La Spaltung (disociación) es fundacional en el ser humano (Freud)
Hay muchas versiones del embrollo, la más conocida de las cuales tiene hasta nombre: se llama el problema difícil de la consciencia. Siendo más descriptivo, el embrollo puede tambien adquirir tintes naturalistas, pero es lo mismo que hablar de cuerpo-alma, organismo-individuo o mente-cuerpo. En realidad se trata del mismo problema para el que aun no hemos encontrado una solución que satisfaga a todos.
Una manera poco elegante de resolver el embrollo es negar la mayor y decir que la cultura en el hombre es su naturaleza. Ese es el meme que se lleva ultimamente y que la discusión entre naturaleza y cultura es una discusión banal y pasada de moda.
A pesar de lo que diga edge: “que es una idea a jubilar”, lo cierto es que el problema no está resuelto y que si lo hacemos asi -negando lo cultural, como un atributo más de lo biológico- nos quedaremos solos frente a la naturaleza, es decir seremos un poco más deterministas y como suele decirse, reduccionistas y nunca llegaremos a entender los malestares del hombre que muchas veces están socialmente determinados. Dicho de otra manera, con frecuencia los malestares que nos aquejan proceden de las verdades que compartimos con nuestros semejantes, con los que comparten con nosotros una determinada nube de creencias.
En mi opinión el problema está planteado en torno a la idea de “dualidad”, algo que podría decirse de este otro modo: la dualidad es falsa, pero somos duales.
Lo que significa es que lo fundacional en nuestra especie, al menos desde la Gran Escisión que supuso la emergencia de una consciencia racional es la dualidad, Una dualidad que no necesariamente supone pensarla desde principios religiosos con la creencia en un alma inmortal, sino que al contrario de todo esto puede pensarse desde el lado de una simetría rota, es como si tuvieramos dos cerebros solapados, uno que procesa la realidad en términos de supervivencia y otra consciencia que piensa la realidad en terminos binarios de contradicción o si se quiere decir de este modo: a través de la dialéctica hegeliana y que emana del lenguaje.
Si es blanco no puede ser negro o si es de día no puede ser de noche. Este tipo de pensamiento que llamamos lógico-racional es en realidad el eje de torsión que nos apresa en esa serie de discusiones sobre si es la naturaleza o es la cultura la más influyente en nuestras conductas y creencias.
Lo cierto es que no podemos cerrar la cuestión diciendo que la cultura es la naturaleza del hombre, porque ambas magnitudes funden muy mal. Para empezar la cultura humana es diversa, no existen dos culturas iguales, es como si cada nicho geográfico hubiera llevado a cabo una evolución diferente y quizá arbitraria. Aun hoy coexisten en el planeta muchas formas de alimentarse, de procrear y criar a los niños, de relacionarse con la naturaleza, de organización social, por no hablar de creencias religiosas y del mundo incompatibles entre sí. Hay una diversidad de enfoques culturales a pesar de pertenecer todos ellos a una misma especie. Demasiados para no replantearse el concepto de especie o al menos el de raza.
Un ejemplo de este desfase entre naturaleza y cultura lo encontramos en ciertas enfermedades que son en realidad desajustes de las condiciones de vida actuales en relación con las adaptaciones ancestrales, la diabetes es un buen ejemplo que nos permite entender que el gen de resistencia a la insulina que en realidad emergió para proteger a los individuos de las hambrunas provoca enfermedades en entornos de opulencia alimentaria. La cultura parece navegar por caminos bien distintos a la naturaleza de la que emergimos. No es de extrañar que Freud hablara de “malestares en la cultura” y vale la pena recordar que para Freud la civilización era en realidad el enemigo del instinto al que necesariamente pone limites para garantizar una comunidad de intereses.
Otro ejemplo bien conocido es el descenso de natalidad provocado por la disociación entre reproducción y sexualidad que propició un invento cultural: la pildora anticonceptiva. Un invento cuyos costes estamos empezando a visualizar en los embarazos de alto riesgo que son cada vez más tempranos a la vez que comenzamos a valorar si seran tambien disgeneusicos.
Y no cabe dudar de que el retraso en la maternidad, el aumento de solteros, el aumento de diabéticos, los hogares monoparentales, o los trastornos alimentarios en general, las depresiones de la vida moderna y en general un buen número de trastornos psiquiátricos y somáticos están provocados por los entornos en que vivimos que son cualquier cosa menos naturales.
Y lo cierto es que la naturalización de todos estos problemas no ha traido una mejor comprensión de nuestra verdadera naturaleza. Admitámoslo: somos seres duales que mantenemos un anhelo de unidad perdida a la vez que renegamos de cualquier explicación que la ciencia pura y dura no pueda proporcionarnos en clave química o bien reglada.
Recomiendo ver este video de Arturo Goicoechea a propósito de este tema y ver como determinados conceptos como exclusión social, encajan mal con la “naturaleza” y mucho con lo que entendemos como “ambiente”.
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