Como si confirmaran lo dicho por varios pensadores antes de los increíbles recursos tecnológicos con que cuentan los científicos contemporáneos, la idea del “multiverso”, los infinitos mundos posibles de Leibniz, va ganando aceptación en la comunidad científica.
El Multiverso, instalación de Leo Villarreal
En la última década se ha difuminado una afirmación extraordinaria que ha cautivado a los cosmólogos alrededor del mundo: que el universo que se expande a nuestro alrededor no es el único que existe, que existen miles de millones de otros universos ahí fuera. No hay un universo, hay un multiverso. En artículos científicos estadounidenses y en libros como el último de Brian Greene, The Hidden Reality, los científicos han hablado de una revolución super-copernicana. Bajo este punto de vista, no sólo es nuestro planeta uno entre billones, sino que incluso nuestro universo es insignificante en la escala cósmica. Es sólo uno de los innumerables universos, cada uno regido por diferentes dimensiones espaciales.
La palabra “multiverso” tiene diferentes significados. Los astrónomos son capaces de observar hasta una distancia de unos 42 millones de años luz de nuestro horizonte visual cósmico. No tenemos ninguna razón para sospechar que el universo se detiene allí. Más allá de que podrían ser muchos, incluso infinitos, dominios muy similares al que podemos observar. Cada uno tiene una diferente distribución inicial de la materia, pero las mismas leyes físicas que operan en el nuestro funcionan en cada uno de ellos. Casi todos los cosmólogos actuales aceptan la idea del multiverso, al que Max Tegmark llama “nivel 1″. Pero algunos van más lejos y sugieren universos completamente distintos, con leyes físicas diferentes e historias diferentes. La mayoría de ellos considerados estériles, aunque algunos otros, llenos de vida. Una de las principales propuestas de el “nivel 2″ del multiverso es de Alexander Vilenkin, que pinta un cuadro dramático de un conjunto infinito de universos con un número infinito de galaxias, un número infinito de planetas y un número infinito de personas con nombre que están leyendo ésta nota.
La noción de que hay universos más allá del nuestro, la idea de que no somos más que un elemento más de una vasta colección de universos llamado multiverso, es altamente especulativa, pero a la vez emocionante y nos llena de humildad. También es una idea que sugiere un enfoque radicalmente nuevo, pero intrínsecamente arriesgado con ciertos problemas científicos.
Una hipótesis del trabajo esencial en las ciencias es que con el ingenio suficiente, la facilidad técnica y el trabajo duro, podemos explicar lo que observamos. El impresionante progreso logrado en los últimos cien años es una prueba de la validez aparente de esta suposición. Pero si somos parte de un multiverso, entonces nuestro universo puede tener propiedades que van más allá de la explicación científica tradicional. He aquí por qué:
Estudios teóricos del multiverso (dentro de la cosmología inflacionaria y el string theory, por ejemplo) sugieren que las propiedades detalladas de los otros universos pueden ser significativamente diferentes de las nuestras. En algunos, las partículas que componen la materia puede tener diferentes masas o cargas eléctricas, en otros, las fuerzas fundamentales pueden diferir en intensidad e incluso la propia estructura del espacio y el tiempo puede ser diferente a todo lo que hemos observado.
En este contexto, la búsqueda de explicaciones fundamentales de las propiedades particulares de nuestro universo —por ejemplo, los puntos de intensidad observados de las fuerzas nucleares y electromagnéticas – adquieren un carácter totalmente diferente. Los puntos de intensidad de estas fuerzas pueden variar de universo a universo y por lo tanto puede ser simplemente una cuestión de suerte que, en nuestro universo, estas fuerzas tienen los puntos de intensidad con los que estamos familiarizados. Incluso más intrigante resulta que podemos imaginar que en los otros universos donde sus fortalezas son diferentes, las condiciones no son hospitalarias para nuestra forma de vida. (Con los puntos de intensidad de fuerza diferentes, los procesos que dan lugar a larga duración de estrellas y de sistemas planetarios estables —en el que la vida se puede formar y evolucionar— fácilmente se puede ver interrumpida) En esta configuración, no habría ninguna explicación profunda de los puntos de intensidad de fuerza observados. En su lugar, nos encontramos a nosotros mismos viviendo en un universo en el que las fuerzas tienen sus propias fortalezas familiares simplemente porque no podrían sobrevivir en ninguna de las otras en las que los puntos de intensidad eran diferentes.
Si es cierto, la idea de un multiverso sería una revolución copernicana realizada en una escala cósmica. Sería un trastorno enriquecedor y sorprendente, pero con consecuencias potencialmente peligrosas. Más allá de la dificultad inherente a la evaluación de su validez ¿Cuándo deberíamos permitir que el marco del multiverso se invoque en lugar de una explicación científica más tradicional? Si esta idea hubiera surgido hace cien años ¿Acaso los investigadores que han revelado misterios de cómo funcionan las cosas en nuestro rincón del multiverso, no hubieran avanzado para descubrir toda la ciencia maravillosa del siglo pasado?
Afortunadamente no es así como la historia de la ciencia se desenvolvió, al menos no en nuestro universo. Pero el punto es manifiesto. Mientras que algunos misterios pueden reflejar nada más que un universo en particular, en el multiverso, nos encontramos habitando, otros misterios que vale la pena luchar por entender porque son el resultado de leyes físicas subyacentes y profundas. Uno de los riesgos de la idea del multiverso, es que los investigadores puedan rendirse demasiado rápido a la búsqueda de esas explicaciones subyacentes. Cuando se enfrentan con las observaciones aparentemente inexplicables, los investigadores podrían invocar el marco del multiverso prematuramente, proclamando algún otro fenómeno o simplemente para reflejar las condiciones de nuestro universo burbuja, así fallando a descubrir el conocimiento más profundo que nos espera.
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