28 feb 2015

COMO LA LECTURA DEJA HUELLA EN TU CEREBRO

Estimulan nuestra materia gris e incluso
modifican nuestra conducta




"¿Qué sientes cuando lees?" Mi amigo, conocedor de mi feroz adicción a la lectura y escondido ya tras su sonrisa y su copa de vino, se veía venir que lo inoportuna no iba a ser su pregunta, sino mi respuesta. Describir qué se siente cuando uno abre un libro y se sumerge en una buena historia literaria es uno de esos placeres de la vida tan delicioso que resulta casi indescriptible. Posiblemente, podría compararse con la sensación de lanzarse dentro de un agujero negro o incluso con un gracioso y emocionante salto a otra dimensión. Es como sumergirse en un reino desconocido y transitorio, un bolsillo secreto dónde ver el mundo en solitario desde otra perspectiva a sabiendas que, en el mundo de la imaginación, todos los sueños están permitidos y a nuestro alcance. No sabes cómo llegaste hasta allí, cómo te convertiste en un devorador de libros. Sólo sabes que quieres sumergirte una y otra vez a través de ese maravilloso portal resbaladizo de palabras y metáforas.
La caída a este mundo imaginario, si la historia es buena y bajo tu piel hay sangre caliente, puede incluso hacerte olvidar quién eres o cuántas horas llevas anonadado tras las páginas en tu sofá. Recuerdos, miedos, dolores, angustias y todo tipo de sentimientos se desvanecen al igual que la tinta desaparece con el agua. A partir de ese momento te conviertes en el observador de un mundo imaginario, abstracto y tan real o irreal como el tuyo propio: estás mirando la vida a través de los ojos de otro. Eres como un espía invitado. La facultad de algunos autores para narrar historias te hace desarrollar nuevos miedos, alegrías o anhelos, así como llegar a querer o detestar a los personajes que desfilan a lo largo de la narración. Podría compararse a estar en una tierra extraña rodeado de nativos.

Nuestro cerebro en la ficción

Es imposible que esta intensidad de emociones que puede causar la buena literatura no deje huella en nuestro cerebro. El devorador de páginas sabe que leer un libro no es sólo un pasatiempo, sino un estilo de vida.
En un artículo publicado por la divulgadora Annie Murphy Paul en el New York Times, la autora narra como una nueva investigación ha demostrado que las historias no sólo estimulan nuestro cerebro, sino que modifican la forma en la que actuamos en nuestra vida.
Siempre se ha afirmado que los viejos medios de comunicación, a diferencia de los nuevos como Internet, no facilitan la interactividad. Pero esta afirmación no es del todo cierta: los libros tejen vínculos con nuestra soñadora materia gris. El lector no es un vulgar receptor al uso, sino que entra en un proceso que poco a poco va cambiando su vida. Y tiene efectos secundarios.

Podemos ver y oler cosas que no están ante nosotros

¿Hay algo más excitante que una descripción perfecta? Patrick Süskind sabía con qué emociones jugaba cuando describía el putrefacto olor del pescado en El Perfume, una escena que aún hoy aparece de vez en cuando a visitarme en mis pesadillas. La buena escritura tiene el poder de estimularnos sensorialmente con el fin de dejarnos oler las rosas de un jardín o sentir los golpes en nuestra propia piel. George Lakoff y Mark Johnson, autores de Metaphors We Live By, examinaron el poder de las metáforas. Estas tienen el privilegio de poder activar distintas áreas de nuestra conciencia debido a su significado. La metáfora está presente en nuestra vida de forma permanente, ya sea de pequeños a través de las fábulas o los cuentos de hadas o de mayores, cuando las usamos de forma recurrente para expresarnos. 
Cuando leemos una buena metáfora, áreas de nuestro cerebro asociadas con el olfato y el tacto se 'iluminan' de la misma forma que lo harían si fuéramos a oler una prenda de cuero o a poner nuestras manos sobre un cazo hirviendo. Todo esto es posible gracias a que tenemos un bagaje sensorial previo que nos permite oler, saborear o sentir cosas que realmente no están allí presencialmente.

Personajes, ¿amigos imaginarios?

Otra de las características de un devorador de libros es que siempre tiene un amigo imaginario cerca. Los personajes de ficción cobran vida en nuestro cerebro y los llevamos con nosotros de la misma manera que nos acompaña el recuerdo de nuestros seres queridos. Cuando uno intenta comprender una historia y a sus personajes, se sumerge por completo en su manual emotivo. Somos él y sus circunstancias. Sentimos ira, temor, dolor o felicidad, según se desenvuelva la trama de nuestro amigo imaginario en cuestión. Página a página experimentamos esas sensaciones, sacándolas del libro y haciéndolas nuestras. Las luchas o triunfos de nuestros personajes de ficción nos afectan o nos alientan y tienen el poder de hacernos comprender nuestras propias barreras o anhelos, así como los de aquellos que nos rodean.
Además, a través de la lectura desarrollamos una mejor intuición y conocimiento sobre nuestro entorno, permitiéndonos entender mejor las señales emocionales de los demás y ponernos en su pellejo de una forma real y no meramente solidaria. Según Lakoff y Johnson, nuestro cerebro no sólo responde a las representaciones de los olores, texturas o movimientos como si fuesen reales, sino que también siente las interacciones con personajes de ficción tan intensas como nuestros encuentros sociales en la vida real.

Nuestra conducta se modifica

La lectura es el sitio dónde aprendemos el significado de la palabra empatía. Es el lugar donde nos convertimos en mejores seres humanos. Es el espacio donde vidas imaginarias nos enseñan sobre la moraleja del mundo real, algo muy recurrente en géneros como la ciencia ficción. Según afirmaba Keith Oatley, profesor de psicología cognitiva de la Universidad de Toronto, leer un buen libro de ficción, "gracias a sus descripciones detalladas y ricas metáforas produce una sensación de realidad vivida. Esta simulación se ejecuta en la mente de los lectores así como las simulaciones informáticas se ejecutan en los ordenadores". 
Oatley también piensa que los adictos a la lectura son "personas más comprensivas y con mayor capacidad para entender a los demás. Aprendemos cómo hacer frente a ciertas situaciones en base a lo que hemos leído.". Si te parece una afirmación algo abstracta pregúntate: ¿qué pasaría si todo el mundo leyese un poquito más? ¿Podríamos vencer las barreras del sexismo, el racismo o el odio? y nos enterarìamos de tantas verdades ocultas y nos desepcionarìamos de otras tantas mentiras.
En un estudio similar publicado en el Annual Review of Psychology, Raymond Mar utilizó un escáner de imagen por resonancia magnética funcional (fMRI) para demostrar que existe una superposición, es decir, una notable coincidencia entre las conexiones neuronales usadas para comprender las historias de los libros y las que se utilizan para interactuar con otros seres humanos.

"Un dólar por tus pensamientos"

Según otro estudio realizado por los mismos investigadores en la Universidad de Emory, los cambios neuronales registrados por las buenas metáforas y las interacciones con nuestros personajes literarios sugieren que leer una novela puede convertirte en el protagonista, con todo lo que eso conlleva. Según explica Oatley: "los narradores ofrecen una experiencia única, la oportunidad de entrar de lleno en los pensamientos y sentimientos de otra persona".
Sólo la buena literatura puede modificar tanto tu cerebro que, literalmente, sientas que estás en otro mundo. Sólo la ficción tiene el poder de cambiar sin hecho aparente tu estado de ánimo. Sólo un buen libro puede hacerte cambiar tus barreras, tus anatemas y convertirte en un explorador de otra dimensión. Sólo los libros nos dejan soñar sin levantar los pies del suelo.

Échale literatura a la vida

¿Qué es lo que siento cuando leo, querido amigo? Que puedo ser un temible pirata, un villano, un viajero del tiempo, uno de los adorables personajes de las novelas de Jane Austen, ayudar a Ender a terminar su complicado juego, tomar el té con los Niños Perdidosdibujar un elefante con El Principito o perseguir durante toda mi eternidad al Conejo Blanco y al Gato de Cheshire por el País de las Maravillas. No sólo lo imagino, lo siento como si fuese el colofón de los poros de mi piel. El tacto de una buena prosa es como una pluma haciendo cosquillas a nuestro cerebro. Puedes amar, odiar o sacar tu lado más revolucionario en toda su intensidad sin que nadie venga a preguntarte por qué le echas tanta pasión a todo lo que haces. Aunque no haya comprobación científica de esto, estoy segura, querido amigo, que las páginas de un libro deben dejar alguna clase de huella en nuestro código genético. Metafóricamente hablando, claro.
Saludos cordiales
.

27 feb 2015

Mapa de países ateos




.

Google es dios




Qué menos que hacer una oración a nuestro omnipresente padre que todo lo vé y todo lo sabe.
Gracias a Googlytics, gugel y más explicado a mi abuela:


EL GOOGLE NUESTRO

Google nuestro que estás en Mountain View
santificada sea tu indexación;
venga a nosotros tu pagerank;
hágase tu voluntad en Google.com y en Google.es;
Danos hoy nuestras visitas de cada día;
perdona nuestras páginas no optimizadas;
como nosotros perdonamos a quienes nos roban contenidos;
no nos dejes caer en el black hat;
líbranos de Bing.
Amen

.

Cómo el medio ambiente controla lo que piensas

¿REALMENTE CREES QUE TUS PENSAMIENTOS SON SÓLO TUYOS? UN ESTUDIO AYUDA A DILUCIDAR CÓMO CONSTRUIMOS LO QUE PENSAMOS DE MANERA INTERDEPENDIENTE CON EL ENTORNO

A
blow_your_mind
La concepción moderna de un individuo libre y racional se basa en la noción de que ejercemos libremente nuestro pensamiento, y es este librepensar lo que nos hace individuos, lo que nos otorga nuestra existencia individual. Suponemos que aquello que somos, que está ligado a aquello que pensamos, es algo que surge de nuestra propia individualidad, de nuestra razón que delibera con autonomía. La esencia del individualismo es que la esencia es individual y por lo tanto cada uno define su propia existencia, es amo y señor de su destino, no necesita de transferencia u otredad. Esta es la asunción fundacional de nuestra cultura cartesiana, pero aunque ha sido capaz de construir los sólidos edificios de la ciencia y la tecnología, separando bloque tras bloque de la masa informe o de una especie de ápeiron indiferenciado, sus bases no son tan sólidas como creemos.
La idea de que mis pensamientos son sólo míos y estoy solo en mi cabeza hermética –con mi alma o mi conciencia en los confines del cerebro– puede ser fácilmente discutida. Una visión sistémica cuestiona seriamente el paradigma del racionalismo que al atomizar el mundo en innumerables fragmentos para analizarlos y verlos a detalle sin el ruido de sus relaciones también proyecta este modelo a la herramienta que utiliza para hacer el análisis: la mente humana (el experimento afecta al experimentador). Es parte del dogma de nuestra civilización creer que contamos con una especie de blindaje –una cabeza dura– que nos protege del medio ambiente en el que vivimos. Creemos, en pleno ejercicio de nuestra razón, que somos dueños de nuestro fuero interno y tenemos una frontera clara y definida que impide que los pensamientos de los demás o del mundo se cuelen. Y si esto sucede, si una voz ajena se filtra, esto es el síntoma por antonomasia de una patología o al menos de una mente débil que se deja influenciar, como si esta influencia del entorno pudiera ser evitada por una mente más fuerte.
Consideremos un sencillo ejemplo de cómo factores externos nos obligan a pensar cosas que no queremos. Investigadores de la Universidad de San Francisco pidieron a un grupo de participantes que observaran una imagen –por ejemplo, un sol– pero que evitaran pensar en la palabra que corresponde a esa imagen o en el número de letras que tiene esa palabra. Los investigadores notaron que alrededor de 80% de las veces, las personas automáticamente conjuraban la palabra “sol” en su mente y un 50% de las veces contaban hasta 3 en silencio.
En primera instancia se nos puede escapar el profundo significado de este estudio. Nuestra experiencia cotidiana está anegada de estas señales que provocan y esculpen nuestros pensamientos. Desde la publicidad con la que nos encontramos constantemente o los contenidos de los medios que consumimos hasta la comunicación interpersonal y señales más sutiles del ambiente; todo esto, en cierta manera controla nuestro flujo de conciencia de manera externa y en contra de nuestra voluntad. El mundo nos da tanto o más el pensamiento de lo que nosotros lo producimos. Los estímulos que percibimos en el mundo se vuelcan hacia dentro –nuestra piel y nuestra psique son permeables– y nos in-forman (aunque luego no logremos distinguir de dónde viene esa información que se convierte en la sustancia de nuestro pensamiento, res cogitans).
“Nuestros pensamientos conscientes parecen estar protegidos de nuestros alrededores, pero descubrimos que están mucho más estrechamente ligados al ambiente externo de lo que nos damos cuenta, y tenemos menos control de lo que vamos a pensar el siguiente momento”, dice Ezequiel Morsella, autor del estudio. Los investigadores hablan de una “maquinaria inconsciente” generadora de muchos de los pensamientos que tenemos.
Evidentemente la investigación citada no significa que estemos siendo controlados telepáticamente o que en este momento estemos recibiendo vibraciones mentales que se apoderan de nuestra conciencia o simplemente nos hacen inclinarnos a pensar esta u otra cosa. Simplemente lo anterior, si lo tomamos en su más amplio ramillete de significados, nos habla de que existe una gran cantidad de estímulos, la mayoría de los cuales son inconscientes, que participan en la generación de cada pensamiento, que hacen que surja a la superficie este pensamiento y no aquel. Esto no sólo ocurre en el laboratorio, ocurre cada instante como resultado de habitar en el mundo, en un sistema abierto de alta densidad informativa. Es evidente que ver un anuncio en la calle nos sugiere un pensamiento, pero también el sonido del viento, el calor de este día o el espacio y la iluminación de esta habitación nos provocan pensamientos con ciertas cualidades que no son del todo arbitrarias y que no están sólo en nosotros, sino que están en las cosas. Los anuncios y los programas que vemos suelen provocarnos pensamientos más literales, mientras que los paisajes, los rostros y el arte suelen propiciar pensamientos metafóricos. De esta relación entre el estímulo –ora más explícito, ora más sutil– y su transformación en un cierto tren de contenido mental es que podemos decir que el pensamiento es permanentemente una cocreación entre el mundo y la mente (y seguramente también las emociones del cuerpo), cuyas barreras se disuelven en los bucles de retroalimentación de la información. 
En ocasiones algunas personas suelen creer descubrir pensamientos ajenos, intrusos psíquicos que corren por su mente. Se suele decir “ese pensamiento no es mío” o “algo se me metió”. Y, como hemos visto, esto parece ser algo común y corriente. Es decir, muchos pensamientos vienen de fuera. Pero, son tantos los pensamientos cuya génesis está en factores ambientales externos, la mayoría de los cuales escapan al umbral de nuestra conciencia, que parece sumamente difícil separar esos pensamientos específicos, extranjeros incómodos, que se infiltran en nuestra conciencia. La porosidad es demasiada y a última consecuencia nos lleva necesariamente a redefinir lo que es “externo” e “interno”, de nuevo disolviendo las fronteras. Asimismo esto cuestiona la naturaleza misma del pensamiento: tal vez el pensamiento es algo que existe solamente como un flujo nodal, una sustancia circulatoria que se trasvasa entre recipientes, una señal que existe a nivel cuántico y la mente es sólo el transistor más sofisticado que conocemos para procesar y retransmitir esta señal. Dicho esto, la intuición de que en ocasiones existe una enajenación o una especie de violación y posesión de la psique es una sensación tan extendida entre diversas personas y culturas, que no debemos de desdeñarla. Si bien acaso sólo sea una variación en intensidad de algo que ocurre siempre en mayor o menor medida –una conversación que siempre está corriendo, pero que sólo a veces sintonizamos conscientemente. En otros tiempos se creía que los dioses y los espíritus de los muertos constantemente intervenían en nuestras vidas y que las musas y los ángeles inspiraban ideas y enviaban mensajes; hoy este mismo efecto de posesión y comunicación es considerado la manifestación inequívoca de una psicopatología.

*                 *             *
“Somos lo que pensamos”, dice el Dhammapada, texto atribuido a Buda. Ciertamente “somos lo que pensamos”, el pensamiento va esculpiendo poco a poco, como las gotas de agua que caen sobre una piedra, nuestra realidad, pero lo que pensamos (y quien piensa) es un colectivo, una ecología de conciencias, una serie de relaciones, una red de afectaciones, de reflejos y proyecciones. Somos, entonces, el mundo: inmanencia colectiva.
Twitter del autor: @alepholo

.

25 feb 2015

'Vacaciones cerebrales'

Las vacaciones: ¿Podrán ser transferidas a nuestra mente como si fueran un archivo?


Los recuerdos de las vacaciones del futuro seguirán siendo relajantes y largos paseos por playas soleadas, la sensación de la arena entre los dedos o el rugido del océano, pero con una diferencia crucial: seremos capaces de hacerlo desde casa.

El físico teórico Michio Kaku asegura que en un futuro seremos capaces de implantar 'memorias vacacionales' que nos hagan tener la sensación real de haber estado descansando. "En primer lugar, otra persona se iría antes de vacaciones y sus recuerdos agradables, como un paseo recogiendo piedrecitas a la orilla del mar, serían introducidos en un disco duro", cuenta Kaku a 'The Daily Mail'. Posteriormente el contenido de este "sería cargados a nuestra mente" de forma que sintamos la misma relajación que si estuviéramos realmente, por ejemplo, en la playa.
El experto señala que este revolucionario proceso será posible gracias a los avances significativos que se producirán en la comprensión del cerebro y el conectoma (los mapas de las conexiones neuronales con las memorias):"En los últimos 15 años hemos aprendido más acerca del cerebro que en el resto de la historia humana". "Es solo cuestión de tiempo".
En su reciente libro 'El futuro de nuestra mente', Kaku asevera que seremos capaces de poner remedio a enfermedades relacionadas con el funcionamiento de la memoria del cerebro, como el mal de Alzheimer, e incluso 'vivir para siempre', ya que nuestro genoma y conectoma sobrevivirán en el tiempo permitiendo la posibilidad de resucitar sensaciones y recuerdos a posteriori. 
.

EL PODER DE LAS CREENCIAS

"Una creencia no es simplemente una idea que la mente posee, es una idea que posee a la mente." Robert Oxton Bolt, (1924–1995)

En la psicología actual, la corriente más influyente es la Psicología Cognitiva, la cual establece que el comportamiento humano está determinado por lo que la persona SABE o  mejor dicho, lo que la persona CREE SABER, es decir el comportamiento humano está determinado principalmente por las CREENCIAS.

Una CREENCIA es la concepción de “algo” que no necesariamente tiene bases lógicas o empíricas, pero que el individuo que la posee la considera verdadera y no siente la necesidad de someterla a prueba. La creencia es dar por cierto algo que no está comprobado o que el entendimiento no es suficiente para comprenderlo.


                        Dadas las limitaciones intelectuales propias del ser humano es natural que todos tengamos creencias, pero dentro de estas, las creencias religiosas son particularmente sorprendentes, ya que la historia de todos los tiempos y todas las culturas nos cuenta del enorme poder que las creencias religiosas han ejercido y ejercen en el comportamiento ambivalente de los creyentes en dioses, ya que dichos comportamientos se mueven desde lo ridículo y sanguinario hasta lo sublime y humanitario, como por ejemplo las sangrientas Guerras Santas, Cruzadas, Santa Inquisición,  y crueles sacrificios humanos y por el otro lado alcanzan la sublimación en el arte, como la escultura, pintura y majestuosas construcciones de templos, pirámides y también obras de beneficiencia colectiva, etc.




                       A pesar de la propensión natural del ser humano a tener creencias es fascinante observar que para la gran mayoría de las personas, esto es para los creyentes en dioses, resulta una necesidad fundamental en sus vidas el tener creencias de dioses, demonios, paraísos, etc. y estas creencias en seres y lugares imaginarios tienen una relevancia primordial en su comportamiento y relación con los demás.

Las creencias se forman sobre la base de un RITO y ese rito se establece exclusivamente sobre bases anecdóticas, es decir sobre la base de tomar como cierto lo que otros dicen o que han escrito. Por esa razón CREER es IGNORAR y ante la incapacidad de poder saber, entonces la creencia se encarga de explicar lo que se ignora. La creencia es una manera de llenar el vacío cognitivo llamado ignorancia, por eso Amos Bronson Alcott dice que “la enfermedad de la ignorancia es ignorar su propia ignorancia”.

                            Dentro del grupo de creyentes religiosos es impresionante el poder que ejercen las creencias, particularmente en las personas con pensamientos rígidos y dogmáticos, ya que se aferran a sus creencias como si fueran un asunto de vida o muerte y son incapaces de poner sus creencias en la mesa del debate lógico, lo cual por cierto los llevaría simplemente al absurdo, porque consideran que sus creencias son la VERDAD ABSOLUTA y obviamente estos creyentes con pensamiento rígido y dogmático solo “ven” el lado sublime de sus creencias.

                             En la Red de Internet existen innumerables personas que ilusamente tratan de convencer a los creyentes en dioses de lo absurdo de su creencia, pero es evidente la imposibilidad de cambio de los creyentes con respecto a su dios, divinidad o trascendente, porque la creencia de su existencia es fundamental en sus vidas y la convierten en una idea fuertemente arraigada, al grado de que son incapaces de cuestionarla, es decir la creencia la convierten en una CONVICCIÓN. y más dramáticamente en un CREER que se SABE.


.

23 feb 2015

¿Qué nos hace humanos?


planeta simios zira








Durante milenios pensadores, filósofos y teólogos se han preguntado sobre la esencia del ser humano y su capacidad de pensamiento y consciencia sin llegar nunca a ninguna conclusión plausible, sin embargo las respuestas (como siempre) están empezando a llegar desde el campo de la biología.
Históricamente tanto desde el punto de vista filosófico como del teológico se ha considerado la existencia de una barrera infranqueable que separa a los humanos del resto de primates antropomorfos, pero en realidad los cada vez más abundantes estudios están difuminando más recurrentemente esta imprecisa frontera.
Así un grupo de investigadores estadounidenses a publicado un brillante estudio en el que han comparado los genomas de humanos y chimpancés buscando regiones implicadas en el desarrollo del córtex cerebral, la región donde se generan funciones mentales tan importantes como la percepción, la imaginación, el pensamiento, el juicio y la decisión. Los autores estudiaron la región génica denominada HARE5, un ”enhancer”, potenciador o amplificador, que controla la expresión de un gen clave para el desarrollo del cerebro. Dicha región está compuesta por unos 1.200 nucleótidos y entre chimpancés y humanos únicamente se diferencia en unos exiguos 16 cambios. A continuación los investigadores generaron ratones transgénicos que llevaban insertados ambos tipos de regiones HARE5: la humana y la de chimpancé y estudiaron el desarrollo del cerebro fetal en estos animales cuya única diferencia eran los mencionados 16 nucleótidos, encontrando llamativamente que aquellos ratones que poseían el fragmento de DNA humano desarrollaban un cerebro un 12% mayor que los correspondientes animales con el DNA homólogo proveniente de chimpancé tal y como se muestra en las siguientes fotografías:

HARE5
Además los cerebros de estos ratones humanizados contenían un 14% más de neuronas que los de sus homólogos de chimpancé. Y todo ello con el simple cambio de unos insignificantes 16 nucleótidos de un genoma total conformado por unos 3.200 millones de nucleótidos en el caso del ser humano. En la actualidad los autores del artículo están estudiando el desarrollo cerebral después del nacimiento en ambos tipos de ratones transgénicos, con el objetivo de probar la hipótesis de si los cerebros más grandes de los ratones humanizados les hacen más hábiles o inteligentes que los correspondientes que llevan insertado el DNA de chimpancé.
En resumen, pequeñísimas alteraciones en el DNA implican importantes cambios morfológicos (y quizás funcionales) en el cerebro del animal. Por supuesto, los cerebros de un chimpancé y de un sapiens se diferencian en mucho más que esta secuencia individual de DNA, pero haciendo un poco de ciencia ficción ¿Qué pasaría si se introdujera en el genoma de un chimpancé el equivalente humano de la región HARE5? ¿Tendrían estos animales el cerebro un poco más desarrollado? ¿Serían un poco más inteligentes o hábiles quizás? ¿Y qué ocurriría si además se fueran intercambiando en esos mismos chimpancés transgénicos otros elementos adicionales como algún que otro “enhancer” o gen proveniente de las secuencias homólogas de los sapiens, elementos que se encuentren implicados en otras facetas del desarrollo cerebral diferentes a las que modula HARE5? ¿Se podría entonces ir construyendo cual mecano un cerebro primate cada vez más similar al que poseemos los seres humanos? Y esto que ahora puede parecer sacado de la desbordante imaginación de un escritor o de un guionista de Hollywood puede ser posible en quizás menos de un siglo si continuamos con el exponencial desarrollo científico-tecnológico alcanzado en las últimas décadas. Y en ese caso, cuando vayan apareciendo propiedades hasta ahora “exclusivamente” humanas en estos monos transgénicos ¿qué quedará de nuestro pretendido papel como centro del Universo y cúlmen de la Creación?


.

El sentido de la vida

  ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? (1897) de Paul Gauguin  

A la pregunta «qué significado, propósito o dirección tiene mi vida», podemos responder de varias maneras, algunas más metafísicas que otras, todas ellas adecuadas hasta cierto punto según el nivel epistemológico en el que sean planteadas, pero si hay alguna respuesta más universal y consensuada que otra, pienso que es esta: lo que le otorga más sentido a nuestra vida, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, es cuidar de la familia, y por ende de nosotros mismos. Tal vez sea una tautología limitarse a decir que el objetivo de la vida es proteger la propia Vida -nuestros seres queridos, en primer lugar-, la autoconservación, etcétera, pero algo de útil y cierto parece haber en ese a priori moral, biofílico y vitalista. Uno puede consolarse con muchas cosas al mismo tiempo o a falta de las demás (la justicia, la filosofía, la ciencia, la religión, el trabajo, el éxito social, el sexo, etc.), pero con dificultad hallará diariamente mayor consuelo existencial que el grupo familiar, entendido en su sentido más amplio y no meramente genético. Por muchas teorías razonables que tengamos, ora naturalistas, ora idealistas, o una combinación de ambas, seguiremos sin saber a ciencia cierta por qué vivimos, por qué existimos, por qué la gravedad, por qué la entropía, es decir, por qué el ser y no la nada -puede que ni siquiera sepamos si es posible saber una cosa así-, pero al menos en la práctica sí sabemos y sentimos claramente una cosa: si morimos hoy, o si por cualquier otro motivo no estamos presentes, ¿quién cuidará de nuestros hijos pequeños, quién ayudará a nuestra anciana madre, quién acompañará a nuestros compañeros y compañeras? Puede que alguien, pero no nosotros, y eso nos angustia, como si faltásemos a un deber ancestral, que no por cotidiano o evidente deja de ser trascendental para nosotros, aunque nunca lleguemos a saber muy bien por qué, aunque la respuesta definitiva no exista más que en nuestra imaginación
Encontramos que el ser humano, un animal adaptado a la vida social, donde cada acción de los compañeros de grupo supone un acontecimiento de importancia a valorar y prever, un animal que se ha seleccionado con una enorme habilidad para dar sentido e intención a toda acción, acaba tratando de dar sentido e intención a casi todo lo que le rodea. En muchos casos lo hace con gran éxito, previendo el comportamiento de enemigos y congéneres, por ejemplo, en otros con un resultado biológicamente inútil, como es el caso del que atribuye intencionalidad al sistema operativo de su ordenador, o el que baila para que la lluvia perdone sus malos actos y pueda salvarse la cosecha. De entre todos los errores a los que este sistema puede llegar, sin duda el más interesante es aquel que nos obliga a formular preguntas carentes de respuesta, cuando tratamos de atribuir un sentido, una finalidad o una intención a algo con lo que no podemos interactuar en ningún modo, cuando consciente o inconscientemente tratamos de asignar una intención a un concepto tan abstracto como es la vida, nuestra mente queda en un callejón sin salida, planteamos una pregunta imposible, la respuesta no existe por el simple hecho de ser una pregunta sin sentido, mal formulada.
Antonio José Osuna Mascaró, El error del pavo inglés, .

Lo más importante quizá no sea tanto qué es la Verdad y poseerla sino cómo la buscamos y cómo influye en la práctica eso que creemos que es verdad, es decir, más que la creencia en sí misma, la creencia en la creencia, las formas, los resultados, etc. Más que cuál es el sentido de la vida, que también, lo interesante es cómo encontrar respuestas parciales y cuáles son las consecuencias prácticas de cada una de ellas. O como diría Wagensberg, "a más cómo, menos por qué". ¿Existe la vida después de la muerte? Yo creo que no, al menos no como vida consciente, y para ello podemos dar algunas razones empíricas (ej. no conocemos casos de consciencia sin cerebro, es decir, no podemos estar seguros de que algo -un muerto, un espíritu- que no es ni se comporta como lo haríamos nosotros -caminar, hablar, tocar, etc.- sea realmente como nosotros y ni siquiera si es algo en algún sentido), pero más importante que enfrascarse en preguntas tan alejadas de lo cotidiano y tan propensas a la especulación tal vez sea averiguar qué comportamientos se derivan dependiendo de si respondemos afirmativa o negativamente a esa pregunta, y compararlos no tanto por su verdad última como por su utilidad social e individual.


.

La música nos vuelve humanos

HACER MÚSICA E INCLUSO ESCUCHARLA DURANTE 1/2 HORA PRODUCE SENSACIONES PLACENTERAS; NO ES DESCABELLADO QUE ESTAS SENSACIONES HAYAN SIDO LO QUE FAVORECIÓ LA COHESIÓN Y COOPERACIÓN DE LOS ANTIGUOS GRUPOS HUMANOS.

muse
Los instrumentos musicales más antiguos datan de hace unos 43 mil años, lo que implica que incluso en fases muy tempranas de la evolución del Homo sapiens, la música jugaba un papel fundamental. Además está comprobado que la música es, literalmente, medicina para nuestra mente y en general para nuestra salud (aquí los beneficios). ISIS en Libia y otros grupos represores de las libertades individuales han proscrito la música, temerosos de… ¿de qué?
Una investigación de Stefan Koelsch, psicólogo musical de la Universidad Freie en Berlín, describe diversos mecanismos a través de los cuales la música funciona para producir empatía, confianza y cooperación. Sin ir más lejos, la música puede explicar la pervivencia de la estructura social humana.

1. La música incrementa el contacto, la coordinación y la cooperación

Durante la mayor parte de la historia humana, la música se escuchaba en vivo; las tecnologías de grabación datan de la era moderna (poco más de 100 años), por lo que la asistencia a un concierto o servicio religioso donde la música tuviera lugar era sede de una compleja operación. Afirmaba los vínculos comunitarios a través de la presencia, fortaleciendo así la identidad común.
La comunicación entre músicos (llevar el ritmo, improvisar, armonizar, etc.), además, produce sentimientos positivos asociados a endorfinas como las que se liberan durante el baile o el sexo. Hacer música con otros crea un sentimiento único de conexión y cooperación —detalle, este último, que fue fundamental durante gran parte de la historia de nuestros ancestros.

2. La música te da un shot de oxitocina

La oxitocina es ese neuropéptido feliz que segrega tu cerebro cuando te alimentabas de leche materna o tienes sexo. Genera conexión y confianza entre las personas (lo que podría explicar la (importancia de las canciones de cuna). En estudios en humanos, cantar durante 30 minutos se relacionó con el aumento significativo de los niveles de oxitocina, sin importar si los cantantes eran profesionales o amateurs.
Pero tal vez lo más interesante es que escuchar música también libera oxitocina. En un estudio se les pidió a pacientes que iban a sufrir una operación de corazón escuchar música durante 30 minutos un día antes de su cirugía. Los que lo hicieron presentaron mayores niveles de oxitocina que un grupo de control que no lo hizo; el estudio se centraba en el aspecto relajante de la música más que en la liberación del neuropéptido; sin embargo, la muestra fue suficiente para concluir que la música puede afectar nuestra capacidad de confiar y actuar generosamente hacia otros.
  La música (y el deporte) producen sensaciones  
  de cohesión social  

3. La música nos vuelve humanos

En otro estudio, se les pidió a los participantes que escucharan una pieza musical mientras permanecían dentro de una máquina de resonancia magnética (fMRI). Los participantes se dividieron en dos grupos: al primero le dijeron que la música fue compuesta por un humano; al segundo, que era una pieza aleatoria generada por computadora. Los del primer grupo presentaron mayor actividad en un área del cerebro asociada a comprender los sentimientos y pensamientos de otras personas, una habilidad social invaluable que los científicos llaman “teoría de la mente” y que, básicamente, nos permite generar empatía por otros. El segundo grupo (los que pensaban que escuchaban música de computadora) no tuvo actividad en dicha área del cerebro.

4. La música produce cohesión social

Existen canciones especialmente creadas para generar sentimientos colectivos: pensemos por ejemplo en los himnos nacionales de los países, en ciertas canciones universitarias (“¡Goya, Goya!”) o simplemente en una multitud coreando una canción durante un concierto. Cuando conocemos a alguien a quien le gusta la misma música que a nosotros, inmediatamente creamos un lazo; existen estudios que demuestran la asociación popular entre gustos musicales y ciertos valores morales. También se ha demostrado que la cohesión social aumenta en familias que escuchan música juntos.
La música es el pegamento social por excelencia, pues tiene la mágica propiedad de hacernos partícipes de un mismo misterio —uno que no se revela a través de palabras sino de la vibración sonora, coordinada de cuerpos y espíritus.

,

19 feb 2015

¿Como será el ser humano del futuro?

Morenos, cabezones y de ojos muy grandes: así será el ser humano del futuro según los científicos

Morenos-cabezones-y-de-ojos-muy-grandes-asi-sera-el-ser-humano-del-futuro-segun-los-cientificos.jpg

Durante muchos años, la ciencia ficción se ha interesado por saber cómo serán las ciudades del futuro, que chismes tecnológicos habremos descubierto o qué planetas habremos colonizado. Sin embargo, pocas de estas imaginaciones han tenido en cuenta qué aspecto tendrán los seres humanos del futuro.
Hasta ahora hemos estudiado la evolución del Homo sapiens desde el pasado, pero avanzar cómo serán los hombres y las mujeres dentro de miles de años es más complicado, y pocos se atreven a aventurarse a ello. No obstante, recientemente Nickolay Lamm, un joven artista de Pittsburgh, Estados Unidos, realizó por ordenador una simulación de cómo podrían ser los seres humanos del futuro dentro de 20 000, 40 000 y 100 000 años, basándose en una serie de conversaciones que mantuvo con el Dr. Alan Kwan, experto en genómica computacional en la Universidad de Washington.

¿Cómo serán los seres humanos del futuro?

Morenos-cabezones-y-de-ojos-muy-grandes-asi-sera-el-ser-humano-del-futuro-segun-los-cientificos-1.jpgAGSANDREW/ISTOCK/THINKSTOCK
Según el Dr. Kwan, los seres humanos tendrán una frente más amplia, unos ojos mucho más grandes —para poder acostumbrarse a la poca luz que habrá en otros ambientes del espacio—, así como pestañas más gruesas —para protegerse de los rayos cósmicos en el espacio—, entre otros detalles. Asimismo, la pigmentación de la piel será mayor para adaptarse a la radiación ultravioleta, las fosas nasales serán más grandes, para acostumbrarse a la respiración en otros planetas, y el pelo será más denso para evitar la pérdida de calor por la cabeza.
A raíz de estas afirmaciones, Lamm realizó sus tres imágenes predictivas añadiendo estos cambios, y dando lugar a un ser humano realmente extraño, casi hermano de E. T. Además de estas puras razones evolutivas, Lamm advierte en su publicación que la tecnología del futuro nos permitirá moldear nuestra biología para adaptarse a los modelos más atractivos para la sociedad, entre los que se encuentran líneas más rectas u ojos más intensos, por lo que estos aspectos también tienen cabida en sus imágenes futuristas.

Polémicas sobre los humanos del futuro

Morenos-cabezones-y-de-ojos-muy-grandes-asi-sera-el-ser-humano-del-futuro-segun-los-cientificos-2.jpgALEXANDER KIRCH/ISTOCK/THINKSTOCK
Puede parecer una locura, pero el caso es que tiene cierta validez si atendemos a investigaciones como las de la Universidad de Birmingham, Reino Unido, que sugieren que las frentes de los humanos de la Edad Media eran más pequeñas que las de los seres humanos actuales, y que en solo 650 años, se ha experimentado un crecimiento del 20% de la zona frontal de la cara. Por tanto, el descomunal tamaño de la frente de las ilustraciones de Lamm podría no ser tan exagerado, al fin y al cabo.
Sin embargo, también se han alzado voces críticas contra estos «hallazgos», tildándolos de poco científicos y más cercanos a la ciencia ficción. Según el Dr. Mark Segal, profesor de la Universidad de Nueva York, no merece la pena ni siquiera entrar en la discusión puesto que estas afirmaciones se alejan mucho del ámbito de la biología evolutiva.
Igualmente, otras voces dicen que en realidad el cráneo del ser humano está sufriendo una disminución y que, por tanto, estas imágenes se basan solo en predicciones de los gustos que los seres humanos tendrán dentro de 100 000 años, sin saber si en el futuro les resultará más atractivo las frentes grandes, los ojos de loco y el moreno playero.

¿Y  ustedes qué opinan?


.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

Quizás También Te interese

ANUNCIA AQUI / PUBLICIDAD PERSONALIZADA WEB 3.0

CONTAMOS CON UN SISTEMA INTEGRAL DE PUBLICIDAD PERSONALIZADO POR INTERNET WEB - 3.0,..... MÁS DE 270 MIL VISITANTES O LECTORES MENSUALES AL BLOG, BASES DE DATOS DE E-MAILS O CORREOS ELECTRÓNICOS, SOFTWARE / ROBOT PARA ENVÍOS DE MENSAJES DE TEXTO A TELÉFONOS MÓVILES, ENLACES Y ANEXOS A REDES SOCIALES Y CHATS SOCIALES, USO DE APLICACIONES COMO WHATSAPP Y OTROS.

Contactarse a: - planetainformes@gmail.com

Móvil: +51 - 959567777 , +51 - 977851768 ,
Arequipa - Perú


ESPACIO DISPONIBLE - ANUNCIA AQUI

ESPACIO DISPONIBLE - ANUNCIA AQUI
GARANTIA DE IMPACTO VISUAL