2 jul 2013

Ciencia y creencia

La ciencia y las creencias empastan mal, lo verdadero empasta fatal con lo que entendemos como bueno o deseable, es por eso que la gente tiene creencias, algunos demasiadas y otros demasiado pocas, pero lo cierto es que es imposible renunciar a las creencias, todos las tenemos. Y las tenemos porque representan atajos en el conocimiento, más vale tener una creencia falsa sobre algo vital que no tener ninguna y morir en el empeño.



Es por eso que hablamos de dos clases de falacias: la falacia moralista, “es verdadero porque es bueno que sea asi”  y  la falacia naturalista, “es bueno porque está en nuestra naturaleza” (o “es malo porque no está en nuestra naturaleza”). Las dos falacias dan lugar a un enorme montón de errores cognitivos y éticos. Los que más caen en la falacia moralista suelen ser los “progresistas”, los de izquierdas por así decir mientras que los que más caen en la falacia naturalista suelen ser los conservadores, los de derechas por así decir. No deja de ser curioso que los creyentes (sean del signo que sean) apoyen la falacia naturalista con más convicción que los progresistas a veces cometiendo otro error epistémico fundamental. Asi por ejemplo, los homófobos suelen argumentar que la homosexualidad no es natural, aun hoy cuando sabemos que las conductas homosexuales están bien representadas en la naturaleza, incluso hoy sabemos que la homosexualidad, al menos la masculina es heredable y hasta en el reino animal existe.
Pero voy a referirme en este post sobre todo a las falacias moralistas porque son sin duda las que más influencia tienen en la politica, en el gobierno de lo colectivo y en la educación y aun en la sanidad.
Todo el mundo estará de acuerdo que la Ilustración marcó el comienzo de la modernidad. Psicológicamente hablando podemos definir la modernidad como la sustitución del sujeto por un individuo, un individuo que tiene una subjetividad y es portador de valores éticos y morales por el sólo hecho de serlo. Algo así como si hubiera un órgano en el interior de cada cerebro que sostiene una especie de catálogo sobre lo bueno y lo malo, lo deseable y lo indeseable, lo moral y lo inmoral.
Naturalmente esta concepción del hombre tiene consecuencias sobre los individuos concretos, asi la responsabilidad y la culpa, la vergüenza, o la humillación aparecen como subproductos de un cerebro quizá averiado sin tener en cuenta lo contextual, lo que define este tipo de emociones o sentimientos. De manera que es posible asegurar que el individualismo es un subproducto de la modernidad, algo que ha aportado beneficios y tambien calamidades a nuestra especie.
Si tenemos en cuenta que la modernidad se caracteriza tambièn por la aniquilación de todo sentimiento religioso que fue el cemento de lo colectivo, es posible asegurar que el hombre moderno librado a sus únicas fuerzas se encuentra bien solo en su interacción con el mundo, dejando solo a un estado impersonal como garante de su condición humana.
Pero lo cierto es que los Estados tambien se hallan infiltrados por creencias acerca de la propia condición de sus ciudadanos, es por eso que se definen y redefinen constantemente “derechos humanos”, sin caer en la cuenta de que estos supuestos “derechos” son consensos acerca de la vida en común y no tanto estertores de la naturaleza. La falacia naturalista planea constantemente en las formas imaginarias con las que nos relacionamos con el Estado y sus gobernantes.
Pero sin duda es en la politica y en la educación de los niños donde podemos encontrarnos con frecuencia con este divorcio que existe entre la ciencia, es decir lo que sabemos hoy, y las creencias que impregnan lo cotidiano, o por decirlo más claramente los valores en los que la gente cree sin critica están siendo vapuleados constantemente por las cosas que la ciencia descubre día a día.
Un ejemplo concreto de esta dicotomía es la batalla de los sexos y las guerras que han tenido lugar -fundamentalmente en el siglo XX- en pro de los derechos de la mujer. Algo que se ha desarrollado hasta el paroxismo llevando la cuestión hasta la paradoja de ver como la sociedades acaban por resentirse cuando se desequilibran las balanzas de poder entre ambos sexos.
Para que el lector aprecie mejor el enfrentamiento que ha lugar entre la ciencia y ciertas creencias me referiré al fenómeno de las guarderias infantiles.
Los Estados modernos han invertido muchos recursos en garantizar el empleo de las mujeres, eso que ahora se llama la conciliación. Conciliación entre el trabajo fuera de casa y el hogar. Ingentes recursos se han dedicado a este menester, no sólo con los periodos de lactancia de madres y extendidas a los padres (que son costos laborales) sino en la inversión en guarderías.
La guarderia -como su nombre indica- es un lugar donde se lleva a los niños de corta edad hasta que comienzan su escolarización, de modo que los niños que acuden a ese lugar son niños sin destetar, que no retienen esfinteres y cuyas edades oscilan entre 1 y 3 años según paìses y tradición de nursing.
Lo usual es que las mamás que tienen trabajo depositen alli a sus niños y que o bien el padre o bien las madres o algun familiar lo recojan despues del horario pactado. Lo cierto es que las guarderias son lugares siniestros donde con independencia  de su calidad y dedicación o vocación de sus trabajadoras, los niños son “aparcados” ofreciéndoseles aseo, comida, compañia y conversación en el mejor de los casos si bien en un entorno impersonal, y que está en relación con la ratio cuidador/bebé.
Esto es lo que dicta el sentido común: las guarderias no son un lugar demasiado higiénico para un bebé de corta edad, no sólo por la acumulación de germenes por metro cuadrado (los niños que acuden a estos lugares estan siempre a merced de alguna enfermedad infecto-contagiosa) sino por el ruido ambiental, por los llantos continuos de otros bebés, por las diferencias de edad entre niños y en el caso más común por el aburrimiento de la hipoestimulación.
Pero faltaba demostrarlo, eso es lo que hizo Jay Belsky de la universidad de Londres, un experto en familias y en niños que hizo un descubrimiento no tan sorprendente: los niños que van a las guarderias son luego más agresivos y desobedientes que los que no van a ellas y se crian en entornos familiares normales.
Lo interesante de su investigación es que la variable crítica es el tiempo que se pasa en ellas y no tanto la calidad de la misma, lo que viene a señalar hacia la idea que es la guarderia por sí misma la que genera esta disfunción en los niños. El segundo hallazgo interesante de Belsky es su conceptualización de por qué sucede esto. Para él es la presencia de muchos niños lo que resulta disfuncional a esas edades y no tanto los cuidados que les son prestados, los niños no gustan de entornos parecidos a los camarotes de los hermanos Marx y prefieren entornos predecibles, sincrónicos y calmados.
Aqui hay una entrevista de Punset a Belsky.
Naturalmente el hallazgo de Belsky es politicamente incorrecto. ¿Es que Belsky propone que las mujeres vuelvan a quedarse en casa, gritan las feministas?
Naturalmente que no. Belsky no se pronuncia sobre lo que debemos hacer seamos hombres o mujeres, simplemente siente pasión por la verdad, el verdadero motor de un cientifico y si esa verdad entra en colisión con las verdades que sostenemos públicamente, allá ellos. El hombre del tiempo que predice un temporal para mañana no es un forofo de los temporales ni tiene ningùn interés en que llueva o haga sol, le pagan por predecir el tiempo y eso hace sabiendo que nunca llueve a gusto de todos.
La falacia moralista emerge aqui en toda su crudeza, puesto que es bueno y un gran adelanto que la mujer haya salido del círculo familiar y se haya incorporado al mundo del trabajo, entonces es deseable que el Estado dedique recursos a las guarderías que son instituciones buenas en sí mismas.
Y si algo es bueno en sí mismo entonces el que se opone a ello, lo critica o lo pone en tela de juicio o es un miserable, o es un machista o es simplemente un malvado. Así funciona la falacia moralista, con descalificaciones ad hominem y puesta en marcha de un plan para neutralizar, aislar y condenar a quien ha tenido la mania de entrometerse en esa santa institución que llamamos guarderias.
El resultado es que no se puede hablar u opinar sobre ciertas cosas, y lo peor: no se puede investigar sobre ello, se ha de pasar un ligero velo sobre ciertas cuestiones y no molestar a ciertos colectivos, usualmente gays, feministas o partidarios de la co-educación.
La co-educación, es decir el que niños y niñas vayan juntos al colegio es otra de esas instituciones intocables, la co-educación es buena por sí misma, luego es verdadera. Lo cierto es que existen pruebas de que la co-educación beneficia un cierto estilo educativo basado en la docilidad, la obediencia, lo memorístico en contraste con los aprendizajes que llevan a cabo los chicos mas bien modelados por la acción y la competencia. La co-educación es muy probablemente la causa de que los niños vayan más retrasados que las niñas incluso en CI, hasta que las cosas se igualan allá por los 16 años. El adagio que hizo famoso Kanazawa (Kanazawa y Lynn, 2011) es que las niñas son más inteligentes que los niños pero los hombres son más inteligentes que las mujeres, una sentencia que le valió la condena de buena parte de la opinión publica. Aqui en este post ya hablé de la co-educación, de modo que remito allí al lector interesado en esta falacia concreta.
Naturalmente a los que defienden la segregacion educativa les acusan de “beatos” o discriminadores. No me cabe duda de que los hay, pero ¿y si fuera verdad que la co-educación tuviera efectos secundarios en los cerebros de los chicos? Para saberlo hay que investigar.
Y para investigar hacen falta fondos. ¿Quien los pondrá, el Estado fascinado por los idearios de la igualdad, la Iglesia?
La igualdad es otra de estas ideas donde ciencia y creencia colisionan constantemente. El Estado moderno ha crecido en la idea de que hombres y mujeres somos iguales y cada vez se acumulan más las pruebas que señalan hacia la diferencia. Se trata de diferencias sobre la actitud (motivación) y no sobre la aptitud, los hombres se encuentran más interesados -en sus elecciones profesionales- por la fisica, la informática, la ciencia en general, mientras que las mujeres se sienten más interesadas por otras areas relativas al cuidado, medicina, psicología y enfermería o a las humanidades.
Esta verdad que cualquier persona sensata conoce empíricamente, ha soportado tantos ataques por parte de las feministas y los gobiernos de izquierdas de toda Europa que ha merecido una investigación por parte de las autoridades noruegas, uno de los paìses más igualitarios del mundo. Se trata de la paradoja noruega; se dice paradoja porque resulta chocante que en uno de los paìses mas igualitarios del mundo las mujeres elijan las profesiones tradicionales de su sexo, igual que sucede con los hombres, la conclusión es que a más igualitarismo más oportunidades para elegir según nuestras inclinaciones.
Es precisamente en estos paìses donde las mujeres pueden elegir con más naturalidad y no forzadas por cualquier otra cirscunstancia. Es ahi donde podemos observar a las claras cuales son sus preferencias.
Y es por eso que las mujeres no improvisan jazz, exceptuando a ésta (y algunas otras excepciones) claro.
Neurociencia / Neurocultura
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