“La pobreza no viene por la disminución de las riquezas,
sino por la multiplicación de los deseos.”
Platón
Por alguna extraña y lamentable razón, buena parte de la realidad humana gira en torno a una peculiar abstracción, el dinero. Ya sea por que nos genera un ineludible magnetismo, la ambición, o simplemente por que el sistema nos obligue a perseguirlo para sobrevivir, lo cierto es que la mayoría de nosotros le dedicamos una enorme cantidad de tiempo y esfuerzo.
Pero si además de dedicarle una gran porción de nuestra praxis, además nos preocupamos por su presencia (o su ausencia), entonces somos candidatos a disfrutar, considerablemente menos, la existencia. Ahora, antes de ir más allá, vale la pena aclarar que, como bien señala el libro How To Worry Less About Money (2012), de John Armstrong, no es lo mismo preocuparse por el dinero que tener problemas financieros.
“Existe una distinción crucial entre ambos. Los problemas son urgentes, y requieren de una acción directa. En contraste, las preocupaciones generalmente dicen más del preocupado que del mundo que lo rodea […] Para responder a nuestras preocupaciones debemos poner atención a nuestro patrón de pensamiento (ideología) y a nuestro esquema de valores (cultura).”
De acuerdo a lo anterior, es importante entender que una preocupación financiera tiene, al menos, un 50% de carácter puramente psicológico, mientras que el resto tiene que ver con una situación real –por ejemplo, la necesidad de adquirir algo, o de mantener un cierto nivel de vida.
Por otro lado, resulta fundamental analizar la relación que, conciente o inconcientemente hemos decidido entablar con el dinero. A fin de cuentas se trata de una abstracción, y como tal es plenamente configurable. ¿Vamos a utilizar esta entidad para canalizar miedos o traumas? ¿La vamos a utilizar en el proceso de construir nuestra identidad individual? ¿Determinará algún aspecto importante en nuestra auto-percepción? o en realidad lo aprovecharemos como una herramienta disponible, entre muchas otras, para vivir en paz.
Al respecto, Douglas Rushkoff, una de las mentes consentidas en Planetafios y quien desde hace unos años promueve la auto-programación del dinero, advierte:
“Los dineros son programados. Se comportan de cierta forma porque se les ha codificado con ciertos patrones de conducta. […] Hoy estamos probando que es más adecuado tratar nuestro dinero como software y programarlo nosotros mismos”.
Regresando al libro de Armstrong, el autor señala otro aspecto crucial para preocuparnos menos por nuestras finanzas: la felicidad. Es importante desasociar este estado de aquello que nos facilita el dinero. Lo cierto es que la relación entre el dinero y el ‘ser feliz’, es limitada y hasta cierto punto efímera.
“El dinero puede adquirir la representación simbólica de la felicidad, pero no sus causas. De hecho, tendríamos que aceptar que el dinero, como tal, no puede comprar la felicidad.”
Alrededor de esta afirmación de Armstrong, podríamos también citar un estudio publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, el cual concluyó que la felicidad reside en las experiencias que acumulamos, en las vivencias, y no en las pertenencias. Y si crees que ciertos objetos o prácticas de consumo podrían proveerte lo que te falta para ser feliz, simplemente analiza la vida de aquellas personas que sí los tienen, y comprobarás que están lejos de ser indispensables para vivir tranquilo.
Sprint final
En conclusión, parece que la clave para relacionarte de manera más sana, y menos preocupante, con tus finanzas, radica en tu mente. Si bien existen, obviamente, los problemas económicos, lo primero es diferenciar estos del resto de estímulos que te generan una preocupación. Lo siguiente es hacer conciencia sobre cómo te relacionas tú con el dinero –idealmente evitando extremos, es decir, no estés peleado con la posibilidad de aumentar tus ingresos, pero tampoco le des prioridad a esto sobre las cosas más importantes de la vida, por ejemplo, las vivencias memorables.
Siempre he pensado que si no eres particularmente ambicioso, entonces la mejor manera de no pensar en dinero es garantizar un ingreso que te permita cubrir tus necesidades básicas y ese par de ‘lujos’ que podrían complementar deliciosamente tu vida (en mi caso viajar y aventurar). Si logras lo anterior, entonces es muy probable que no intentes hacer más dinero del que necesitas para vivir tranquilo, pero tampoco tendrás que preocuparte por cubrir lo esencial.
Si, por el contrario, sientes una marcada inclinación hacia el oro, y hacia la acumulación de bienes, entonces tal vez el mejor consejo sea que dediques unas horas a reflexionar sobre los beneficios que te aporta tal acumulación. Lo más probable es que termines por confirmar que el poseer más de lo ‘necesario’ te genera más preocupaciones que placeres –como en la relación amo-esclavo de Hegel, en la que el verdadero esclavo es el amo, pues mientras este último se dedica a trabajar, el otro no deja de preocuparse por someter nuevos esclavos y evitar que otros amos le sometan.
Para cerrar este texto me gustaría citar una frase de Alejandro Dumas, que en mi opinión resume bien lo que una relación sana con el dinero puede significar: “No estimes el dinero en más ni en menos de lo que vale, porque es un buen siervo y un mal amo.”
Twitter del autor: @paradoxeparadis
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