Como recuerdan los autores del estudio en la revista Clinical Psychological Science, los telómeros son los fragmentos de ADN que protegen el final de los cromosomas en los que se empaqueta el material genético, impidiendo que se deterioren. Suelen acortarse con la edad, y lo hacen más rápido si nos exponemos a estresores psicológicos o fisiológicos. Los investigadores asocian los resultados al hecho de que las meditaciones tipo mindfulness, una técnica de atención plena desarrollada en la Universidad de Massachusetts que promueve la atención al momento presente, está asociada con una mayor actividad de la enzima telomerasa, que mantiene a los telómeros “largos”. Por lo tanto, prestar atención al tiempo presente podría tener repercusiones para la salud cuantificables a nivel celular.
Nuestros genes también envejecen |
Las señales químicas que regulan nuestro genoma, conocidas como marcas epigenéticas, se van degradando a lo largo del tiempo, según revela un estudio publicado en PNAS. Dado que estas lesiones epigenéticas son reversibles, se podrían llegar a desarrollar fármacos que aumenten el tiempo de vida.Mientras que el genoma de todas nuestras células permanece intacto a lo largo de nuestra vida, su regulación química varía según envejecemos y en función de las condiciones ambientales. La marca epigenética más frecuente es la metilación, que consiste en la adición de grupos químicos metilo en el ADN.
Los investigadores, del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Barcelona), compararon los epigenomas de las células blancas de la sangre de un recién nacido, de una persona de edad intermedia, y de otra de 103 años. Los resultados revelaron que el epigenoma del individuo de más edad había perdido muchos grupos metilo, encargados de apagar la expresión de genes inapropiados o de activar la expresión de genes protectores. "Extendiendo los resultados a un grupo numeroso de neonatos, individuos situados en el punto medio y nonagenarios o centenarios nos damos cuenta de que se trata de un proceso progresivo en el que cada día que pasa el epigenoma se va torciendo", explica Manel Esteller, uno de los autores. Sin embargo "las lesiones epigenéticas, a diferencia de las genéticas, son reversibles y, por tanto, la modificación de los patrones de la metilación del ADN por cambios dietéticos o por el uso de fármacos podría inducir un aumento del tiempo de vida".
Todavía no sabemos si en el futuro podremos vivir 1.000 años, pero las investigaciones actuales nos están aclarando muchos factores relacionados con el envejecimiento, por lo que el desarrollo de fármacos que aumenten la esperanza de vida podría dejar de ser un sueño de ciencia ficción.
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