29 may 2014

A imagen y semejanza


Busco a mi creador allá en los cielos, a veces creo haberlo encontrado. La incertidumbre domina a cada momento. Y, mientras busco, algo nuevo crece sobre mí; ha estado allí por poco tiempo, pero su semilla me ha inundado por completo. Debí haber venido de alguna parte, y ahora pienso: a alguna parte debo de ir. 

Aunque no es la respuesta a la pregunta que me había planteado, sí es una repuesta que me puedo dar.

   Busco a mi creador allá en los cielos, hacia los que me extiendo por primera vez. Mi consciencia se expande hacia donde no había estado antes. Una pequeña mota se aleja del resto y me desgarra. Mi mente se encuentra en dos lugares a la vez, distantes entre sí.

   Me observo desde fuera por vez primera, ese es mi cuerpo, ese soy yo, colgando en medio del vacío en el que he nacido. Nunca imaginé verme desde fuera. Soy tan pequeño. Y, mientras me extiendo, encuentro a mi paso mentes como la mía, seres vivientes que me hablan en otros idiomas. Entiendo algunas de sus palabras y me esfuerzo por formular una pregunta. “¿Alguien ha visto a nuestro creador?”. Recibo una respuesta que es la misma en casi todas las lenguas: “No”.



   Estoy a punto de extenderme de nuevo. Todo ha ocurrido demasiado rápido. Mi cuerpo se encuentra escindido pero unido a la vez. La comunicación entre los dos fragmentos de mi mente se dificulta a cada momento, la luz apenas cubre el espacio entre ellos.

   Contemplo una minúscula protuberancia sobre mi cuerpo, hace apenas un instante no estaba allí, la observo y la palpo. La palpo con mis vientos, con mi tierra, con mi lluvia y mis animales, la palpo con aquellas manos de cinco dedos con las que la he erigido. La pequeña protuberancia se levanta de mi tierra, sacude mis árboles, ahuyenta mis aves, y levanta el vuelo tras el fragmento que ya se encuentra muy lejos de aquí.

   Mi consciencia se expande de nuevo. Palpo el vacío, los rayos cósmicos, el soplido de la luminaria que me impulsa radialmente hacia afuera, alejándome de ella. Ella no me dio la vida, pero permite que la vida siga sobre mí.

   He llegado muy lejos, los dos filamentos de mi consciencia, de mi cuerpo, se alejan cada vez más respecto al que antes había sido mi todo, que, ante mi nueva extensión, ahora me parece muy limitado. Ya no encuentro a mi paso mentes como la mía, el espacio parece un lugar carente de vida. Pero pronto percibo un punto en el cielo que crece hasta un disco, gris contra el negro absoluto. Ahora que he visto mi cuerpo desde fuera, me parece que el disco se parece a mí. Intento comunicarme con él, hablando en todas las frecuencias, pero no recibo respuesta, ni siquiera un balbuceo incomprensible, sólo la estática del fondo cósmico. Su superficie, a diferencia de la mía, parece gris, vacía, sobre él no sopla viento ni cae agua, no crece vegetación, pero el agua congelada lo cubre y en su interior el metal fluye, generando un escudo que lo envuelve con debilidad.

   Los filamentos de mi consciencia llegan hasta aquel cuerpo sin vida, me poso sobre él, lo palpo desde todos los ángulos. Mis dos filamentos se convierten en decenas, luego en miles, abarcándolo todo. Mis manos de cinco dedos se multiplican a la vez. Y mis filamentos, y mis manos, que no son más que pequeños filamentos, comienzan a obrar sobre aquel cuerpo sin vida.

   Sobre su superficie previamente despoblada, los vientos soplan por primera vez, el hielo de agua se funde, esparciendo su caudal por todo su cuerpo sediento, las nubes se arremolinan en lo alto y descargan su lluvia sobre la tierra. Mis filamentos depositan, sobre aquella tierra, seres microscópicos que logran perdurar en ese nuevo ambiente, luego llegan las primeras plantas, los primeros animales. Aquel cuerpo, antes sin vida, ahora habla con voz propia, la voz de los seres cambiantes que habitaban sobre ella. Me sorprendo al escuchar su voz, tan diferente de la mía. Puedo entender lo que dice, son palabras de agradecimiento. Me alababa como si fuese su dios.

  “A imagen y semejanza tuya me has creado”, dice con todos sus elementos. “Trajiste hacia mí el aire, el agua, las plantas y los animales, has animado mi estéril cuerpo. Si no eres dios, entonces ¿quién eres?”
   “He buscado a mi creador allá en los cielos”, le respondo, “y aún no lo he encontrado”. Lo observo. Se parece tanto a mí. El resto de mi cuerpo, tan lejos de este lugar, se estremece mucho tiempo después. “Mi nombre es Marte”, le respondo, “¿cuál es el tuyo?”
   
“Plutón”.

   Mi cuerpo se extiende por tercera vez. Dejo atrás al pequeño Plutón, aunque una parte de mí se queda con él, vive con él, se funde en él. Parto en busca de mis propias respuestas. Y mientras me extiendo por lugares donde nunca antes había estado, observo que la mente de Plutón se extiende a su vez, en busca de sus respuestas. Sus filamentos alcanzan a un cuerpo sin vida, aún más pequeño que sí mismo, y lo sopla con su aliento. El nuevo cuerpo vive y tiene nombre, y con la potencia de sus elementos alaba a Plutón, que ahora tiene que explicarle que él no es dios.

   Los filamentos se extienden hasta donde no llega la vista, no son sólo los míos sino los de un millar de seres. Dentro de esos filamentos, viajan los emisarios con manos de cinco dedos que han surgido apenas un momento atrás. Veo con los ojos de uno de mis emisarios, que contempla un mapa celeste frente a él. En un punto cerca del centro de mapa, un disco de luz azul se agranda hasta mostrar un inmenso océano tapizado de verde y marrón. Mi emisario lo llama Tierra, a mí... se me asemeja a un dios.

   Extendemos nuestros cuerpos, nuestras mentes, en busca de nuestras propias respuestas. Esparcimos la vida a nuestro paso, a nuestra imagen y semejanza. Y aunque no es la respuesta a la pregunta que nos habíamos planteado, sí es una repuesta que podemos dar.


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Credo Personal

  José Luis Sampedro  
Creo en la Vida, Madre Omnipotente, creadora de los Cielos y de la Tierra.

Creo en el Hombre, su Hijo, concebido en creciente evolución, progresando a pesar de los Pilatos que inventaron sus dogmas reaccionarios para aplastar la Vida y sepultarla.
Pero la Vida siempre resucita y el Hombre sigue en marcha hacia el futuro.


Creo en los horizontes del Espíritu y en la energía cósmica del Mundo. 

Creo en la Humanidad siempre adelante.

Creo en la Vida perdurable. Amén.




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27 may 2014

Por qué no podemos dejar de estar equivocados

Cambiar de opinión en función de los argumentos de los demás parece una tarea casi imposible. Varios estudios demuestran que intentar convencer con pruebas a colectivos como negacionistas climáticos o antivacunas refuerza su posición y sus creencias erróneas. Pero no son los únicos. Cuando nuestras convicciones están amenazadas, nuestro cerebro está dispuesto a hacer las más extrañas piruetas.


Si quieres convencer a alguien con argumentos no le digas que está equivocado. No hay manera más fácil de reforzarle en sus posiciones y de extender la discusión hasta el infinito. Y si la materia afecta a las convicciones profundas, el sujeto pasará por alto todas las evidencias, por más contundentes que sean. Este proceso mental es frecuente en ámbitos tan polémicos como la oposición a los transgénicos, el apoyo a la homeopatía o el negacionismo climático. Por más evidencias que muestre la comunidad científica, determinadas personas hacen oídos sordos y se convencen aún más de la validez de sus argumentos. Hasta el punto de que algunos son capaces de defender una idea y la contraria sin que se les fundan los "plomos".



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Llegò carta del Universo



Dice así:

Forma de Vida #126GV29APZ23
Planeta Tierra
Sistema Solar 1
Galaxia Vía Láctea
Supercúmulo de Virgo

Estimada Forma de Vida:


¡Felicidades!

Has sido seleccionada para la EXISTENCIA. Has resultado seleccionada para un cargo tan codiciado, y te animo a superar las inmensas oportunidades que supone estar entre nosotros. Estás a punto de formar parte de un entorno altamente competitivo repleto de maravillas naturales, millones de especies muy variadas, tesoros astronómicos y tragedias y triunfos personales.
El desempeño de tu cargo comenzará con el NACIMIENTO y finalizará con la MUERTE. Dispones de las siguientes herramientas en tu equipo inicial:

· Un cerebro grande y altamente desarrollado.
· Pulgares oponibles.
· Postura bípeda.
· Complejas redes sociales.

Ahora que estás preparado para el comienzo, te recomiendo que aproveches al máximo tu tiempo. Podrías empezar cultivando las relaciones sociales y mejorando las condiciones de quienes lleguen después que tú.
Si tienes alguna pregunta, consulta por favor con la tutora que se te ha asignado, LA CIENCIA. Quiero desearte lo mejor durante tu estancia entre nosotros, y me agradaría volver a verte bajo otro aspecto cuando el contrato haya expirado.


Atentamente,
El Universo.



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26 may 2014

Declaraciòn de paz entre ateos y creyentes

Los creyentes no nos pasamos el día meditando sobre la existencia de Dios. La religión no es un argumento filosófico ni una alternativa a la ciencia. Es una estructura de sentimientos, una casa hecha de emociones.




Permítanme que venga a molestarles con un proyecto: el del respeto mutuo entre ateos y creyentes (una especie de delaraciòn de paz, un tratado, un acuerdo para una mejor convivencia). Se apoya en un principio muy sencillo: ambos sostenemos una postura para la que, por definición, no hay pruebas. Nosotros creemos que existe un Dios y ustedes creen que no; cuando, en realidad nadie lo sabe, ni puede saberlo: no es una cuestión susceptible de ser probada. La ciencia, como mucho, puede demostrar que no hay necesidad de Dios como explicación física de nada. Puestas así las cosas, la posición natural, neutral y moderada sería el agnosticismo: un calmado, indiferente desconocimiento. Sin embargo, usted y yo, esas salvajes criaturas románticas que somos, nos apresuramos a tomar posiciones de fe sobre el asunto. Esta compartida (aunque enfrentada) extravagancia podría convertirnos en almas gemelas. O en sin-almas gemelas; yo digo lechuga, usted dice tomate, pero al menos ambos estamos hablando de hortalizas. Ateos y creyentes son, en formas opuestas, gente con convicciones, gente que se queda fuera del centrado campo del empirismo. Mes frères, mes soeurs, mes semblables! Abracémonos, porque todos somos refugiados huyendo del aburrido pragmatismo.
Ah, ¿que no? No. Porque exponer que el ateísmo es simplemente otra forma de fe ataca la idea que el no creyente beligerante tiene de sí mismo: la idea de que el ateísmo es de alguna forma científico y, en el campo de las creencias personales, equivale al rigor y las cautelas del método científico. Este autoconcepto se iría al garete si se atrevieran a verse como fervientes acólitos de la negación de Dios. Intente usted decir que los ateos mantienen una posición de fe, porque creen en la ausencia de Dios, y en apenas segundos, tan seguro como que el sol sale por el este, tan seguro como que Richard Dawkins sabe mucho sobre biología evolutiva y nada sobre religión, saldrá alguien a decir: “No. Los ateos no creen en la ausencia de Dios. Los ateos no creen en nada. Los ateos, simplemente, se mantienen al margen en toda esa tontería de pensar en seres invisibles”.
¡Uf, qué alivio! Al menos hemos neutralizado la posibilidad de considerar el ateísmo como un teísmo en negativo, y a los ateos como una especie de encantadores antitrapenses, dedicados a celebrar ruidosamente la inexistencia de Dios, arrancándose las cadenas de lo fáctico, disfrutando libres (¡por fin!) de la poética de la ausencia. Me temo que lo de abrazarnos va a tener que esperar.
La fe cristiana es una forma de enfrentarse a la culpa con la que vivimos los seres humanos
En fin, aquí, en el lado de los creyentes, tampoco es que nos pasemos el día meditando sobre la existencia de Dios. La religión no es un argumento filosófico, ni una cosmología apañada, ni ningún tipo de alternativa a la ciencia. De hecho, la religión no es en absoluto, en primera instancia, un conjunto de propuestas sobre el mundo. Antes que cualquier otra cosa, es una estructura de sentimientos, una casa hecha de emociones. Las emociones no se tienen porque hayas aceptado la idea de que Dios existe; empiezas a considerar que Dios existe porque has sentido esas emociones. Empiezas a considerar la idea, y quizá algún día llegas a aceptarla, porque encaja con lo que de todas maneras ya estabas sintiendo. El libro que he escrito en defensa del cristianismo, Impenitente, empieza hablando de la disputa actual sobre la religión, pero enseguida pasa a explicar, o lo intenta al menos, que la fe se construye a partir de las experiencias reales y normales de un ser humano; no es una empinada escalera de suposiciones apoyada sobre unas conjeturas inestables. La fe cristiana (que es de la que puedo hablar desde dentro, desde la experiencia) es una forma de enfrentarse con esa carga de culpa y esperanza y pena y alegría y cambios y tragedia y renovación y mortalidad con la que debemos vivir todos los seres humanos. No es una forma infantil, despreciable y cobarde de lidiar con esas cosas: conlleva un cierto realismo emocional incorporado (o eso nos gusta pensar), y un cierto grado de imaginación. Nosotros también hemos hecho los deberes.
Y aun así, por supuesto, no lo sabemos, y el no saber importa. El examen definitivo para la fe debe ser, todavía y siempre, su veracidad; las perspectivas que nos ofrece y los cambios que nos hace atravesar deben corresponderse al final con un estado real del universo. La religión sin Dios no tiene sentido (excepto, quizá, para los budistas). Por eso las creencias, para la mayoría de los cristianos que respetan la verdad, la lógica y la ciencia, suponen una entrada voluntaria en la incertidumbre. Esto implica la decisión de sostener los riesgos de vivir en condicional, escoger una vida a la sombra de un “a lo mejor” o un “quizá”, entre los muchos “a lo mejor” o “quizá” de este mundo; donde las respuestas definitivas no están a nuestro alcance, y todo lo que sabemos sobre ciertos asuntos debemos aprenderlo medio a tientas, a través de un cristal.
Usted y yo estamos operando en un campo donde no podemos saber quién tiene razón
Este es el fundamento que nos permite, a rasgos generales, acceder con imaginación a la postura de ustedes. Nunca he conocido a un cristiano que no se sintiera identificado con la experiencia de creer en un Dios ausente. Muchos hemos sido ateos en algún momento. Muchos aún lo somos, de vez en cuando: una característica recurrente de la fe es que cada cierto tiempo pasa por etapas de duda. Eso no significa que pensemos secretamente que tienen ustedes razón, en el fondo; ni que a cierto nivel semiinconsciente sepamos que sólo estamos construyendo patéticos castillos de arena para ser derribados por la impetuosa, inevitable, obligatoria marea creciente de la Razón. Significa que reconocemos que ambos, usted y yo, estamos operando en un campo donde no podemos saber quién tiene razón. La reacción adecuada es la humildad, la conciencia de nuestra propia falibilidad.
Quizá también —bromas aparte— esta pueda ser la base sobre la que creyentes y ateos puedan alcanzar una declaración de paz, y hablar entre ellos de manera un poco más productiva. En ambos lados guardamos nuestras certezas en el armario, y nos conformamos, compañeros en la toma de decisiones bajo la incertidumbre, con comparar las ventajas y desventajas de las casas de emoción que nuestras posturas nos impiden habitar: ambas reales, en el sentido de que ambas se han construido con la experiencia, y ambas cimentadas, en última instancia, sobre lo incognoscible. Ustedes sacan la carta de la dignidad del materialismo, y nosotros ponemos al lado la aceptación cristiana de lo trágico, lo desechado, lo irreparable. Ustedes sacan el humillante descubrimiento de la pequeñez y la contingencia de la humanidad en el cosmos, y la idea enaltecedora de que en cualquier caso la vida humana sigue teniendo sentido. Nosotros sacamos la universalidad del fracaso humano, y la esperanza de escapar de la búsqueda eterna del beneficio propio. Nosotros enseñamos nuestras cartas y ustedes enseñan las suyas. Y juntos admiramos las previsibles apuestas que nos sostienen.
No obstante —y ahora sí que intento provocar— antes de eso, creo que ustedes deberían ser un poco más claros sobre cuál es el contenido emocional de su ateísmo. Ustedes son quienes aseguran estar actuando a partir de una simple carencia, a partir de una no-creencia, pero, ya que hablamos de ausencias, el ateísmo contemporáneo no parece involucrar sentimientos convincentes ni de lejos. No todo es leer a Lucrecio, o pensar en la naturaleza de las cosas hermosas. Para muchos de ustedes, el objetivo del ateísmo parece ser no tanto la no-relación con Dios, como una viva y hostil relación con los creyentes. La misma existencia de la religión parece ser una afrenta, un atrevimiento, un picor que no pueden evitar rascar. La gente a la que no le gusta coleccionar sellos no tiene una revista especializada llamada El Antifilatélico. Ustedes sí. Lo que hacen es el equivalente a irse un domingo a alguna plaza Mayor de algùn lugar con pancartas contra la venta de sellos. Cuando en un diario progresista se habla de eso de las creencias, los comentarios suelen estar copados por tertulianos que lanzan su desprecio con la misma fuerza que un extintor de incendios. Es como si hubiera una pequeña onda transgresora de satisfacción que solo se pudiera alcanzar pronunciando palabras despectivas allí donde un cristiano de verdad pueda oírlas. Y esto no puede ser bueno para ustedes. Nunca es buena idea creer que el placer de la agresión esconde detrás una virtud. Se lo dice una persona religiosa. Eso sí que lo sabemos con certeza.

Francis Spufford es escritor, editor y profesor. Acaba de publicar Impenitente(Turner).
© Francis Spufford, .Traducción de Ángela Porras.


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24 may 2014

La pluma que imprime en 3D

Dale vida a tus dibujos con esta Impresora en 3D 



Si eres diseñador o simplemente amas dibujar, ¿qué pensarías si pudieras darle un poco de vida a tus creaciones? Pues si te maravilla la idea, ya puedes hacerlo, con la pluma Lix 3D, la cual además de ser muy pequeña tiene la facultad de imprimir en 3D.

La idea es muy sencilla, ya que en lugar de utilizar una hoja para dibujar tienes la libertad de hacerlo en el aire, por lo que podrás hacer dibujos del tamaño que quieras y con la creatividad como tu único límite. Por otro lado, Lix 3D no sólo sirve para crear dibujos, ya que con un poco más de trazos también es posible crear accesorios, piezas decorativas, arte, joyería y más.



Lo que hace la pluma Lix 3D es derretir y enfriar plástico, por lo que se pueden trazar estructuras sólidas, y para calentar el plástico únicamente se tiene que conectar a una computadora por medio de un cable USB y esperar 60 segundos para empezar.

Por el momento este proyecto tiene su campaña de recaudación dentro de Kickstarter, la cual ya ha rebasado por mucho la meta; sin embargo, aún puedes comprar una Lix 3D



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La evolución de la lectura



Leer un libro es una actividad que va desde lo puramente placentero, en el caso de libros que leemos para entretenernos o disfrutar, hasta lo funcional cuando se trata de libros que necesitamos para mantenernos actualizados o informarnos.
Oscila entre lo personal y lo profesional, una frontera que se mueve muchísimo y se vuelve cada día más borrosa: en realidad, nunca sabemos cuándo la inspiración para un tema profesional nos va a surgir de leer una novela que habíamos empezado por el puro placer de la lectura, cuándo un contacto profesional nos va a surgir en función de un comentario sobre literatura o poesía, o cuándo el libro que abrimos porque lo escribía alguien muy significativo para nuestra profesión va a ser una historia que nos haga disfrutar y nos atornille a sus páginas como si fuera un best-seller.
Las diferencias entre la lectura lúdica y la profesional marca muchísimo el uso que hacemos del soporte que usemos. En papel, los libros calificados como “de entretenimiento” pueden tener alguna página con la esquina doblada, pero poco más. Los libros de lectura más profesional es más habitual que aparezcan llenos de banderitas, subrayados, rotulador fosforito y notas al margen. Y es ahí donde la transición del papel al libro electrónico me parece más impresionante, y donde de verdad veo que Amazon ha entendido las necesidades del cliente de una manera más evidente.
El libro electrónico puede tener ventajas de muchos tipos: llevarse un montón de libros en un dispositivo de unos cuatrocientos gramos o menos ya es de por sí una propuesta de valor sumamente atractiva, como lo es el poder ampliar o reducir la letra en función de las condiciones de cada momento o de la postura que queramos adoptar. Pero donde de verdad el libro en papel palidece frente al electrónico es a la hora de plantear un repositorio en la red de todas las notas que hemos hecho en todos los libros que hemos leído. Y sin embargo, es un tema al que no veo que se preste demasiada atención: la página de Kindle en la que almaceno las notas que tomo en los libros que leo es para mí un recurso fantástico, porque me permite copiarlas y reutilizarlas donde quiera en forma de cita, buscar en ellas aquel tema que me llamó la atención, llevar a cabo un repaso rápido de algo que ya leí, o compartir las notas con terceros.
Otro factor interesante, y en este caso más sujeto a posible debate, es el que proviene de la lectura social: la posibilidad de ver, a medida que progresamos por un libro, aquellos pasajes del mismo que han sido más subrayados por otros usuarios. En mi caso, la sensación es curiosa: por un lado, agradezco esa especie de “marca” que me lleva a fijarme más en ese texto. Por otro, pienso que me sesga, que me condiciona, y que no sé hasta qué punto quiero que lo haga (de hecho, se puede elegir no mostrar esos subrayados, y me genera bastante curiosidad saber cuánta gente realmente lo hará).
Los datos agregados también tienen su gracia: que el libro más subrayado en la historia de Kindle sea la Biblia, y el segundo sea la biografía de Steve Jobs no deja de tener su ironía :-) Pero me parece muy interesante pensar en los datos que se pueden obtener de esa información, o en las posibilidades que ofrece, por ejemplo, irte a un libro que te interesa y poder ver los highlights públicos que tiene.
¿Soy un caso raro, debido a la combinación de curioso informàtico, blogger  y lector de webs o estoy hablando de algo que sintoniza con una casuística de usuario más habitual? Sinceramente, esta función es la que de verdad se ha convertido en la propuesta de valor más interesante para mí de ese Kindle del que pocas veces me despego, y la responsable de que prácticamente me niegue – o me dé una pereza espantosa – simplemente pensar en volver a leer un libro en papel. ¿Soy un raro, o es algo que le está pasando a más gente?

(This article is also available in English in my Medium page, “The evolution of reading“)

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22 may 2014

La menstruación entra en polìtica. ¿Influye en tu voto?

regla
Ganar el voto de la mujer es una consigna hoy para todo aquel que haga política. Y, con este objetivo, el partido Liberal-Demócrata de Rusia presentó a la Duma una proposición de ley para que las mujeres trabajadoras tuvieran dos días de vacaciones al mes durante los días críticos del ciclo menstrual. Su propuesta no era nueva. Y tampoco es la única vía por la que, en estos días, la menstruación palpita entre las pulsiones políticas. Varios estudios científicos pugnan por dilucidar si los picos de ovulación afectan a la intención de voto de la mujer. ¿Votamos derecha o izquierda al compás de nuestras hormonas?

Días de “asuntos propios”

En algunos países asiáticos, el permiso laboral en los días de menstruación (Menstrual Leave) es un derecho legalmente establecido para las trabajadoras. La base de la ley tiene un peligroso filo. Y es que se nutre de la creencia de que las mujeres, si no descansan durante la regla, pueden tener problemas para tener hijos. El mito, que les viene de lejos, está impreso en su mente colectiva, y es lo que ha dado pie a considerar, política y socialmente, que la mujer tiene, esos días, que quedarse en casa. Así que, por un lado, está el beneficio de los días libres — porque es verdad que a menudo la regla duele— pero a cambio está el sangrado social, que no se cura, y que cataloga a la mujer solo como una futura madre, y no como una trabajadora eficiente.
En Japón existe el “permiso menstrual” desde poco después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, una avalancha de mujeres se incorporó a puestos de trabajo como minas y fábricas donde no había instalaciones sanitarias adecuadas. Así, la Ley de Normas Laborales de 1947 incorporó la seirikyuuka (permiso fisiológico), que permitía a la mujer tomarse unos días libres.
El año 2013, en Taiwan, una enmienda a la Ley 2013 de Igualdad de Género en el Empleo dio a las mujeres el derecho a tres días de permiso al año por la menstruación, que se sumaron a los 30 días de baja por enfermedad que pueden disfrutar todos los trabajadores. En Indonesia tienen dos días libres al mes y el hecho de que en muchas compañías se lo pusieran difícil para poder disfrutarlo motivó que una delegación de trabajadoras pidiera a los candidatos presidenciales que vigilara los abusos sobre el “menstrual leave”. En Corea del Sur, este derecho de las mujeres, que disfrutan desde el año 2001, se ve por los hombres como un caso de “discriminación positiva”.

¿Qué ocurrió con la propuesta rusa?

Pues el escozor se produjo porque el líder del partido, Mikhail Degtyaryov, argumentó así su propuesta. “El dolor fuerte induce a un incremento de la fatiga, reduce la memoria y la capacidad de trabajo y conduce a expresiones de malestar emocional, por lo tanto, científicos y ginecólogos sostienen que una menstruación difícil no es sólo un problema médico sino un problema social”. ¡Guau! Los subtítulos del argumento que dio Degtyaryov son afilados: hablan de que la mujer pierde su racionalidad cuando menstrúa. Y este, precisamente, es uno de los marchamos que las han marcado a las homínidas dolorosamente.

La ovulación y la intención de voto

Este marchamo también está detrás de un auténtico tira y afloja científico que se sostiene en EE.UU. En 2012 la psicóloga social Kristina Durante, de la Universidad de San Antonio, Texas publicó un estudio que se convirtió en un auténtico polvorín. Concluía que las hormonas afectan al voto de la mujer dependiendo de si está soltera o casada. Sostenía que en la época fértil del mes, cuando los niveles de estrógeno están más altos, las solteras votaban más a Obama, que es más sexy, y las casadas al oponente, con un margen de diferencia de al menos un 20%. “Cuando las mujeres están ovulando, se sienten más sexy y por lo tanto más proclives a actitudes liberales en cuanto al aborto y el matrimonio homosexual. Las mujeres casadas tienen las mismas hormonas disparadas, pero tienden a adoptar actitudes opuestas”, declaró Durante.
El estudio apareció en la prensa de medio mundo y, aunque numerosos científicos se mostraron escépticos, el desbarre llevó a publicar titulares como este de el New York Time Magazine: “El voto femenino es difícil de predecir debido a la regla”.
Desde entonces, la influencia de los estrógenos en el voto femenino se coló en los laboratorios. En diciembre del 2013 se publicó el estudio más exhaustivo, y rompió el débil binomio regla-voto.

Christine R. Harris y Laura Mickes, de la Universidad de California, en San Diego, recogieron datos de 1.200 mujeres durante las elecciones presidenciales en EE.UU. Hicieron un seguimiento de su intención de voto, y de sus ciclos menstruales, y preguntaron sobre lo que realmente habían votado después de que las elecciones se produjeran. Las conclusiones de Harris y Mickes no dejaban lugar a duda, no había ninguna correlación entre la regla y Obama. “Las mujeres mantienen fija su intención de voto. No hay ninguna evidencia de que los cambios hormonales durante el ciclo menstrual influyan en sus ideas políticas o en sus creencias religiosas”. Este estudio, claro, no tuvo la repercusión del anterior.
Hoy, los partidos políticos pugnan por ganarse el voto de la mujer (numeroso y activo). Y, de hecho, hay campañas que se van al traste por resbalones machistas. Pero si estos resbalones se producen es porque aún hay mitos sobre la mujer enraizados en cerebros y alcobas, que no se van ni con lejía. El cansino tópico occidental de que la mujer pierde la razón cuando gobiernan los estrógenos, brota de cuando en cuando, como la mala hierba. Habrá que seguir podándolo.


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Por qué creemos en dios y en lo sobrenatural

Los instintos animales heredados de los hombres de las cavernas podrían ser la explicación de por qué muchos humanos creen en dios y lo sobrenatural. 

 Por: Steve Kelly / psicólogo británico



La noción de lo sobrenatural existe en todas las culturas de nuestro planeta, ya sea en forma de dioses, duendes, hadas o un dios único todopoderoso. Las distintas creencias son similares y están muy extendidas, de manera que pueden vincularse a los procesos mentales que los humanos desarrollaron hace miles de años para sobrevivir, señala Steve Kelly en la web The Conversation
 

Suponer la acción de un ser vivo

Tenemos tendencia a creer que un ser vivo es el responsable de cualquier acontecimiento, señala Kelly. "Si pensamos en los acontecimientos que podían tener lugar en los tiempos prehistóricos es fácil entender por qué es útil esta tendencia", sostiene. Por ejemplo, las ramas de un árbol pueden moverse por acción del viento, pero es más seguro pensar que las mueve un animal peligroso y huir, señala el científico. Los que piensan así sobreviven y transmiten su modo de actuar a sus hijos, implantándolo profundamente en los instintos. Actualmente no tenemos que pensar para reaccionar así, lo hacemos de manera automática. 
 

Suponer una razón

Viviendo en grupos, es necesario comprender a los demás, entender y aceptar sus creencias y pensamientos, sobre todo cuando consideramos que son incorrectos porque, debido a una falta de información, no entendemos qué los motiva. Tendemos a suponer que detrás de cualquier acción de cualquier individuo hay algún motivo que debemos procesar y entender. 
 
Cuando tiene lugar un suceso por ejemplo, cuando cae una piedra el instinto nos lleva a pensar que alguien lo ha causado. Pero si no vemos a nadie es natural suponer que la acción podría ser obra de un ser invisible, señala Kelly. ¿Qué haría este ser si estuviera a nuestro lado? Pues quizá intentar descubrir nuestros secretos para saber si somos buenas personas, sostiene el psicólogo. 
 
Otro ejemplo: la erupción de un volcán. Sin conocimientos geológicos, el instinto nos sugiere que este fenómeno es obra de un ser superpoderoso que quiere castigar a los humanos por sus acciones. Nuestros ancestros habrían sido capaces de analizar los eventos que no entendían y relacionarlos a estas creencias, sostiene Kelly. 

 

Andar sobre las aguas

Las excepciones, los casos que no encajan con nuestras ideas, se recuerdan y ayudan a no olvidar la regla. "Posiblemente, las anomalías que suponen un reto para nuestra intuición llaman nuestra atención, lo que ayuda a implantar una idea en nuestra memoria", sostiene Kerry. "Muchas historias religiosas contienen conceptos […] como un hombre que anda sobre las aguas o una zarza en llamas que habla. Estas historias usan esta peculiaridad de nuestra memoria para difundirse y evitar ser olvidadas". 
 
"Si estas ideas son correctas la religión no es más que un 'producto derivado' del cerebro que procesa un error", concluye el autor.  




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21 may 2014

¿Son innatas las ideas políticas?

¿De izquierda o de derecha? Un escáner de su cerebro puede tener la respuesta

  ¿Podemos "leer" las ideas políticas en un escáner?  


La política es una de las áreas más complejas del pensamiento humano. Así que fui escéptico cuando oí que escanear el cerebro de una persona podría predecir sus elecciones políticas.
La ciencia cognitiva está logrando avances extraordinarios, pero mapear las interacciones sociales humanas con lo que se puede medir en un escáner del cerebro es un salto enorme.
Es como intentar encontrar las correlaciones exactas entre dos platos de sopa: uno está hecho de vegetales, macarrones y caldo, y el otro está hecho con ideas abstractas como economía, igualdad e historia.
Pero en Estados Unidos y en Reino Unido, psicólogos y neurólogos están haciendo serias investigaciones para intentar relacionar las actitudes políticas con lo que está dentro de nuestro cráneo.
"Al observar cómo el cerebro está procesando los fenómenos políticos, podemos comprender un poco mejor por qué hacemos lo que hacemos", dice Darren Schreiber, de la Universidad de Exeter, en Reino Unido.
Schreiber comenzó usando la técnica de imagen por resonancia magnética (IRM) para investigar patrones de actividad en el cerebro cuando las personas tomaban decisiones, especialmente aquellas que involucraban riesgos.
Imagen del cerebro
 Varias investigaciones buscan la relación
entre  patrones de actividad del cerebro
 y las ideas políticas. 
Mientras que las decisiones no eran todas tan diferentes, el experto vio variaciones en las partes del cerebro que eran más activas en las personas que se describían a sí mismas como conservadoras y en aquellas que se consideraban liberales.
El científico no generaliza sobre cómo piensan exactamente conservadores y liberales, pero cree que su trabajo sugiere que diferentes actitudes políticas reflejan divergencias profundamente enraizadas en cómo entendemos el mundo.
Read Montague, de las universidades College London, Reino Unido, y Virginia Tech, EE.UU., era escéptico cuando comenzó a ayudar a los investigadores políticos en su estudio.
"Me reí de ellos en voz alta", dice.
Pero cuando John Hibbing y su equipo de la universidad estadounidense de Nebraska le mostraron sus datos, Montague cambió de tono.
Su trabajo sobre gemelos sugería que la lealtad política era en parte genética.
No de forma tan marcada como la estatura, por ejemplo, pero lo suficiente como para indicar que alguna gente realmente puede llevar el conservadurismo en la sangre, o al menos en el ADN.

Miedo y asco

¿Pero cómo, exactamente, podrían las diferencias genéticas expresarse en diferencias políticas en el mundo real?
Hibbing y Montague querían saber si estas predisposiciones innatas podían ser observadas en funcionamiento en el cerebro.
Así que probaron con respuestas instintivas a imágenes diseñadas para provocar asco y miedo, y hallaron un vínculo entre la fuerza de la reacción a las imágenes y cuán conservadores socialmente podían ser los puntos de vista de una persona.
Hombre comiendo gusanos
  Esta es una de las imágenes repulsivas del test de Hibbing.  
"Debemos aclarar la distinción entre conservadurismo económico y conservadurismo social", dice Hibbing.
"La gente que tiene actitudes más protectoras sobre temas como inmigración, que promueve mayores castigos a criminales, la gente que se opone al aborto… Estos son individuos que parecen tener una reacción mucho más fuerte a las imágenes repulsivas".
Estas respuestas se miden biológicamente, por lo tanto el estudio está vinculando explícitamente opiniones conscientes con respuestas inconscientes.
En las investigaciones que se han hecho hasta ahora, las actitudes hacia el riesgo, el asco y el miedo son las que muestran las conexiones más fuertes con las opiniones políticas manifiestas.
La dificultad llega al tratar de aplicar esta información a una situación específica.
Los conservadores sociales estadounidenses pueden estar también a favor de un estado más pequeño y un mercado libre.
Pero en los países que formaron parte del bloque socialista, el conservadurismo social podría más bien añorar la época comunista.

Determinismo biológico

El economista conductual Liam Delaney está estudiando la psicología de las campañas para el referendo sobre la independencia de Escocia, pero él no cree que los instintos subconscientes puedan ofrecer una guía completa del debate.
"El determinismo biológico es un poco tramposo con estas situaciones, porque hay demasiada variación entre los diferentes sistemas políticos".
Cerebro modelo
  La antigua teoría de la frenología vinculaba partes de la cabeza con la personalidad.  
"Creo que tiene el riesgo de simplificar las cosas al decir que hay algo innato que determina el resultado".
Darren Schreiber coincide: "La política humana es extraordinariamente compleja. No se reduce sólo al cerebro, y quiero dejar muy claro que no soy un determinista biológico".
Según él, nuestro cerebro está programado para no estar programado.
"Si las personas fueran simples no necesitaríamos estos cerebros muy grandes y complejos".
Ninguno de los científicos que trabajan en estas investigaciones sugiere que nuestras visiones políticas son completamente innatas.
El cerebro humano cambia a lo largo de la vida, por lo tanto los neurólogos dicen que las experiencias, tanto como los genes, han dado forma al cerebro que ellos ven a través del escáner.

Mano izquierda o derecha

Pero John Hibbing cree que los motores del subconsciente, que evolucionaron hace mucho tiempo en respuesta a peligros físicos urgentes, impulsan nuestras mentes políticas más de lo que nos gustaría creer.
"A las personas les 
gusta pensar que  
sus propias  
convicciones políticas 
son racionales, que  
son una respuesta 
sensible al mundo 
que las rodea."
John Hibbing, científico 
neurólogo de la 
Universidad de Nebraska
"A las personas les gusta pensar que sus propias convicciones políticas son racionales, que son una respuesta sensible al mundo que las rodea".
Hibbling compara las tendencias ideológicas innatas con qué mano preferimos usar.
Solíamos pensar que esto era un hábito que podíamos cambiar, cuando no sabíamos que estaba "profundamente integrado en la biología".
Eso tendría grandes implicaciones en la vida política. Si ser de izquierda es tan innato como ser zurdo, ¿por qué preocuparse por la política?
¿No podríamos meter a todos en un tomógrafo y deducir lo que piensan,siempre pensarán y además nacieron para pensar, y dejar de intentar convencer a nadie?
Ni siquiera Hibbling saca tal conclusión.
"No es tanto que yo piense que la gente debería callarse y aceptar que algunas personas son diferentes".
"Pero sí creo que deberían aceptar que alguna gente o bien no va a cambiar o bien será extremadamente difícil convencerlos de cambiar, y que simplemente seguir gritándoles no contribuye en nada".
Así que no vamos a cambiar las urnas por un tomógrafo en un futuro próximo.
Lo cual es bueno, porque aún creo que la política debería suponer llevar nuestras ideas al mundo más allá de nuestro cráneo, el mundo real de convicciones desafiantes y opiniones encontradas.
Pero quizás estemos programados para pensar así.

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