Vivimos un momento especial de la ciencia en el que nuevos conceptos rompen la imagen que teníamos del mundo hasta ahora. Sin embargo, esos conceptos que nos parecen innovadores parecen haber existido con otros nombres en concepciones muy antiguas.
Mirar el mundo a través del prisma de la ciencia no es una tarea sencilla; vemos diferentes disciplinas y teorías que, cada una por su cuenta, intentan explicar la realidad. Pero todo eso está cambiando.
Cada vez son más los científicos que buscan una imagen más integrada y unitaria del mundo. Pero ¿qué quieren unificar? Una visión que conecte el mundo viviente con el mundo de la sociedad y este con el mundo de la mente. Estos esfuerzos se concentran en las teorías de la gran unificación o super gran unificación, GUT y GT por sus siglas en inglés.
Sin duda, uno de los grandes veteranos en este rubro es Ervin Laszlo, que desde su gran trayectoria y experiencia presenta una teoría del todo integrada y genuina. Él nos habla del "universo informado".
Para crear una teoría del todo, TOE (Theory of Everythings), lo esencial es la información, pero con "información" no se hace referencia a los datos que puede saber una persona, Internet o los libros, sino a un aspecto que es inherente a la naturaleza humana, como lo denominó el gran físico David Bohm, "in"-"formación" refiriéndose al mensaje que da forma a su receptor, como ya sabían los grandes sabios de Antigüedad y que hoy la ciencia está redescubriendo con entusiasmo. La información produce el mundo real y lo transmite en un campo fundamental que está presente por toda la naturaleza.
"En nuestro tiempo, de cambio acelerado y desorientación creciente, estamos más necesitados que nunca de una visión con sentido de nosotros mismos y del mundo, y esta ciencia es la ciencia del campo akásico, una puerta al universo informado" (Ervin Laszlo).
Esta teoría se basa en una característica fundamental: el descubrimiento revolucionario de la ciencia de que en todas las raíces de la realidad existe un campo que conecta todas las cosas, pero no solamente eso, sino que fascinantemente conserva la conexión y transmite información. Evidentemente, esto no es nada nuevo. Durante miles de años, los místicos, sabios y filósofos han mantenido y asegurado que este campo existe. En Oriente lo denominaron campo akásico. Hoy en día, el mito del campo akásico se convierte en realidad, evidenciando que este campo no solo existe, sino que alimenta, "informa" a todas las cosas, incluso, a la conciencia.
Ahora bien, tenemos el campo akásico, pero ¿cómo lo vemos en acción? Se evidencia en ese fino ajuste de las constantes que existen en el universo. El hecho de que sistemas tan complejos como nosotros puedan existir es una clara evidencia del campo akásico. Sabemos que el big bang fue increíblemente preciso con relación a sus parámetros, fue tan exacto que permitió a las partículas que formaran galaxias y estrellas, en lugar de dispersarse irremediablemente por el universo en el momento de la explosión. Con tan solo una minúscula desviación, con la modificación de una millonésima parte del valor de una de las fuerzas universales, como el electromagnetismo, el universo no hubiera sido capaz de albergar organismos vivientes y mucho menos evolución.
Este fino ajuste responde a este campo akásico, que es capaz de crear desde una información que alberga desde universos anteriores. Para entender esta idea, veamos un ejemplo sencillo de la naturaleza: algo similar se produce bajo la concepción del huevo o cigoto; la información que le crea proviene del código genético de los padres. Esta es una explicación mucho más verosímil que la que afirma que esta configuración "fina" se dio de manera aleatoria.
En el mundo de los seres vivos, el campo akásico es aún más sorprendente. Hemos visto los experimentos de células pertenecientes a un determinado organismo permanecer conectadas incluso cuando se encuentran a kilómetros de distancia. La información del campo akásico explica no solo la coherencia cuasi instantánea entre las células, sino la correlación sutil pero tremendamente efectiva de estas células y su entorno.
Se ha comprobado que las rocas más antiguas datan de alrededor de cuatro mil millones de años atrás, y las primeras formas de vida complejas datan de tres mil quinientos millones. Es sabido que la creación de vida requiere un esfuerzo continuado muy largo, que la pérdida de un solo paso conduce a un final fatal, por lo que es totalmente improbable que una mezcla aleatoria de la "sopa molecular" en los mares primigenios poco profundos haya sido capaz de semejante hazaña en un lapso de tiempo tan corto. Es evidente que esa mezcla de moléculas no fue aleatoria, sino que ¡recibió la información de las trazas de vida ya evolucionadas! He aquí la evidencia del campo akásico, no solo como transmisor, sino también como depósito de información.
La ciencia y la nueva generación de científicos tienen un excitante reto para estos tiempos en los que un nuevo concepto nos alcanza, donde vemos delante de nosotros un campo cósmico de información que consigue conectar a los organismos y a las mentes en la biosfera y las partículas, estrellas y galaxias a través de todo el cosmos.
Registro akásico
Para saber más:
La ciencia y el campo akásico: una teoría integral del todo. Ervin Laszlo. Nowtilus, 2004.
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