“En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color, del cristal con que se mira.” Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina.
Pero ¿Qué es ese cristal que permite ver a un mismo objeto de diferente manera? Pues la percepción y esta se considera como el acto de seleccionar, organizar e interpretar nuestras sensaciones, asignándoles significado y propósito, es decir que solo vemos lo que queremos y podemos ver.
Entendemos como identidad personal el sentido que un individuo da a sus actos, percepciones, motivos e intenciones, es decir que la identidad es una fuente de fortaleza de tipo ideológico que proporciona un sistema de ideas que brinda una imagen del mundo convincente y confiable para el individuo.
Conservar la identidad personal es una necesidad fundamental en los individuos y se lucha hasta la muerte para evitar perder la identidad, de esta manera una persona que considera la idea de dios como parte de su identidad, es decir un creyente en dioses, protegerá esa idea de cualquier cambio, incluso a costa de su vida misma, de esta manera, aunque la realidad no es tan grosera como en el dibujo de las barras, en el improbable caso de que ambos pudieran intercambiar posiciones, resultará que el que ve tres barras seguirá viendo tres y el que ve cuatro, seguirá viendo cuatro barras, debido a que las tres y las cuatro barras forma parte de la identidad de cada persona y aceptar lo contrario es perder la identidad personal, lo cual es inaceptable. Eso explica la dificultad que tienen los creyentes en dioses para desechar su creencia.
Alguien podrá decir que hay creyentes que se han vuelto ateos o viceversa, sin embargo, es menester reconocer que hay personas que perciben el mundo en forma ambigua y por lo tanto poseen una identidad personal igualmente difusa, esos son los llamados agnósticos, cuya identidad es confusa, ambigua y su inseguridad no les permite ver con claridad si lo que perciben son tres o cuatro barras y optan por cualquiera de las dos de acuerdo a las circunstancias.
La conclusión es que no se puede perder la identidad personal cuando esta está en relación a una deidad, divinidad o trascendente, independientemente de que esta identidad esté definida como la de los creyentes y ateos o indefinida como la de los agnósticos. Cada uno mantendrá intacta su identidad personal de ateo, agnóstico o creyente, durante toda su vida.
La conclusión es que no se puede perder la identidad personal cuando esta está en relación a una deidad, divinidad o trascendente, independientemente de que esta identidad esté definida como la de los creyentes y ateos o indefinida como la de los agnósticos. Cada uno mantendrá intacta su identidad personal de ateo, agnóstico o creyente, durante toda su vida.
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