Todos hemos observado alguna vez que si un niño A está jugando con un determinado juguete, el niño B que le observa, automáticamente quiere el mismo juguete. Aunque haya mil juguetes alrededor, quiere el que tiene el niño A. A este fenómeno el filósofo René Girard le llamó deseo mimético. La idea básica es que los deseos no sólo dependen de las propiedades intrínsecas de los objetos, sino también de si esos objetos son atractivos para otros. Este fenómeno se considera un caso de “contagio de objetivos”: los objetos que son un objetivo para otra persona se convierten en objetivos para el observador. El deseo mimético es algo más que tener celos, es decir, querer algo porque alguien lo tiene. Se trata más bien de valorar algo porque otro lo valora.
Se ha publicado un estudio en el Journal of Neuroscience muy bien comentado en Scientific American, que trata de estudiar qué pasa en el cerebro durante este contagio de deseos. Los autores se han centrado en dos áreas: el Sistema de Neuronas Espejo (SNE) y el Sistema de Valoración (SV). El SNE comprende dos áreas: los lóbulos parietales y las áreas premotoras. Las neuronas de estas áreas responden a dos condiciones: cuando tú mismo realizas una acción o cuando ves a alguien realizar esa acción. Conviene matizar que el concepto de neurona espejo se ha ampliado del campo motor al emocional. Es decir, regiones como la amígdala o la ínsula se activan cuando sientes una emoción pero también cuando ves a alguien manifestar una emoción. Eso se piensa que tiene que ver con la empatía y se está hablando mucho de las neuronas espejo en el autismo, por ejemplo.El SV se solapa con las áreas de recompensa del cerebro incluyendo el estriado y la corteza medial prefrontal. La hipótesis de los autores era que la activación del SNE afectaba la valoración del SV.
El experimento muy en resumen era exponer a los sujetos a unos videos donde alguien -que no aparecía en la imagen- elegía un objeto ( comida, juguetes, ropa y herramientas) y luego se les daba la opción de elegir ellos mismos. Todo ello se seguía por neuroimagen. El resultado era que los sujetos preferían los objetos que habían sido elegidos previamente por otro. Matizo lo de que no observaban al otro individuo porque así no había claves visuales ni de personalidad del otro sujeto, etc. (no hace falta decir lo que ocurriría si el que elige es David Becham! ). Además los resultados de neuroimagen confirmaron la activación conjunta de los dos sistemas y que el SNE modula la acción del SV, validando por tanto la hipótesis de los autores.
Podemos intuir la base evolucionista de esta interacción entre el SNE y el SV. El pensamiento evolucionista nos enseña una cosa muy clara, que las cosas no tienen un valor absoluto y que el valor de un objeto ( o pareja, o lo que sea) se obtiene por comparación. Un sueldo de 3.000 dolares está muy bien siempre que los demás no cobren 5.000. En la carrera por el éxito reproductivo tenemos que mirar siempre de reojo a las armas que usan los demás. Nunca hay un nivel o punto de corte que marca el éxito, sino que el punto de corte está en relación a la ejecución de los demás ( ocurre algo así en muchos exámenes donde el aprobado no está garantizado por un número de preguntas correctas prefijado, sino que depende de las que aprueben los demás). Si yo tengo 10 vacas está muy bien pero si el vecino tiene 100 la chica que me interesa se va ir con el vecino... Existe toda una rama de la Psicología, la llamada Teoría de la Comparación Social ( Festinger) que ha estudiado esta tendencia innata a compararnos. Por otro lado, por este mecanismo obtenemos informaciones vitales sin tener que recurrir al método ensayo-error, por ejemplo, si vemos a alguien comer una cosa, sabemos que no es venenosa. La parte negativa de este mecanismo de contagio de deseos, por contra, es que da lugar a rivalidad y a problemas en la distribución de recursos, así como a conductas de rebaño y de masa.
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