnos cuenta de que los demás también emiten esta señales cuando se desenamoran, pero no las vemos o no queremos verlas. Si, claro que preguntamos al otro qué ocurre, pero el otro tiene miedo de decirse la verdad y de contarnosla, y por eso tardamos tanto en asumir y aceptar la realidad: el amor se acabó, y es hora de separarse.
Al leer todo lo que habíamos escrito en el proceso de investigación, la cuestión principal que nos encontramos fue: ¿por qué nos cuesta tanto darnos cuenta de que nos estamos desenamorando, y por qué nos cuesta aún más admitir que la otra persona nos está dejando de amar?. ¿Por qué preferimos instalarnos en los reproches eternos que a veces duran meses o años en lugar de utilizar el sentido común y romper la relación?.
¿Cómo es que somos capaces de quedarnos con alguien que nos quiere poco o nada?, sabiendo que el amor ni se exige ni se mendiga, ¿por qué nos engañamos de esa manera, y engañamos a nuestra pareja?. Llegamos a la conclusión de que, en general, la mayor parte de nosotras practicamos el autoengaño porque nos cuesta muchos aceptar que una relación está llegando a su fin. En nuestra cultura amorosa los finales se viven como un fracaso: los divorcios se consideran una especie de derrota en lugar de una liberación. Los finales no se ven como inicios de otras historias que podemos vivir en una sola vida, sino como puertas que se cierran para siempre.
Nos da miedo convertir el presente en pasado y empezar una nueva etapa, y todos los cambios que se producen en nuestras vidas cuando una relación se rompe. Y es que en nuestro mundo todos viven en pareja y la pareja es el epicentro de la existencia, por eso optar por la soledad y romper a menudo supone una transformación radical de nuestra vida cotidiana y de nuestras redes sociales y afectivas.
Miedo al cambio: nos da miedo quedarnos solos o solas, nos da miedo el qué dirán los demás, nos da miedo no volver a encontrar el amor, nos da miedo hacer daño a la otra persona. Nos sentimos responsables de su felicidad, del tejido socio-afectivo que hay alrededor de la pareja (amigos y amigas, familia, hijos, etc) y que se rompe cuando decidimos seguir cada cual por nuestro lado.
Nos sentimos culpables cuando dejamos de amar, especialmente las mujeres, que se sienten malas personas porque les han vendido la idea de que las mujeres nacen con un don para el amor incondicional, que el verdadero amor es para siempre, y que un pacto de amor jamás puede romperse. Confundimos separación con abandono, y nos cuesta aceptar que, para bien o para mal, en la vida todo cambia: nosotros mismos, nuestras relaciones con los demás....
Se está mejor sola o solo que mal acompañado. Este sabio refrán lo que quiere decir es que la vida es más bonita cuando nadie nos está jodiendo. Se vive más tranquilo(a) sin pareja que sumergido en una guerra romántica. Estar con alguien que no te ama y no te trata bien tiene un coste enorme y es de las cosas más deprimentes que puede pasarte en la vida.
Sin embargo, los cuentos que nos cuentan nos dicen que a veces el amor llega de pronto, que resurge de las cenizas, que hace milagros, y que si tenemos paciencia es posible que la otra persona vuelva a amarnos, o que nosotros nos veamos de nuevo invadidos por el romanticismo más empalagoso, todo así como por arte de magia.
Aguantamos porque "la esperanza es lo último que se pierde" y porque nos han hecho creer que "los que más se pelean son los que más se desean". Esta es la razón por la cual nos hemos hecho adictos al placer del sufrimiento: todas las películas exaltan el masoquismo romántico femenino, y le rinden tributo a nuestra capacidad para aguantar, para llorar, para sufrir y pasarlo mal.
Sin embargo, hay algunas abuelas que nos lo han repetido durante años: que se está mejor sola o solo que mal acompaño. Esto significa que no nacimos para sufrir, que separarse puede ser una buena decisión y un camino para la liberación, que la vida es muy corta y no merece la pena vivir amargado, y que no hay por qué sufrir innecesariamente en infiernos conyugales que no sirven para nada. Y es que no tiene sentido malgastar el tiempo y las energías en peleas, luchas de poder, escenas dramáticas, o tragedias pasionales...
Es mucho más divertido ser feliz y dedicar nuestras energías a gozar y a disfrutar con la gente que nos quiere bien.
El amor no debería de doler, ni al principio, ni en medio, ni al final de la relación. Si la otra persona nos trata mal, es un signo inequívoco de que no nos quiere, no nos quiso, no nos va a poder querer. Y sin embargo nos han dicho que en el amor todo vale, que el amor es una guerra, que la violencia es producto de la pasión, que "quien bien te quiere, te hará llorar", que si amas tienes que aguantar malos tratos y malos ratos. Rompamos con esta idea: es hora de que dejemos a un lado la violencia romántica y empecemos a trabajar para idear y construir otras formas de querernos y de relacionarnos.
"Rompamos con esta idea: es hora de que dejemos a un lado la violencia de hogar y de pareja, es hora de dejar de hacernos daño nosotros mismos y de fingir ante una sociedad a veces hipocrita"
Cómo evitar el autoengaño, cómo evitar que nos engañen:
Esta es la cuestión que más nos preocupa en el Laboratorio del Amor, la escuela en la que aprendemos a sufrir menos, y a disfrutar más del amor y de la vida. Haciendo análisis y autocrítica amorosa, nos dimos cuenta de que a nosotros mismos nos pasa que cuando nos empezamos a desenamorar: querríamos ser sinceros, si, pero no queremos hacer daño. Si es la otra persona la que se desenamora, nos da rabia no tener información, no saber lo que está ocurriendo, no poder tomar decisiones, no poder inventar soluciones. Y sin embargo, es angustiante sentir la angustia del otro incluso cuando nos está diciendo que todo está bien y que no pasa nada.
Para ahorrarnos meses o años de sufrimientos, es fundamental sentarse a hablar con uno mismo y encarar la situación. No es fácil admitir que nos estamos desenamorando, pero cuando aceptamos lo que nos está pasando y nos lo decimos en voz alta a nosotros mismos es completamente liberador.
El siguiente paso es sentarnos a hablar con la pareja y contarle cómo nos estamos sintiendo con honestidad: cuando la otra persona por fin sabe lo que está ocurriendo, nos liberamos de la culpa y los remordimientos, y dejamos de vivir el proceso a solas. Poder compartir con la otra persona este proceso de ruptura es mucho más sano: separarse unidos supone poder cerrar las relaciones desde la generosidad, el cariño, la ternura, la madurez.
Para dejar una relación con amor hay que poder hablar mucho, desahogarse, acompañarse mutuamente, liberarse de las angustias y los miedos, abrazarse, dar opción a la otra persona para que tome sus propias decisiones... y todo esto requiere de mucha sinceridad, honestidad, coherencia y valentía.
Cuando llega el desamor es importante tratarnos bien, cuidarnos a nosotros mismos y a la otra persona, ponernoslo fácil a nosotros mismos y a la persona a la que hemos estado unidos durante un tiempo en nuestras vidas.
No es fácil decirle a alguien: "ya no te amo", ni tener que escucharlo de la otra persona, pero si lo pensamos bien, es un acto de generosidad y de sensatez que nos puede ahorrar muchos dramas. Es una prueba de amor, también: decirte que ya no te amo mirándote a los ojos significa que me importas, que no quiero hacerte daño, que te libero, que te cuido y que quiero hacerlo bien.
Si no hay amor, si una de las dos personas quiere volar y seguir su camino, es importante que se sienta libre para poder irse, para poder quedarse, para poder decir adiós sin rencores. Y es que cuando alguien te deja de querer, no te está traicionando. Son cosas que pasan: los humanos nos enamoramos y nos desenamoramos, las historias empiezan y acaban, y no es culpa de nadie.
No hace falta portarse mal para separarse. De hecho, todo va mejor si nos portamos bien con la persona con la que hemos compartido un trocito de nuestras vidas. De ahí lo importante que es querernos bien en todas las etapas de la relación, tanto en los inicios como en los finales. Si se acaba el romanticismo, no tiene por qué acabarse el respeto, el cariño y la ternura entre dos personas. De hecho, no hay nada más hermoso que poder mirar a los ojos a la otra persona y decirle cómo nos sentimos desde lo más profundo de nuestro ser: "he sido muy feliz contigo, doy gracias a la vida por el tiempo de vida que hemos compartido juntos, ahora quiero seguir mi camino a solas"
"Sería como decirles de una manera muy sincera, ya lo experimente, ya lo viví, ya aprendí, ya se como es la convivencia y ahora deseo seguir otro camino"
Para terminar, aquí les dejo el termómetro del amor que construimos en el Laboratorio. En este listado están algunas de las señales que encontramos en nosotros mismos y en las parejas que hemos tenido para darnos cuenta de que se nos está acabando el amor;
- Cuando ya no te sientes conectado al cien por cien, cuando sientes que falta complicidad, cuando no fluye bien la comunicación con tu pareja, cuando evitas las conversaciones profundas, cuando te cuesta mirar a los ojos a la otra persona.
- Cuando te sientes cada vez menos generoso(a), y cada vez más egoísta, por ejemplo con tu tiempo.
- Cuando nos baja la libido y nos apetece menos tener relaciones sexuales, cuando evitamos la intimidad, cuando el cuerpo responde con frialdad a los requerimientos amorosos de la otra persona.
- Cuando nos hablan del futuro y se nos pone el cuerpo tenso porque no nos vemos en el futuro ya, y no nos gusta hacer planes más allá del fin de semana.
- Cuando nos apetece ver menos a la pareja, espaciamos los encuentros, no sentimos tanta necesidad de estar con la persona amada, no queremos dedicar todo nuestro tiempo a la pareja o la situamos en un lugar secundario en nuestras vidas.
- Cuando ponemos excusas porque no queremos hacer el amor o no queremos pasar la tarde con la pareja: excusas que no suenan bien, que se repiten, que resultan a veces absurdas, y generalmente provocan la protesta de la otra persona por que son inconsistentes.
- Cuando la otra persona te cubre de reproches o tú la cubres de reproches. "es que tú siempre", "es que tú nunca", "es que yo siempre", "es que lo que te pasa a ti es...".
- Todo aquello que antes nos hacía gracia, ya no. Tenemos otra actitud, menos favorable al otro o a la otra, y lo que antes nos parecía maravilloso, puede llegar a irritarnos profundamente.
- Discutimos mucho con la pareja pero no llegamos a la raíz de la cuestión. Nos ponemos a la defensiva o bien atacamos, a menudo por temas poco importantes, pero nos cuesta asumir el fondo de la cuestión. Esas discusiones constantes van erosionando aún más nuestros sentimientos y hacen daño a la otra persona.
- Cuando sientes que te falta algo, cuando echas de menos cosas que antes no te afectaban tanto, cuando ya no te apetece conformarte con lo que hay, cuando no te resignas a que las cosas son así y no se pueden cambiar.
- Cuando tu forma de tratar a la otra persona cambia, y ya no estás tan cariñoso o cariñosa y amable.
- Cuando accedes a hacer un viaje sabiendo que es el último viaje.
- Cuando te besa tu pareja y ya no sientes nada parecido a lo que sentías antes.
- Cuando sientes que estás más pendiente del celular que de tu pareja, cuando evitas los momentos románticos.
- Cuando echas de menos los inicios y te das cuenta de que todo tiempo pasado fue mejor.
- Cuando ves otras parejas y te das cuenta de que la tuya no funciona ya, pero no queréis admitirlo ninguno de los dos.
- Cuando estás con tu pareja pero te sientes muy sola. Cuando la otra persona está contigo y se siente muy sola.
- Cuando los silencios empiezan a ser incómodos.
- Cuando uno de los dos está permanentemente enfadado/a o dolido/a.
- Cuando estás absorbida por el trabajo y sólo te preocupa sacar adelante las tareas pendientes, y utilizas el trabajo como excusa para no pasar tiempo con la otra persona.
- Cuando escuchas hablar a tu pareja y sientes que ya no tienes muchas cosas en común, y te das cuenta además que te apetece compartir más con otras personas que con ella o el.
- Cuando te gusta alguien más, cuando te atraen otras personas, cuando empiezas a fantasear con todo el mundo menos con tu pareja, cuando te entran ganas de vivir un romance pasional y no es con tu pareja.
- Cuando empiezas a portarte mal con tu pareja, por ejemplo, cuando dejas de cumplir los acuerdos fundamentales, cuando rompes los pactos, cuando empiezas a mentir o a ocultar información, cuando contestas mal o gritas, cuando te sientes desquiciado/a o pierdes la paciencia, cuando dejas de contar con ella o el para hacer tus planes, cuando actúas con indiferencia y ya no cuidas a la otra persona....
" Si hemos llegado a este nivel creo que llegó el momento de dar ese grito de desahogo y libertad y decir a la MIERDA con todo y me quiero liberar de este auto-engaño y salir de esta prisión "
Coral Herrera y el Laboratorio del Amor.
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