29 abr 2015

Mitos sobre ateos


A lo largo de la historia civilizatoria, se sucedieron decenas de guerras religiosas, una más cruel e irracional que la otra, pretendiendo mostrar que con la muerte de los “enemigos”, el dios de alguna facción se hacía más fuerte y grande, mientras que se “demostraba” la debilidad humana y la “superioridad” de los creyentes que resultaban victoriosos. En nombre de algún dios o de varios dioses se cometieron grandes crímenes contra los individuos, crímenes, que en la mayor parte de la historia quedaron impunes. Ante esto, ¿a cuántas miles de personas mataron los ateos en nombre del ateísmo?\n



Es común, pero falaz, asociar a grandes genocidas con el ateísmo; de pensar que habrá desorden moral y caos si se instala una moral atea y que los ateos somos dogmáticos y cerrados, “por no aceptar experiencias místicas”. Desarrollamos, entonces, para celebrar nuestro orgullo, una mini lista de mitos que solo alimentan la ignorancia. 


Mitos populares

- ¿El ateo es satánico?
- El ateo ve al diablo como un ser mitológico y por lo tanto no acredita su existencia. La idea de dios y de diablo solo son construcciones mentales y sociales de las diversas religiones. El ateo no puede ser satánico porque no cree en la existencia sobrenatural de Satán o los demonios.

- ¿Todos los ateos son comunistas?
- Uno de los mitos, que se acentuó más fuerte en Paraguay con la dictadura colorada y católica de Alfredo Stroessner, es que todos los ateos son marxistas que “comen niños”. No todos los ateos son marxistas. El marxismo es uno de las tantas corrientes filosóficas que introducen al ateísmo en su seno para utilizarlo. Hay diversas corrientes ateas, como por ejemplo la racionalista, la naturalista, la fatalista, etc. que se diferencian en varias cuestiones. 

- Hitler era ateo y fue uno de los más grandes genocidas de la historia
- Falso. Hitler nunca fue ateo, y además de creyente, ideó una especie de religión secular conocida como nazismo, que se manejaba con dogmas políticos, nacionalistas y sociales incuestionables, impuestos por Adolf Hitler.

Esto declaraba el líder totalitario en su libro “Mi lucha”:
“El hombre con conciencia de pueblo, en particular, cada uno en su propio grupo, tiene el deber sagrado de hacer que la gente deje de tomar la Voluntad de Dios superficialmente, de cumplir la Voluntad de Dios y de no dejar que la Palabra de Dios sea profanada”.

Porque la Voluntad de Dios dio a los hombres su forma, su esencia y sus capacidades. Todo aquel que destruya Su trabajo, declara la guerra a la Creación del Señor, a la Divina Voluntad. Por lo tanto, que cada hombre sea activo, cada uno en su propio grupo, y que cada hombre cumpla su primer y más sagrado deber de oponerse a cualquiera que en su actividad, por obras o palabras; sale de los confines de su comunidad religiosa y trate de hacer sorna de otra.

Consecuentemente, creo actuar de acuerdo a la voluntad del Creador Todopoderosoal defenderme de los judíos. Estoy peleando por la obra del Señor.

- Pero Stalin era ateo y también mató a millones de personas.
- Verdadero. El dictador comunista de la Unión Soviética Joseph Stalin era ateo, pero jamás mató en nombre del ateísmo. El comunismo es una especie de religión secular, como el nazismo, ya que posee dogmas incuestionables. La religión, para el marxismo, es un instrumento del sistema capitalista porque alinea al individuo, por lo tanto debe ser erradicada. De allí la lucha frontal y sanguinaria contra las religiones por parte del comunismo. Pero no hay un solo documento que avale que el ateísmo fue la causa de las masacres. 

- El ateísmo es otra religión más ya que los ateos “tienen fe en la evolución y en el big bang”.
- Falso totalmente. El ateísmo es una filosofía materialista, en la mayor parte, que niega la existencia de dioses y por lo tanto del mundo sobrenatural. No existen dogmas ateos o postulados intocables dentro del ateísmo. No hay iglesias ateas ni una organización que dicte las normas de comportamiento de los ateos en el mundo. No hay culto dentro de esta corriente. Y sí, el ateísmo racionalista o cientificista defiende la teoría de la evolución y la formación del Cosmos por el big bang porque tienen bases científicas comprobadas o testeadas. 

Aunque, como la ciencia no es dogmática, pueden ser mejoradas o desechadas ambas teorías. Pero no hay fe en dichas propuestas, ya que la ciencia utiliza un método que debe ser experimentado en la realidad para ser probado, algo que las religiones no tienen.

- El ateísmo es dogmático
- Falso. Los creyentes religiosos son los que basan su vida en escrituras de dudosa autoría y no los ateos, que no tienen dioses ni sacerdotes que les digan qué hacer. Los primeros basan su visión en la fe y solo en la fe, mientras que los segundos en la duda, en las hipótesis y experimentaciones.

- Bueno, pero Einstein era cristiano y no podemos estar en su contra.
- Falso al cuadrado. Einstein nunca fue cristiano y sí podemos estar en contra de los postulados einstenianos, si tenemos forma de argumentarlos y comprobarlos, claro. Uno de los mitos más difundidos es que el brillante físico estadounidense, de origen alemán, Albert Einstein, ganador de un premio Nobel de física, era cristiano porque afirmó la famosa frase de “Dios no juega a los dados”.

Carta del científico, de marzo de 1954, del libro “Albert Einstein: su lado humano”: 

“Era, por supuesto, una mentira lo que se ha leído acerca de mis convicciones religiosas; una mentira que es repetida sistemáticamente. No creo en un Dios personal y no lo he negado nunca sino que lo he expresado claramente. Si hay algo en mí que pueda ser llamado religioso es la ilimitada admiración por la estructura del mundo, hasta donde nuestra ciencia puede revelarla”.

- Pero los ateos dicen que la vida no tiene sentido.
- Falso. Son los católicos, musulmanes, judíos e hinduistas, además de otros miles de religiosos, los que niegan que esta vida tenga sentido. Para un ateo materialista esta única existencia es la única oportuidad que tiene para ser feliz, por lo tanto es responsable de su vida y le busca el sentido en el único plano físico que tiene y puede vivir: la Tierra. El ateo sabe que nunca más tendrá otra oportunidad brillante para ejercer su libertad y vivir como mejor le plazca. El ateo sabe que puede encontrar su plenitud y realización total en este planeta.

- Entonces, ¿para los ateos todo termina con la muerte?
- Verdadero. Al menos, casi todas las corrientes ateas consideran que cuando el organismo vivo o la persona muere, se termina totalmente su existencia, ya que no hay una sola evidencia de trascendencia material a un plano espiritual. La memoria de los vivos mantendrán vivos a quienes ya murieron. Ideas como alma, cielo, purgatorio, infierno, limbo no tienen sentido para una persona razonable.

- Los ateos no tienen moral, pueden hacer lo que quieran, robar, matar, violar, etc.
- Falso. Los ateos son personas de diversas ideologías políticas, visión del mundo, sentimientos y por lo tanto necesitan una moral con la cual comportarse en sociedad. Será una moral materialista, en el sentido filosófico, ya que no esperan recompensas en el más allá. Son conscientes que solo pueden vivir aquí y actuar de acuerdo a la realidad. La moral es individual y única, por lo que no puede ser quebrantada si no se daña al otro. El ateo tiende a ser una persona racional y más respetuosa de la naturaleza porque sabe que forma parte de ella y debe proteger tanto su vida como la de quienes le rodean.

Mientras, el religioso que basa su vida en la biblia o corán ignoran que su libro sagrado apoya la esclavitud, el machismo, el feminicidio, el oscurantismo, el maltrato a los niños, la ablación, el miedo a la autoridad, etc. Para un ateo racional todo esto resulta inmoral y por lo tanto lo rechaza.

- El ateo parece un robot, no ama, no siente, no lucha
Falso. El ateo es un ser humano dotado de las mismas características físicas, químicas y biológicas de cualquier otro ser semejante de su especie y se comporta como tal. Puede amar, reír, llorar, emocionarse, luchar por una causa común en política y tener grandes aspiraciones personales a nivel académico, profesional, intelectual, deportivo, social, etc.

- Pero el ateo es soberbio, no acepta críticas
- Falso. Es el religioso quien ya tiene todas las respuestas y por lo tanto no necesita de otra visión que le ayude a entender el Universo. El ateo es más curioso y se interesa por lo que pasa a su alrededor. Solo que trata de entender el mundo a través de la ciencia, del escepticismo, de la duda y de la curiosidad, algo muy distinto al religioso, que ya tiene todo servido. 

El ateísmo es una muestra de humildad intelectual, ya que al no tener un dios o varios dioses que supuestamente dictaron los mandatos para vivir en el mundo, el ateo tiene que construir ideas y soluciones para la buena convivencia y entendimiento. Soberbia es aquella postura que afirma que todo ya está respondido de un libro de casi dos mil años y que no se puede criticar algo sagrado.

- El ateo debe aceptar que la religión hizo mucho bien a la humanidad.
- Aquello sustentando en una mentira no puede jamás hacer un bien a los seres humanos. Además de la inquisición, el índice de libros prohibidos, las cruzadas, etc., el cristianismo, que es el que más de cerca nos toca, no puede ir por el mundo a “hacer el bien en nombre de la nada”. Es una deshonestidad intelectual grave y un insulto a la inteligencia. No se puede difundir el conformismo en un momento en que la humanidad experimenta grandes logros.

- Todo bien, pero, ¿para qué milita un ateo?
- No está todo bien. Justamente por eso los ateos se nuclean y difunden sus ideas. Actualmente, en Irán, Arabia Saudita, Somalia, Sudán, Indonesia, Afganistán, Egipto, Nigeria y decenas de otros países libran batallas a favor de la religión y en contra de la libertad individual. Aunque parezca absurdo, el mundo sigue viendo morir por la causa de “un dios” a niños, adultos y ancianos por culpa de la perversidad y soberbia de las religiones. Es que todas se creen portadoras de la verdad y lo único que siembran es el caos, miedo y desesperanza. 

En los países latinoamericanos, en su mayoría católicos o protestantes, el problema es la persecución de la religión a las políticas laicas a favor de la despenalización del aborto, de las drogas, de la eutanasia y la implementación de una ley que ampare las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Paraguay, un país con alto índice de creyentes, ni siquiera puede implementar un plan nacional de educación sexual en el sistema educativo por la presión de la Iglesia católica. Así que la militancia atea es una responsabilidad con la vida misma.

El ateo sabe que este es un Universo maravilloso y que como seres limitados podemos conocer una ínfima fracción de él. Respeta profundamente la libertad de creencias, pero sabe que el mundo estará mucho mejor cuando desaparezcan las religiones y se gobierne con inteligencia, escepticismo y ciencia.

Muchos estamos orgullosos de haber dudado un día. Hoy, la más grande certeza que tenemos es que las dudas continúan y crece el deseo de aprender más del Cosmos en el que vivimos.


¡Es mejor sin dioses!










28 abr 2015

Los «dron-selfies»: nueva moda


Tomas bastante espectaculares que podríamos decir combinan las modas de los selfies con la elegancia de los drones. Tienen el bonus de ser probablemente ilegales.
¡Avisen a la RAE y la Fundéu que llegan nuevas selfiepalabrejas para traducir!
Las buenas, buenas de estas suelen estar hechas con un Phantom II de DJI, capaz de llegar a impresionantes alturas.
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El lado oscuro del universo

Queremos recomendar un libro muy interesante sobre cosmología, se trata de El lado oscuro del universo, del investigador del CSIC Alberto Casas.

Resulta sorprendente saber que casi todo lo que nos rodea en el Cosmos es invisible. Sólo en torno a un 4 o 5% constituye la materia que podemos observar, como estrellas, planetas, gases y polvo cósmico, siendo el resto materia y energía oscuras, que podemos medir indirectamente, pero del que carecemos todavía de una explicación que nos diga qué son, qué las constituyen.

El físico Alberto Casas logra interesarnos en estos enigmas .La materia oscura, que representa el 23% de la materia del Universo ha sido descubierta, aunque como hemos dicho no lo que es, en las observaciones sobre velocidades excesivas a la que se movían estrellas exteriores de la Vía Láctea, así como por ejemplo el cúmulo de galaxias llamadas Coma, que también tenían velocidades excesivas, para lo cual no bastaba la atracción gravitatoria de la masa visible para mantenerlas unidas, lo que dio pie a pensar que debía existir una gran cantidad de "materia oscura" que ejercía una atracción gravitatoria extra para no deshacer el cúmulo .

Esto se ha comprobado en varias ocasiones, como cuando se descubrió un grupo de estrellas que se movían a igual velocidad independientemente de su distancia del centro de la galaxia, cuando en realidad la velocidad de rotación debería disminuir con la distancia, como sucede con nuestros planetas en relación al sol, lo que implica la existencia de una especia de halo de materia no visible alrededor de la estrella.

Otras pruebas indirectas de la existencia de este tipo de materia se encuentran en la velocidad excesiva de los átomos de gas caliente, que sin embargo no se evaporan, o en el efecto de lente gravitatoria, por ejemplo, e incluso huellas en la radiación de fondo.

Se está intentando explicar que constituye tal materia que si interactúa con la materia ordinaria lo hace muy débilmente, sin que parezca posible encuadrarlo dentro del Modelo Estándar, tales como neutrinos , estrellas fallidas que no se encendieron...Las posibilidades que hoy se ven como más factibles están dentro de la Supersimetría, con partículas supersimétricas como el neutralino, o bien el efecto de partículas de otras dimensiones si viviéramos en un Universos de más dimensiones.

En cuanto a la energía oscura, que representa el 70% más o menos del Universo en aún más enigmática, y responde a una especia de atracción gravitatoria repulsiva que provoca que el Universo se esté expandiendo aceleradamente, en vez de hacerlo lentamente o incluso contraerse, que sería lo lógico por la gravedad ejercida por los objetos y la materia visible.

En los últimos capítulos el autor habla algo de las últimas teorías, como la inflación, o universo inflacionario, la inflación eterna y el multiverso como resultado, el principio antrópico, y la posible bifurcación de "infinitos" Yos según la idea de la mecánica cuántica.

En resumen un libro interesante, con algún capítulo difícil de seguir, pero que anima a pensar y a seguir investigando y buscando nuevos libros sobre esta temática.




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La felicidad se huele

La clave está en el sudor

La felicidad se huele
Los humanos podríamos ser capaces de transmitir emociones positivas, como la felicidad, por medio de la transpiración, de acuerdo con una investigación publicada en Psychological Science.
El trabajo señala que producimos compuestos o señales químicas cuando experimentamos algún momento de felicidad y quienes están a nuestro alrededor pueden olerlo. 
Se sabía que el miedo o el enfado se podían detectar por la composición química de nuestro sudor, pero no así la dicha.
“Nuestro estudio – señala Gün Semin de la Universidad de Utrecht y responsable de la investigación – muestra que el sudor producido en circunstancias de alegría, induce un simulacro de felicidad en los receptores y contagia este estado emocional. Esto sugiere que, quien es feliz, “infecta” a los demás. En cierto sentido, el sudor de la felicidad es como sonreír: es contagioso”.
Para realizar la investigación se contó con dos grupos de voluntarios, por un lado hombres y por otros mujeres. Se sabe que el sexo femenino tiene una mayor sensibilidad olfativa y una mejor percepción de las emociones. Así, mientras ellos eran sometidos a videos que podían provocar miedo, felicidad o indiferencia, ellas debían oler viales con el sudor generados por el grupo de hombres. El estudio era doble ciego, ni los voluntarios ni los científicos sabían qué contenía el vial que debían oler las voluntarias (miedo, indiferencia o felicidad).
El análisis de imágenes de vídeo reveló que las mujeres que “olieron miedo”, mostraban actividad en el músculo frontal, una característica frecuente en las expresiones relacionadas con el temor, mientras que aquellas que recibían el aroma de la felicidad, por así decirlo, mostraban la sonrisa Duchenne (bautizada así por el investigador Guillaume Duchenne), una respuesta involuntaria a una emoción genuina. 
El hallazgo tiene una gran importancia ya que la emociones y el sudor, de acuerdo con Semin, son “características fundamentales de la condición humana. Y la posibilidad de contagiar la felicidad a través del olor puede tener importantes implicaciones para la industria del perfume y aromas”

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Las religiones y sus creencias


Sin Dioses

23 abr 2015

¿Existen los milagros? EL EMERGENTISMO.


Érase una vez, cuando aún no existía ningún cuando y en algún lugar que no estaba en ningún sitio, había un punto y un instante de pura (?) ENERGÍA al que le dio por expandirse (¡Así: bang!). En cuanto comenzó esa expansión pasaron cosas aún más extrañas. Por ejemplo, esa energía adoptó en seguida distintas FORMAS y fueron apareciendo, así, las "cosas materiales" (partículas, átomos, galaxias, planetas...). A la vez, esas cosas se relacionaban entre sí de distintas FORMAS (se atraían o repelían según distintas fuerzas: la gravitatoria, la nuclear, la electromagnética...). Pero, al mismo tiempo, todo esto que os cuento siempre ocurría de la misma FORMA, es decir, según regularidades o leyes físico-matemáticas, estables y omnipresentes (las leyes de la naturaleza)... Vamos, que de lo que era un principio único -la energía- surgió lo múltiple -cosas, fuerzas, leyes-. O, en otro sentido, que dónde sólo había energía (algo "indefinido") al instante surgió la forma: la forma de las cosas, la forma en que estas se relacionaban (las fuerzas) y la forma o estructura que regulaba su comportamiento -las leyes-. ¿Raro, eh?...

Pero no acaba aquí la historia. Hasta entonces todo era materia inorgánica (no viva). Pero de pronto ocurrió algo increíble. En alguno de esos planetas algunos trozos de materia se volvieron tan complicados que dieron lugar a algo nuevo e impredecible: ¡la vida!...Es decir: que de la forma o estructura de la materia inorgánica brotó una forma nueva de organizarse esta misma materia, una forma con propiedades nuevas: la autorregulación, la autorreproducción, etc.; esto es: la materia ¡cobró vida!... ¿No es como un milagro?  

Y el cuento sigue. Estos seres vivos, al principio muy simples, dieron lugar, con el correr del tiempo y la evolución, a animales sociales con cerebros tan complejos como para ser capaces de generar sistemas simbólicos (lenguajes) y contar cuentos (perdón, teorías y saberes) como el que les acabo de contar muy resumidamente... Es decir, surgieron esas estructuras o formas tan complejas de organizar la información que son las representaciones mentales (ideas, pensamientos...) y, a partir de ellas, las estructuras simbólicas que llamamos teorías (matemáticas, físicas, filosóficas, etc.), teorías que, a su vez, pretenden reflejar la forma de comportarse de la realidad...Más raro todavía, ¿no?...

¿Les ha gustado el cuento? Se los resumo: al principio eran la energía y la materia (con sus fuerzas y sus leyes); de allí surgió la vida; y de la vida surgieron el cerebro, el lenguaje, la cultura; y de allí las ideas, saberes y teorías con las que explicamos todo el proceso... O lo que es lo mismo: al principio era la energía (una sola realidad), pero de ella fueron surgiendo, gradualmente, realidades distintas en función de la forma, cada vez más compleja, que fue adoptando esta energía... ¡¿No es extraordinario?!.. Estas cosas nuevas, además, tenían propiedades nuevas. La energía era pura extensión en movimiento; pero la forma de las cosas o las fuerzas, y no digamos de las leyes, eran algo mucho más inextenso y estable (las leyes no cambian ni se mueven, no tienen extensión espacial; las fuerzas de la naturaleza son, también, siempre las mismas, y bastante invisibles; y la forma o estructura que presta identidad a las cosas parece difícil de concebir como algo variable o corpóreo)... ¿Y qué decir de los seres vivos? Estos cuentan con una forma de ser mucho más compleja, que les hace ser idénticos a sí mismos a la vez que cambian para adaptarse a las transformaciones del medio... ¿Y los pensamientos y otras representaciones mentales? Estos no solo tienen una forma estable (que los distingue unos de otros), sino también una existencia aparentemente inmaterial, de forma similar a las teorías, es decir, a las cosas que decimos, que son también increíblemente incorpóreas e invisibles... 

Por cierto, a esta teoría se la conoce como EMERGENTISMO. Sostiene que a partir de cierto grado de complejidad en la relación entre cosas de un determinado tipo pueden “emerger” cosas de otro tipo distinto (con otra forma) y con propiedades distintas. Así, de la relación compleja entre cosas materiales emergen los seres vivos; y de la relación entre seres vivos y entre neuronas emergen las representaciones mentales y las propias teorías científicas, matemáticas, etc... ¿Fuerte, eh? (Parece como lo de convertir el agua en vino, pero ¡a lo grande!)...

El emergentismo es una teoría ontológica complicada. Es inmanentista, por que afirma que todo, en el fondo (o en el origen), arranca de una realidad de carácter espacio temporal (extensa, cambiante), como es la energía, o la materia. Pero, a la vez, admite la existencia de otro tipo de realidad, no estrictamente material, sino formal, con características muy diferentes a la de la materia (inextensa, incorpórea, invariable en el tiempo). Pero eso sí, estas realidades formales --afirma-- EMERGEN de la materia, aunque sean DIFERENTES de ella. Por eso decimos que, en cierto modo, el emergentismo es una teoría DUALISTA (existen dos tipos de realidad en la Realidad), aunque no de un dualismo "simétrico": la realidad fundamental (de "donde" emerge la "otra") es la materia, lo inmanente, lo espacio temporal... 



¿Les convence el emergentismo? Intentad responder estas preguntas:
1. Dejando aparte el delicado asunto de cómo de un sola sustancia (energía) surgen tantas cosas y fuerzas distintas (o de cómo o por qué esa energía comienza a expandirse): ¿Podrías explicar cómo de lo que no está vivo (la materia) surge lo vivo? ¿O cómo de lo concreto y temporal (como un cerebro) emerge la idea (nada concreta ni temporal) del teorema de Pitágoras?
2. Si las teorías matemáticas o físicas surgen al final del proceso: ¿querrá eso decir que al principio la realidad carecía de propiedades matemáticas o leyes físicas? Antes de que apareciera Pitágoras: ¿no existía una cierta relación racional entre los lados de ciertos triángulos? ¿No había leyes físicas y matemáticas determinando el comportamiento de la naturaleza? ¿O es, sencillamente, que tales leyes aún no se habían descubierto?
3. Si la teoría emergentista fuese cierta, la física y la química serían el fundamento de la biología, la biología el fundamento de la sociología, la neurología y la psicología; y todas estas ciencias serían a su vez el fundamento de la matemática y la lógica? ¿Puede esto ser lógicamentecierto?
4. Es, en general, admisible (desde un punto de vista lógico) suponer que la Realidad contiene dos tipos diferentes de realidad. Y, de otro lado, si estas dos realidades (la materia y la forma, los hechos y las leyes, los cuerpos y las mentes, los objetos y las teorías...) fueran realmente diferentes, ¿podrían relacionarse de alguna manera, tal como parece que se relacionan?
 

¿El mejor vídeo de naturaleza que has visto?

Probablemente. Se llama Hello Tomorrow y es una obra
 de Karen O, editada por Roen Horn.  Audìfonos, volumen
 alto y a disfrutar.


Video



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El rescatador de libros

Okano Nobuo lleva 33 años resucitando libros. Los mima, les devuelve su “salud” y los regresa a sus dueños como nuevos. Para ello utiliza herramientas muy básicas: cincel, prensa de madera, pegamento y poco más.
El mimo de hoy fue la tecnología del pasado, pero una que no volverá: resulta imposible imaginar un artesano que en 20 años trabaje restaurando e-books, tablets o smartphones.
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En el vídeo se puede observar a Nobuo trabajando, una a una las mil páginas del diccionario inglés-japonés que un padre le quiere regalar a su hija que irá a la universidad. El antes y el después es asombroso. Para Nobuo, lo que “nos atrae de los libros no es su exterior, sino lo que llevan dentro”, una declaración de humildad inmensa para alguien que trabaja la paciencia con semejante devoción
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21 abr 2015

La muerte de la razón


Desde sus orígenes, la humanidad ha sentido una atracción irrefrenable hacia lo sobrenatural. Augures y adivinos han aconsejado y dominado a millones de seres a lo largo de la historia. Nuestra época tiene los suyos. Los medios de comunicación son cajas de resonancia para cientos de creencias irracionales. Un vidente-echador de cartas, un especialista en fantasmas, un pobre hombre secuestrado por extraterrestres son prueba de la existencia de un mundo misterioso a nuestro alrededor. Son portadores de un algo indefinible que nos permite huir de los agobios de la vida cotidiana.

Existe toda una fauna y flora que crece y se multiplica a la sombra de revistas y libros que juegan con la esperanza humana: la esperanza de vida después de la muerte, la de curar esa enfermedad incurable, la de no encontrarnos solos en este inmenso universo. Pero si profundizamos más allá de las superficiales, sesgadas y pueriles informaciones que nos presentan, descubriremos en ellas los temas de siempre, las mismas consignas que los mercaderes de lo misterioso han vendido a la humanidad desde sus comienzos: ayer eran ángeles, hoy son extraterrestres; ayer eran pociones de hechicería, hoy son medicamentos naturales; ayer eran druidas escondidos en el interior de un árbol hueco para hacer oír la temible voz de Teutates, hoy son médiums en contacto con los espíritus gracias a las más rudimentarias técnicas psicológicas y de prestidigitación. Sin embargo, ¿Se pueden doblar cucharas con el poder de la mente? ¿Nos visitan los extraterrestres? ¿Las plantas tienen sentimientos? ¿Los embriones de pollo tienen poderes extrasensoriales? La respuesta es no. Por dos motivos: uno, porque no hay pruebas de ello y dos, porque algunas son estupideces declaradas. En más de un siglo de investigaciones aún no han presentado ni una sola prueba irrefutable, o cuando menos contundente. Los casos clásicos, considerados en su tiempo inapelables, se han demostrado explicables o falsos.

Ni los posos del té, ni el Tarot, ni los planetas, ni los extraterrestres van a mejorar nuestra calidad de vida. Las líneas de la mano tienen el mismo valor predictivo que las del trasero. Necesitamos una buena infusión de espíritu crítico. Necesitamos de toda nuestra capacidad racional para resolver los problemas que la sociedad tiene planteados. Dicen que contra la estupidez humana hasta los dioses luchan en vano, pero algunos creemos que si aprendemos a dudar, a no aceptar las ideas de otros sólo porque nos lo dicen y a admitir los hechos aunque no nos gusten, habremos impedido la muerte de la razón.

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En la hora final


Así podrá ser el proceso que sufriremos cuando nos llegue esa terrible hora en la que todo cesa. El proceso es tan variable como el de nacer y no hay manera de predecir ni la hora ni la forma exacta en que moriremos, pero los enfermos terminales experimentan síntomas similares a los descritos en el vídeo a medida que se aproximan al final de sus días, independientemente del tipo de enfermedad que padezcan.

Morimos porque vivimos. Los cambios emocionales que sufrimos en nuestros últimos momentos, tales como estar cada vez menos interesados en el mundo exterior y menos involucrados socialmente, suelen interpretarse como preliminares de lo que está por llegar: del mismo modo que el cuerpo se prepara físicamente para la muerte, también lo hace la mente.

A pesar de que la muerte es consecuencia inevitable de la vida, es una idea muy difícil de aceptar. Nos resistimos a desaparecer y nos molesta que el mundo siga existiendo una vez que nosotros no estemos.

En 1969 se publicaba Sobre la Muerte y los Moribundos de Kübler-Ross, una psiquiatra que pasó gran parte de su vida asistiendo a agonizantes. A ella le debemos la famosa teoría de los cinco estados previos a la muerte –negación, ira, regateo, depresión y aceptación–  y fue una llamada de atención a médicos y familiares de las especialísimas necesidades de los moribundos. Su singular sensibilidad y compasión le valió el respeto y la popularidad de la gente de la calle y de la clase médica.
Con su demostrada experiencia Kübler-Ross insistía que el momento de la muerte
no es ni terrorífico ni doloroso, sino un cese tranquilo del funcionamiento del cuerpo. Observar la sosegada muerte de un ser humano nos recuerda la visión de una estrella fugaz; de entre millones de estrellas en un inmenso cielo, una de ellas brilla más que ninguna durante un breve momento para desaparecer por siempre en la noche infinita.

18 abr 2015

Elogio de la infancia


O la edad de la ilusión


Dicen las personas «serias», las «realistas», las «mayores» que «quien no es revolucionario a los veinte años, no tiene corazón, y el que lo sigue siendo a los sesenta, no tiene cabeza». 


El modo en que el niño enfoca la vida es distinto a la manera en que lo hace el adulto: lo que es serio para uno, no lo será necesariamente para el otro. Por ello, frecuentemente habrá incomprensiones y desconfianzas mutuas. (...) ¿Cómo olvidar que hemos sido niños? En realidad se ha olvidado no la niñez, sino lo que la niñez significa: frescura de espíritu, sencillez, ilusión, curiosidad, proyección hacia el futuro, etc. El niño tiene toda la vida por delante. Todo es posible para él. Por eso su estado habitual es la ilusión, el entusiasmo. La persona mayor es todo lo contrario, está cansado, hastiado a veces. Sin perspectivas de un futuro mejor, conformista con el sistema, se aferra a lo presente, lo seguro, lo práctico. Ha perdido la ilusión, ya no es curioso e indaga sobre lo nuevo, ya no recuerda que ese fue su tono vital cuando era feliz. Y ya no es feliz, ni cree que la felicidad sea posible. En el mejor de los casos, su estado es la resignación. Esa persona mayor que se ha resignado a la mediocridad, que ahoga en sí mismo la esperanza es el mismo que fue niño, que estaba ilusionado, que tenía confianza. Se ha traicionado a sí mismo. Si recordara, si tuviera un momento de lucidez, quizá iniciaría de nuevo el camino que lo llevaría a encontrarse consigo mismo. Para quienes se habían desviado, pero vuelven a intentarlo, describe Saint-Exupéry el camino que hay que seguir. Eso es El Principito. (...) «Personas mayores son todos los que han perdido la frescura de corazón, la espontaneidad de las impresiones y de los juicios, los que no conocen más que un orden material de valores y en los que ha muerto el sentido desinteresado de la belleza de la poesía». (...) Construir la vida según el ideal de la plenitud de sentido, a nadie se le escapa, supone esfuerzo. Todo el mundo siente la llamada a elevarse, pero puede postergarla, ahogarla y, finalmente, olvidarla. Quien así actúa considera que ha abandonado las puerilidades de la infancia y juventud y se ha convertido en una "persona mayor". Otra forma de verlo es decir que ha sido derrotado, la vida le ha podido y se ha resignado. 
Manuel Ballester, 2009
La busqueda de sí mismo: reflexiones sobre El Principito


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Un arco iris de inteligencias

Durante décadas los tecnofuturistas han estado preocupados sobre el momento apocalíptico en que los cerebros electrónicos y los robots lleguen a ser tan inteligentes como nosotros. Esta división de “ellos y nosotros”, donde los humanos y las máquinas son considerados como si estuviesen separados, está muy extendida. Pero mientras debatimos interminablemente sobre a qué nos referimos cuando hablamos de conciencia humana y las posibilidades y peligros de una inteligencia puramente artificial, una mezcla de las dos presenta otra posibilidad que merece más atención.
Un arco iris de inteligencias
Millones de cyborgs primitivos ya caminan entre nosotros. Durante las últimas décadas, los humanos se han fusionado gradualmente con dispositivos como marcapasos, lentes de contacto, bombas de insulina e implantes cocleares y de retina. Los implantes cerebrales, conocidos como «marcapasos cerebrales», alivian ahora los síntomas de decenas de miles de pacientes de Parkinson.
Esto no debería ser una sorpresa. Desde que los primeros humanos cogieron palos y sílex y empezaron a utilizar herramientas, hemos estado haciéndonos mejoras. Fijémonos en las colecciones de millones de cosas del Science Museum Group, desde máquinas diferenciales a teléfonos inteligentes, y veremos cómo las personas han aprovechado siempre los nuevos saltos cualitativos de la tecnología, de modo que el auge de unas máquinas más inteligentes que nunca no significa un mundo de ellos o nosotros, sino una mejora de las capacidades humanas.
Los investigadores están observando ahora exoesqueletos para ayudar a los débiles a caminar, e implantes que permitan a los paralíticos controlar miembros protésicos, y tatuajes digitales que se pueden estampar en el cuerpo para recoger datos fisiológicos o interactuar con el entorno, por ejemplo con la nube o el internet de las cosas.
Cuando se trata de máquinas que piensan, algunos están incluso investigando cómo mejorar la potencia cerebral con plugins electrónicos y otros «smartware». La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de EEUU (DARPA) ha lanzado el programa de Restauración de la Memoria Activa (RAM) para revertir los daños causados por una lesión cerebral con prótesis neuronales que perciben los déficits de memoria y restauran el funcionamiento normal.
Funcionan de manera bastante distinta a nuestro cerebro en el presente pero, gracias al Proyecto Cerebro Humano, el Ser Humano Fisiológico Virtual y otros grandes proyectos sobre el cerebro, junto con la investigación en ingeniería neuromórfica, las inteligencias artificiales podrían convertirse en inteligencias más parecidas a la nuestra con el paso del tiempo. Entretanto, ha habido intentos de usar células cerebrales cultivadas para controlar robots, simuladores de vuelo y más.
En unas pocas décadas, no será tan fácil distinguir a los seres humanos de las máquinas pensantes como consecuencia de este transhumanismo orgánico y progresivo. Al final, muchos de nosotros no dependeremos exclusivamente de las máquinas de carne que hay en nuestra cabeza para reflexionar sobre la perspectiva de las máquinas artificiales que piensan: el sustrato de pensamientos del futuro residirá en algún lugar de un continuo dentro de un arcoiris de inteligencias, desde las inteligencias ordinarias a la inteligencia artificial.
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16 abr 2015

Edad y condición


No es difícil envejecer. Lo difícil es hacerlo sin autoengañarse, sin perder la esperanza y sin llenarse de cinismo. Es difícil aceptar que el papel personal en la historia se va desvaneciendo junto con las fuerzas. Las tentaciones del autoengaño son casi irresistibles. Uno tiende a agarrarse a la propia experiencia como si fuese una garantía de lucidez y autoridad y a usarla como si fuese un refugio seguro contra la decadencia. Me gustaría poder pensar una crítica de la experiencia histórica, pero quizas que no tengo la capacidad y talento para ello. Pero sí interés personal en esbozar algunos brochazos sobre mi propia experiencia de la experiencia.

Cuando se han vivido varias décadas y si, como es mi caso, han sido décadas de cambios y novedades, la experiencia personal tiende por autodefensa epistémica a crear relatos que tratan de explicar lo permanente, la identidad propia, la generacional a través de las erráticas sendas de la historia. El pasado imaginario se hace presente continuo como fuente hermenéutica de interpretación de lo nuevo. Como si estuvieran escritas en nuestros genes las palabras del prólogo al Eclesiastés:

Una generación va, otra generación viene; pero la tierra siempre permanece. Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; vira que te gira sigue el viento y vuelve el viento a girar. Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena: al lugar donde los ríos van allá vuelven a fluir. "Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver, ni el oído de oir. Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará: nada hay nuevo bajo el sol. Si algo hay de que se diga: "mira, eso sí que es nuevo", aún eso ya era en los siglos que nos precedieron. No hay recuerdo de los antiguos como tampoco de los venideros quedará memoria en los que después vendrán.
Siempre había pensado que el determinismo de estas frases, el repudio de la novedad, tenía que ver con las incertidumbres del futuro y con el miedo a lo que pudiera depararnos la historia. Ahora, quizá más cínico, tiendo a pensarlo como una autodefensa del pasado propio, como un recurso de la identidad que tiende a justificar su propia presencia y a decirle al resto: "ya sé lo que pasa porque ya lo he vivido, lo que piensas que es una novedad no es tal cosa, es lo de siempre".

Porque si no fuera lo de siempre, si las cosas fuesen realmente distintas, significaría que la experiencia personal ya no es una guía para el futuro, y la misma justificación de existir más allá de los tiempos en los que las fuerzas propias sostienen la autoridad personal quedaría sin base. Haber sobrevivido sería algo sin sentido, como si uno quedase ya en la cuneta para recibir la condescendencia de los otros, su cariño en el mejor de los casos, pero nunca su atención.

El miedo a estar fuera de la historia es el más oscuro de los miedos que asaltan la experiencia del tiempo vivido. No importarían las catástrofes peores, incluso, si uno estuviese seguro de que habría de ser consultado por las nuevas generaciones para entender lo que ocurre. Todorov, en su maravilloso estudio sobre la conquista de América por los españoles, relata cómo Moctezuma consulta a los mayores del imperio intentando dar sentido a lo que estaba pasando y cómo éstos le responden afirmando que todo estaba escrito y el destino sellado. Moctezuma no estaba seguro de este juicio, pero su respeto a los mayores le hizo perder un tiempo valioso que Cortés aprovechó.

Pienso muchas veces en los viejos aztecas como ejemplo de las falsas lecciones que parece dar la experiencia de la vida a las generaciones que ya han visto muchas cosas en la historia. Como si lo que ha calado exigiera un derecho inalienable a dirigir el futuro y en ese derecho se depositase la propia justificación de la existencia.

No oculto que me produce melancolía la irritación que observo en mi generación ante los cambios que ocurren en mi entorno. Es una generación que se siente protagonista de nuestra historia inmediata y es incapaz de entender que esta historia esté llena de claroscuros, algunos de los cuales señalan incompasivos las miserias colectivas, las cegueras, corruptelas y complacencias que han dejado tantas secuelas de desigualdad.

No creo mucho en las generaciones al estilo orteguiano, como espíritus colectivos, pero sí como depósitos de experiencias comunes y de actitudes compartidas en un mundo donde las actitudes son uniformizadas por los intelectuales colectivos que son los aparatos ideológicos del estado y los medios de comunicación. Y mi generación, la de los 70's, ha sido una de las más uniformizadas de la historia. Ha nacido y se ha desarrollado en la creencia de que la historia había acabado con el fin de la Guerra Fría, que lo que quedaba del futuro era simplemente afinar los detalles y arreglar los pequeños desarreglos.

Sé bien por experiencia de otros lo que es perder oído y no entender con claridad las conversaciones. Pero también lo sé como experiencia subjetiva generacional. Veo a mi alrededor las caras de sorpresa y a veces angustia: "pero ¿qué quieren?", "¿qué están diciendo?" y las reacciones airadas de "bueno, es lo de siempre, míralos, ya hemos visto esa película".

Me importan menos los detalles, si tienen o no razón, lo que de hecho esté ocurriendo o vaya a ocurrir, que la mala fe que denota la incapacidad de asumir el tiempo que nos resta. Ishiguro captó esta misma experiencia en su maravillosa novela Lo que queda del día, una profundísima narrativa sobre la ceguera o sordera a la historia y sobre el deseo de subordinación y las reacciones de autoritarismo. Siempre he visto a Mr. Stevens, el mayordomo de Darlington Hall como una figura representativa de una generación. Una generación que nunca entendió a las pasadas y no es capaz de entender a las nuevas.

Hay algo que está podrido en la experiencia de la experiencia.



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¿QUÉ ES SER ESCÉPTICO?


Cada hombre es una criatura de la época en que vive; unos pocos son capaces de elevarse por encima de las ideas de su tiempo.
Voltaire
Los escépticos hemos ido creciendo en número. Incluso muchos católicos son escépticos que no pueden cambiar el troquelado que sufrieron en la infancia, pero que viven sus vidas practicando el escepticismo. Sin dudas, creer para obedecer ha sido un aspecto fundamental en la formación de las sociedades organizadas. Cuando se piensa en la construcción de las pirámides de Giza resulta evidente que los seres humanos deben creer ciegamente en el poder de un jefe para ser capaces de obedecerle, hasta el punto de actuar como hormigas y con el sudor de sus frentes montar piedra sobre piedra hasta formar la gran termita o pirámide.
Ser escépticos, ¿será una condición genética? No se sabe, pero se sospecha que la química cerebral influye. En su libro The Believing Brain, Michael Shermer (Times Books, Nueva York, 2011) explica el cerebro como una máquina de creencias que recoge información por medio de los sentidos; información flotante en la realidad, en el mundo externo, y lo hace en forma de patrones a los que luego les dan significado. Cuenta como los creyentes tienden a encontrar más sentidos en patrones o en configuraciones que son solo ruido, mientras que los escépticos no lo hacen. La psicóloga experimental Susan Blackmore descubrió que la gente que cree en la percepción extrasensorial tiende a ver en conjuntos de datos sin sentido evidencia de lo paranormal. La cantidad de dopamina en el cerebro también influye en su funcionamiento: más dopamina, mayor capacidad de creer en cualquier cosa; así lo descubrieron Peter Brugger y su colega Christine Mohr. Cuando trataban de conocer la neuroquímica de la superstición y del pensamiento mágico notaron que las personas con altos niveles de dopamina eran más propensas a encontrar significado en las coincidencias y a ver patrones con sentido donde adrede había desorden de imágenes o letras.
Para ser escéptico sin tener un cerebro escéptico es necesario haberse criado en una familia escéptica. Los sicólogos saben que la infancia es una época en la cual somos como de plastilina; las creencias, el idioma, la forma de vivir, el afecto y muchas otras cosas como el partido político se fijan de manera casi que indeleble según las enseñanzas recibidas. Además quedamos ciegos para ver ventajas claras en otros mundos diferentes del nuestro.
Definamos qué es ser un escéptico. En palabras sencillas, escéptico es ese que no come cuento, que no cree que la información que recibe sea verdadera solo porque esté escrita en un libro o la diga alguien importante. Se repite una y otra vez la frase: la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero; y no acepta la veracidad de un hecho simplemente porque “así esté escrito”. En el mundo contemporáneo, en el que todo comienza a estar en internet, en el que nos movemos de un blog o de un artículo a otro sin conocer las credenciales de sus autores, sí que es verdad que la información falsa se mezcla con la verdadera. También hay creencias que están en el mundo de lo probable, de las cuales no hay seguridad completa. El escéptico no cree en las palabras de su amigo porque sea su amigo; recibe la información pero con filtro, el de la duda. El escéptico es un enamorado de la búsqueda de la verdad, y para encontrarla pone en ejercicio ciertas reglas y comandos mentales. El primero es desconfiar de la “Tradición”, la “Autoridad” y la “Revelación”.
Creer por tradición es creer por el mero hecho de que otros han creído y desde hace tiempos. Un día la tierra dejó de ser plana y la evidencia fue tal que la tradición se tuvo que corregir. Adán y Eva han dejado de ser dos humanos para convertirse en una metáfora, por la misma razón. Con Juan Pablo II, el infierno, ese lugar terrorífico, siempre en llamas, se convirtió en el rechazo o alejamiento definitivo de Dios. Creerle a Juan Pablo II o al que sea sobre el infierno o sobre el paraíso es creerle a la autoridad, es creer sin ninguna demostración. Las sensaciones interiores mías o tuyas tampoco importan, pues muchas causas pueden tener, por lo que pueden a veces resultar verdaderas o falsas; así que una revelación, sin que importe de quien provenga, jamás aportará eso que el escéptico llama prueba.
La intuición para el escéptico es reconocimiento. No estás consciente de todos los datos que posees, pero tienes buenas indicaciones. Por ejemplo, intuyes que tu pareja te ama porque reconoces muchos pequeños actos como formas de amor. No hay nada mágico, hay reconocimiento. Para fiarnos de una intuición buscamos datos que la corroboren. Una amiga mía escéptica rompió relaciones con su pareja. Él alegaba que la amaba, pero siempre estaba muy ocupado y nunca tenía tiempo para verla, llamarla ni visitarla. Ella prefirió creer en los hechos y no en la “verdad” que él sostenía.
Por nuestra propia experiencia es probable que nunca tendremos evidencia de la existencia de los átomos, de los electrones o de que la luz viaja a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, pero se puede investigar qué pruebas existen a favor, o realizar los experimentos pertinentes, y entonces confiamos en ellas. Confiamos en que las razones que sustentan esas creencias son buenas y no provienen de ideas heredadas por mera tradición. Confiamos en los experimentos que otros han realizado, después de ver los resultados. Nos preparamos, el día del eclipse de sol, con instrumentos para observarlo (predicción de astrónomos), pero no lo hacemos el día del fin del mundo, según las predicciones de los Mayas.
La ciencia, como camino para buscar ideas confiables, parecería una elección con la misma validez de cualquier otra; sin embargo, presenta una sustancial diferencia en sus métodos y resultados. La ciencia no depende de la tradición ni del estatus de la persona que hace la afirmación; no, de hecho está siempre renovándose, ajustándose a los nuevos experimentos y nuevas confirmaciones, demostraciones o falseamientos de sus hipótesis. El escéptico puede no ser un científico pero confía en los métodos de la ciencia.
A los escépticos, rebeldes de pensamiento, debemos las grandes teorías: Newton olvidó lo que lo que griegos antiguos decían sobre el universo y sus leyes; Einstein negó muchas cosa que decía Newton y sus contemporáneos. Los creadores de la mecánica cuántica, Planck, Shröedinger y Heisenberg desafiaron las verdades de sus antecesores. La ciencia, las verdades de la ciencia, según Karl Popper, están siempre en periodo de prueba, a la espera de su refutación o cambio. Lo que se cree por fe no se puede discutir, renovar ni cambiar.
El escéptico primero observa cuidadosamente con el objetivo de buscar, de identificar un problema, un asunto, una verdad, un patrón; después, ya identificado el asunto, recopila evidencias que comprueben o refuten sus hipótesis, generaliza, promedia, deduce. La observación no es siempre visual, es también estadística o de observación de otros sucesos similares e igualmente obedece a una lógica. Luego, busca hallar confirmación a las predicciones que resultarían de su hipótesis y la coherencia entre resultados y predicciones. Tú aseguras que lees la mente, le dice un entrevistador al supuesto hombre portador de especiales poderes; luego, le da una cachetada y le dice ¿por qué no previste que yo haría esto? Es un chiste, un video de esos que circulan por Internet, pero comprueba con crueldad la falsedad del charlatán. Nunca hemos visto un hombre calvo que haya recuperado su melena después de usar los cientos de productos que se ofrecen para la caída del cabello. Es muy probable, piensa el escéptico, que tal producto no exista todavía. Lo mismo se aplica a aquellos que sirven para quitar las arrugas o la celulitis, ah, o a los que sirven para adelgazar, ¡ya se sabría!
El escéptico desconfía de las malas observaciones, su pensamiento es siempre crítico. Muchas personas alegan haber visto ovnis o brujas o fantasmas. Cuentan sus historias con seriedad, y muchos no mienten. Como el cerebro completa y construye y además bajo tensión o privación de estímulos inventa, el escéptico ve, en la narración, los huecos, resanados con el “deseo” o con el “miedo”.
El escéptico sabe que la baja probabilidad de que un evento ocurra no excluye la posibilidad de que ocurra. Los eventos improbables a lo largo de la vida se vuelven probables. La contingencia en las relaciones de causa y efecto pueden hacerlas muy difíciles de encontrar, lo que es bueno en una situación puede ser desastroso en otra. Equivocase es muy fácil, los expertos también se equivocan porque el mundo es complejo.
Ser escéptico es un ejercicio de la razón, es un ejercicio de control de las emociones. Es practicar el hábito de cuestionarse si lo que se está haciendo es bueno y si lo que se cree es confiable. Es obligarse a cambiar de creencia cuando la evidencia contradice la hipótesis. Es tener la disciplina de investigar y de dar prioridad a lo que es verdad sobre lo que queremos que sea verdad. Que no sea uno mismo el primero en decirse la mentira deseada.
El escéptico no puede enseñar a sus hijos en qué deben creer sino cómo deben pensar. Los beneficios son muchos. El beneficio más grande del conocimiento no es saber sobre algo que ya pasó sino poder predecir lo que todavía no ha ocurrido. En un mundo tan lleno de incertidumbre, saber qué va a pasar después, qué consecuencias tiene una acción, otorga ventajas significativas al que puede hacerlo. Todos lo hacemos naturalmente, esas son las ventajas del conocimiento, y todos aprendemos, pero el conocimiento basado en la evidencia se equivoca menos en su capacidad de predecir.
Si un conocimiento no se puede verificar no es útil. Suponga que le han dicho una frase secreta que debe repetir cien veces cada día. Le aseguran que después de hacerlo bajará de peso. Ahora, se repite el experimento, pero le aseguran que usted, en vez de bajar de peso, va a ganar seguridad en sí mismo. Entonces el probando pregunta cómo va a saber si ha ganado seguridad en sí mismo. La respuesta es vaga, algo así como: no, usted va a sentirse más seguro. En el primer caso, solo se necesita la balanza para comprobarlo; en el segundo, no se han entregado puntos claros para calificar, que demuestren la ganancia en seguridad. El escéptico experimenta con efectos que se puedan medir. Por ejemplo, toma medicinas cuya eficacia haya sido comprobada, y cuando no nota mejoría averigua, y si nada ocurre las suspende.
El escéptico cae menos frecuentemente en el engaño. El hábitat humano ya no es la naturaleza, son las ciudades, pero sobre todo es y han sido los otros humanos, el nicho social. En esa interacción social, que es muy compleja, las ventajas de ser escépticos son muchas: sirve para crear relaciones directas, claras y equitativas, también para evitar el engaño de embaucadores, y los hay por millones. Los escépticos ahorran mucha plata: no consultan adivinos, no compran brazaletes con poderes, no acuden a las medicinas alternativas ni al psicoanálisis, no atienden los anuncios de productos cuasi fantásticos para cortar cebolla, apio o repollo. Ser escépticos nos hace más sanos y más felices, pues somos conscientes cada día de la maravilla que es la vida, de la oportunidad única que es haber nacido; recordamos que una vez se termina no hay más.
El escéptico no se agacha ante la “autoridad”, su sentido de la dignidad es mayor. No está dispuesto a hacer genuflexiones ni a adorar a nadie ni a nada: budas, estatuillas de la virgen, libros sagrados, presidentes. Trata de hacer juicios imparciales sobre los demás. Como ve el mundo sin la oscura lente de las ideologías, los demonios se esfuman con los espíritus de toda índole. Sin ideologías, la mujer gana los derechos que fueron exclusivos del hombre. No obedecemos al marido ni nos quedamos casadas para siempre, cuando somos infelices en el matrimonio, evitamos los hijos, si así lo deseamos y de ser necesario abortamos. No encontramos ninguna razón que justifique perder la libertad de elegir una pareja del mismo sexo.
El escéptico no tiene que privarse de trabajar el Sabah o el domingo, puede comer carne el viernes porque no hay días santos, y morcilla confeccionada con sangre de animales, o peces con escamas y sin ellas y sin pasar por las manos de un rabino. Hace sacrificios que redunden en el bienestar de los demás, pero no sacrificios absurdos. La oración y el ayuno son tipos de soborno que se hace a las divinidades.
El escéptico no puede responderse todas las inquietudes ni preguntas, claro que no, pero tampoco está dispuesto a aceptar cualquier respuesta. Acepta la idea de que no hay manera de encontrar buenas explicaciones a todos los acontecimientos del mundo, pero se maravilla de lo desafiante que puede ser la búsqueda de la verdad y de las gratificaciones que trae ser escéptico.

Por: Ana Cristina Vélez


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