31 jul 2011

Troll Presidente




Un troll, en el habla internetera, es el usuario que participa en una discusión online con mensajes deliberadamente provocadores con la intención de interrumpir o desviar el curso del debate. Lo único que el troll necesita para "ganar" es, sencillamente, que le hagan caso. En peruano: el troll quiere hacerte pisar el palito.



Un excelente ejemplo de trolling en la vida real fue el juramento de Ollanta Humala durante la ceremonia de cambio de mando. Efectivamente, el presidente Humala juró por el "orden constitucional" vigente, es decir, la Constitución de 1993. Sin embargo, al introducir "el espíritu de la Constitución de 1979" introdujo un elemento de quiebre en lo que debería ser una ceremonia monótona y sin sorpresas. Y ese elemento provocó las reacciones esperadas: soponcios y alaridos del fujimorismo.
Una de las reglas básicas de Internet es: no alimentes al troll. El troll vive de tu feedback, de tu respuesta. Si no le respondes, el troll inevitablemente se aburrirá y morirá de inanición. En peruano, otra vez: si te picas, pierdes. Si le respondes, el troll gana. Y si gana, se hace más fuerte y sigue trolleando. No sólo eso. Al verte susceptible, otros trolls aparecerán y, así, toda discusión civilizada se irá al tacho y tu blog, foro o lo que sea se convertirá en un espacio de griterío incivilizado.

La destemplada reacción inicial de la bancada fujimorista, especialmente de su ala chavista, convocó a más trolls. Los vicepresidentes asumieron una actitud desafiante y ya no juraron por ningún espíritu, sino directamente por la Constitución de 1979. Sus caras de satisfacción -tanto de los vices como de Humala- mientras lo hacían eran un claro indicativo de que los trolls estaban ganando. Los fujimoristas, ridiculizándose a sí mismos, habían sido trolleados.

Por extensión, un troll también es aquel que se le prende a una persona; un acosador mala onda que vive y duerme pensando en el objeto de su trolling (usualmente, alguien con cierto prestigio, poder o fama dentro del circuito al que pertenece el troll). Este tipo de troll suele achacarle al objeto de su trolling toda clase de defectos, además de llenarlo de insultos y calumnias. Si la persona le responde al troll, el troll habrá ganado. Sin embargo, en estos casos no responder al troll NO soluciona el problema. La obsesión suele autoalimentarse. Este tipo de trolls no se cansa nunca. No hay mucho que hacer en estos casos, salvo bloquear a esa persona (para ya no recibir sus mensajes) y aprender a convivir con la idea de que hay loquitos en todas partes.

Martha Chávez se convirtió en un excelente ejemplo de esta variedad de troll (variedad que, por cierto, muchas veces tiene su origen en algún tipo de humillación, como perder una guerrita de blogs o una elección). Debe haber batido todos los records de resistencia vocal. No paró de gritar durante 40 minutos, declarando la vacancia de la presidencia, la nulidad del juramento y toda clase de conjuros. Humala, por cierto, siendo el troll experimentado que es, sabía que lo único que le quedaba era ignorarla. Eso, por supuesto, no desanimó a Chávez, pero no quedaba otra. Alimentarla hubiera sido mucho peor.

Otra variedad de troll es aquella que convoca más trolls para sus guerritas. Tienen cierta popularidad o pertenecen a una comunidad de trolling y de vez en cuando hacen llamados a las armas para, por ejemplo, tumbarse una web, hacer mail-bombing con el correo del villano de turno, apanar a alguna celebridad o llenar de insultos el Facebook de un congresista tránsfuga.

Algo similar está haciendo Barack Obama en medio de la crisis de la deuda norteamericana. Con el país al borde de la quiebra, este viernes el presidente norteamericano acudió a Twitter para pedirles a sus seguidores que presionen a los congresistas republicanos para llegar a un acuerdo bipartidario antes del martes. Desde entonces se ha dedicado a publicar las cuentas en Twitter de los congresistas de cada estado, para que sus seguidores los presionen (digamos, los trolleen).

El problema es que Obama va perdiendo 40 mil seguidores desde entonces. La desesperación se ha traslucido en esta campaña tuitera del presidente. El llamado a las armas no ha funcionado. La situación se agrava y si no resuelve este martes, la crisis podría ser de tal magnitud que podría alcanzarnos y allí sí que ya no importará si la del 79 o la del 93.



P.S.: Lean este post de Fabber, cuya imagen fue la inspiradora de este texto.

fuente: marco sifuentes peru 2.1





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