Los grandes viajeros dicen que lo importante no es el destino final de un viaje, sino el camino que se recorre hasta llegar a él. De igual manera en ciencia tiene tanto valor la senda que se ha seguido hasta obtener un resultado que el resultado en sí mismo. Una llave olvidada me va a servir para exponer este razonamiento.
No sólo el conocimiento es saber, el cómo se alcanza dicho conocimiento y como se decide si éste es legítimo es tan importante como el conocimiento en sí mismo. Así las pruebas recogidas tienen más validez que un argumento de autoridad, la duda es más importante que la creencia y la crítica de los argumentos prevalece sobre las críticas a los autores de los argumentos.
Imaginemos que mi vecino Jose acude a casa proponiéndome un juego: que localice las llaves de su coche, que acaba de dejar en el interior de su domicilio. Tú conoces las llaves, pues las has visto antes, y además sabes que en la casa de tu vecino viven algunos familiares con él. ¿Cómo procederías? Esta es una pregunta normal, ante la que una mente se ha de mover para encontrar respuesta. Pero no todo el mundo procede igual, la respuesta depende mucho del tipo de entrenamiento y cultura que posea. De hecho no todo el mundo ante las preguntas que el propio universo nos plantea (¿cuál es su origen, cómo opera, hacia dónde va?) responde de la misma forma, hay quienes han aceptado unos argumentos de autoridad planteados hace ciento (o miles) de años, mientras que otros buscan las respuestas continuamente con los propios elementos que aparecen en el universo.
Para buscar las llaves hay quien preguntaría a algún familiar de mi vecino. Hay quienes dan mucho valor a la opinión personal, al argumento de autoridad o, y permìteme el término, a una ocurrencia. Basta con que la persona preguntada tenga una cierta credibilidad o diga lo que quieras escuchar (porque se ajuste al sistema de creencias del oyente), para que la respuesta sea dada por válida. Pero el familiar puede equivocarse, ya sea porque mi vecino es un guasón y esta vez haya colocado las llaves en otro lado, o bien porque diga lo primero que se le pasa por la cabeza, sin importarle si es cierto o no. Es por ello que las declaraciones de testigos o los testimonios de observadores deben ser tomados con cautela. Sirven para apoyar conocimientos verificados de alguna otra forma, por sí sólo han de ser puestos en duda.
Con esto no digo que un testimonio, sea oral o escrito, no tenga validez, lo que digo es que se ha de tomar con prudencia. Y sobre todo ese testimonio puede ser el punto de partida de la búsqueda, no aquello que finaliza una investigación. Cuanto más exhaustivo sea el testimonio mejor, ya que permitirá analizar por otras vías toda la información que en él se relata. Y en el momento que los datos obtenidos mediantes evaluaciones más objetivas contradigan el testimonio, éste debería ser puesto en cuarentena, o descartarse.
Entonces, ¿cómo encuentro la llave? Empleando la imaginación seguro que son capaces de establecer un protocolo para encontrar una llave en una casa. No he limitado vuestra capacidad ni el instrumental que podrìan emplear, por lo que seguro que son capaces de establecer mil formas. La vía directa podría ser entrar en la casa y registrarla a fondo, incluso podrìas usar un detector de metales hasta dar con ella. Se puede partir de premisas lógicas para establecer un orden de búsqueda: si mi vecino ha procedido como habitualmente lo hace, lo más seguro es que encontremos la llave en los lugares típicos donde se dejan éstas. Si está de guasa tendremos que dedicar más tiempo en la búsqueda.
Pero al final, y es a donde quiero llegar, si plasmamos en un papel el camino seguido, veremos que hemos establecido un protocolo de actuación, ponderando las acciones, dividiendo entre aquellas que nos darán un resultado directo (el registro de la casa) sobre aquellas que nos darán pistas no definitorias (interrogatorio de los familiares, búsqueda solamente en los sitios típicos donde se dejan las llaves, etc). Junto al protocolo se establece el material que podría ayudar a obtener el resultado. En conjunto hemos establecido mentalmente un protocolo experimental, un mecanismo similar al método científico.
En Perù se suele considerar que una persona es culta cuando posee unos amplios conocimientos.Tradicionalmente el término “culto” está ligado a amplios conocimientos de historia, geografía, literatura o filosofía, dejando de lado aquellos conocimientos de materias científicas tales como geología, matemáticas o biología. De esa forma en nuestro país puede pasar por culto quien no sabe la diferencia entre una bacteria y una proteína, pero jamás entrará en el mundo de los cultos quien no es capaz de entablar debate sobre la obra de Ortega. Junto a esta asimetría, un grave déficit de nuestro sistema educativo (salvo honrosas excepciones) estriba en la preponderancia de los contenidos y del aprendizaje memorístico sobre el método de alcanzar conocimiento. La capacidad de la búsqueda del conocimiento por uno mismo nos hace mejores ciudadanos, ya que nos dota de la capacidad de reflexión y análisis de la información que recibimos tanto de los gobernantes como de los medios de comunicación. Pero de momento la “intelectualidad” de Perù está montada de otra forma, y así nos va.
La ciencia y sus demonios
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