La noción de Gedankenexperiment, o experimento mental, ha formado parte de la caja de herramientas de la Física desde su inicio. Se refiere a montar una pieza imaginada o aparato y llevar a cabo un experimento con ello en la mente, con el propósito de probar o falsear una hipótesis. En muchos casos, un experimento mental es la única posibilidad. No podemos realizar un experimento real para examinar la recuperación de información que ha caído en un agujero negro, por ejemplo.
La época dorada de los experimentos mentales tuvo lugar durante el desarrollo de la mecánica cuántica y este procedimiento fue utilizado por Niels Bohr o Albert Einstein, entre otros, para probar sus ideas acerca del principio de incertidumbre, o de la naturaleza dual onda-partícula. Un ejemplo clásico es el gato de Schrödinger, que forma parte ya de la cultura popular ( ¿está el gato vivo y muerto al mismo tiempo?)
Sin embargo, no hay que pensar en un tema esotérico para ver los frutos que puede dar esta técnica y el gedankenexperiment que imaginó Galileo para probar que objetos de diferente masa caen en el vacío con la misma aceleración nos va a ayudar a ilustrarlo. Podríamos pensar que para valorar esta hipótesis hay que hacer obligatoriamente un experimento real, pero Galileo simplemente nos pide que imaginemos una piedra grande y otra más pequeña unidas por una cuerda. Si Aristóteles, que pensaba que cuerpos de diferente masa caían con diferente velocidad, tuviera razón, la piedra más pesada debería acelerar más que la pequeña y la pequeña frenaría a la grande. Si la cuerda que une las dos piedras fuera muy cortita, cercana a cero, prácticamente tendríamos un único objeto compuesto por la suma de las dos masas, y , por lo tanto, debería caer a una velocidad superior a la de las dos piedras individuales. Todo esto no tiene sentido y por ello la conclusión lógica es que las dos piedras caen en el vacío con la misma aceleración.
Consciente, o inconscientemente, todos realizamos este tipo de experimentos en la vida diaria. De hecho, la función del cerebro es precisamente crear un modelo virtual del mundo, una simulación, y correrla a mayor velocidad que la realidad para ver lo que pasaría. Si me encuentro ante un sujeto más fuerte que yo, de dos metros de altura y 120 kg de peso, no necesito darle un puñetazo para saber lo que pasaría después. Me basta el experimento mental para comprender las desagradables consecuencias que tendría para mí. Esta capacidad de realizar experimentos mentales es lo que nos ha proporcionado la ventaja evolutiva de la que ahora disfrutamos, y el éxito reproductivo del que disfrutamos, por lo menos por ahora.
Pero es una capacidad que merece la pena recordar. Cuando te encuentres en alguna situación problemática o difícil en la vida podrías preguntarte: “¿ cómo puedo montar un experimento mental que me ayude a resolver este asunto?”. Es sólo una sugerencia, pero igual funciona. Piénsalo.
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