No deja de sorprender la pretensión de relacionar ciencia y religión como si no fuera un oxímoron evidente, como si se tratase de dos categorías complementarias, cuando no equivalentes. Y no menos paradójico es el celebrar misa en el espacio público de la universidad.
En la universidad pública se enseña conocimiento científico basado en la razón, no en la especulación de la fe o del dogma. No tiene, pues, sentido racional alguno la existencia en su seno de capillas ni otros lugares de culto, ni siquiera como fuente de ingresos.
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