Las personas más empáticas son más religiosas, pero piensan con menos claridad
De acuerdo con la teoría empatizadora - sistematizadora descubierta por el neuropsicólogo Simon Baron-Cohen, la mente de las personas puede ser clasificada sobre la base de estas dos dimensiones: empatía y sistematización. Tests basados en el reconocimiento de emociones faciales o sobre razonamiento mecánico mostrarían que las mujeres superan en general a los hombres en la escala de empatía y que los hombres superan a las mujeres en la escala de sistematización. Como hemos explicado otras veces, no se trata de una dicotomía. Hay hombres más empáticos y mujeres más sistematizadoras, pero existen interesantes diferencias tanto en el promedio como en los extremos de la distribución. Para Baron-Cohen los factores sociales no explican la totalidad de la variación, como evidenciaría desde fases del crecimiento muy temprano el papel de la testosterona fetal (Baron-Cohen et al., 2011).
Los extremos de la distribución son particularmente interesantes. La gente con mayores habilidades espaciales y cuantitativas, y con más CI, orbitan naturalmente alrededor de las carreras científicas y técnicas, donde encontramos una sobrerrepresentacion masculina muy resistente a intentos de cambio. Por otra parte, la gente con mayores habilidades empáticas, y en general que muestran más interés en las personas que en las cosas, tienden a orbitar alrededor de las carreras humanistas, donde encontramos una sobrerrepresentacion femenina sistemática, igualmente resistente.
Esta forma de organización cerebral también implica algunas consecuencias problemáticas, negativas, e incluso clínicas. Cerebros demasiado “masculinos” tienen un riesgo mayor de padecer autismo, y se ha propuesto a la anorexia nerviosa como patología candidata del “cerebro extremo femenino”. Otro subproducto de estos mecanismos evolutivos podría ser el ateísmo, bastante más frecuente en los hombres.
Dicho de forma un poco gruesa, se podría pensar que las virtudes sistematizadoras mejoran el razonamiento y que las virtudes empáticas mejoran las relaciones personales. Pudiera ser, en este sentido, que la empatía llevara a la religión, pero a razonar peor.
Un estudio reciente de Marjana Lindeman y sus colegas (2015) de la universidad de Helsinki intenta responder a este interrogante. Su muestra está formada por casi 3000 finlandeses, creyentes y no creyentes, que han respondido a una serie de cuestionarios online para medir sus habilidades en el reconocimiento de emociones y también su capacidad para pensar con claridad. Aparentemente, esta forma de pensar está relacionada con la habilidad para librarse de sesgos e ilusiones cognitivas recurrentes. Como explica el blog Epiphenom, el “sesgo teleológico” tiene lugar “cuando las personas piensan habitualmente en las cosas en términos de propósito, incluso cuando carecen lógicamente de él”. Otro sesgo es la confusión de “conocimiento central”, que implica “confundir las metáforas con la realidad”.
Los resultados del trabajo confirmarían en general que las personas más empáticas, y en particular las hiper-empáticas, realmente tienden a ser más religiosas, y también a creer más en fenómenos paranormales, mientras que tienen más dificultades para entender los “sistemas organizados”, así como una capacidad algo inferior para pensar con claridad.
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