"Lo que queríamos saber es por qué, de manera constante, las personas divulgan información acerca de sí mismas en las conversaciones, por internet, con conocidos o desconocidos, con quien quiera que les escuche", señala la investigadora Diana Tamir, del Departamento de Psicología en la Universidad de Harvard (Massachusetts).
El equipo de Tamir y Jason Mitchel ha puesto a prueba las teorías recientes de que los individuos asignan un elevado valor subjetivo a las oportunidades de comunicar sus pensamientos y sentimientos a otras personas, y de que el hacerlo activa mecanismos neurales y cognitivos asociados con la gratificación.
"La oportunidad de compartir la información sobre sí misma activa las áreas previamente identificadas con la gratificación", resume Tamir. "El hablar de ti misma te hace sentir bien. Nos gusta pensar acerca de nosotras mismas, nos gusta compartir información sobre nosotras mismas".
"Y también sabemos que el no compartir la información, especialmente la emocional, puede tener efectos negativos para la salud", subraya. Los investigadores consideraron cinco estudios, realizados con grupos de 20 y hasta 200 sujetos.
Llamar la atención
Aunque otros primates, en general, no intentan comunicar a sus pares lo que saben (como señalando cosas interesantes o comportamientos para que otros los imiten), ya desde los nueve meses de edad los humanos intentan atraer la atención ajena a aspectos del ambiente que encuentra interesantes, apunta el artículo.
"Y los adultos en todas las sociedades hacen, de manera coherente, intentos de impartir su conocimiento a otros", agrega Tamir, quien explica que para su estudio se combinaron imágenes funcionales por resonancia magnética (fMRI) y métodos cognitivos.
Otras investigaciones anteriores han identificado las áreas del cerebro involucradas en la gratificación, y el equipo de Tamir ha empleado los fMRI al tiempo que los individuos hablaban sobre sus creencias y opiniones o especulaban acerca de las opiniones y creencias de otra persona.
Remuneración
También estos investigadores han recurrido a una versión modificada de experimentos con tareas remuneradas que miden hasta qué punto los sujetos están dispuestos a pagar algo que les gratifica.
En los experimentos originales hechos con animales se ha encontrado, por ejemplo, que los monos eligen entre diferentes cantidades de una gratificación primaria (jugos) y la oportunidad de ver a un macho dominante.
Otros experimentos del mismo tipo hechos con humanos han cuantificado la recompensa asociada con la belleza y el atractivo sexual, midiendo la cantidad de dinero a la que estudiantes universitarios estaban dispuestos a perder a cambio de ver, brevemente, imágenes de miembros atractivos del sexo opuesto.
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