La libertad se encuentra, por mucho, entre los problemas filosóficos más añejos, un asunto
que toca la esencia misma del ser humano, de todas las épocas y todos los lugares, sin 
importar que se trate de una persona instruida o una que no ha gozado de este beneficio,
 sin importar que sus inclinaciones sean más matemáticas que artísticas o casi exclusiva-
mente prácticas. En algún momento a cualquiera se le presenta el dilema autorreflexivo
 de si es libre o no, de hasta dónde llega su capacidad de elegir auténticamente, sin
 obedecer a ningún tipo de limitaciones. “L’homme est né libre, et partout il est dans les fers”,
 escribió famosamente Rousseau al inicio de: “El hombre nace libre, pero encadenado por
 todos lados”.
En tiempos recientes esta cuestión ha adquirido un cariz distinto a partir de los hallazgos 
de la neurociencia y el paulatino descubrimiento de los procesos que ocurren en nuestro 
cerebro para aprehender la realidad y todo lo que sucede en esta.
Es cierto, que desde la perspectiva filosófica, ya se ha negado la existencia de la libertad.
 El determi-nismo, por ejemplo, asegura que todo lo que sucede es previsible, por lo que el
albedrío es imposible; el indeterminismo, del lado opuesto, considera que los hechos del
universo son azarosos, siempre, por lo que el albedrío también es imposible; y, por otro lado,
 el libertarismo/compatibilismo cosmológico, que concilia ambas posturas sosteniendo que 
la libertad es lógicamente compatible con la visión determinista del universo.
Sin embargo, para algunos el problema con estas soluciones es que no son tales, sino
simples elucubraciones de la mente, juegos laberínticos cercados por la razón y la lógica 
que comienzan y se consumen en estas.
En este sentido, la neurociencia parece ofrecer la vista a un panorama distinto, no viciado
 por las ilusiones alimentadas por nuestro pensamiento, sujetas a la materialidad de las
 reacciones orgánicas, de las neuronas y los nervios. Si la libertad puede reducirse a un 
algoritmo electroquímico, ¿no sería esta una prueba irrefutable de su existencia? ¿O, en 
caso contrario, de su inexistencia?
Hace algunos años, en la década de los 60, los neurocientíficos alemanes Hans Helmut 
Kornhuber y Lüder Deecke descubrieron un fenómeno al que denominaron
 “bereitschaftspotential”, lo cual puede traducirse como “potencial de disponibilidad”.
Según estos investigadores, antes de una decisión, el cerebro entra en un estado
 especialprevio a la conciencia pero originado en la parte inconsciente de la mente y en 
el cual, efectivamente, suceden procesos cerebrales que, en la época, solo se pudieron 
considerar como el germen de un acto libremente emprendido.
Investigaciones posteriores mostraron que, en promedio, dicho estado anterior a la
 consciencia de un acto tiene una duración aproximada de 0.35 segundos antes de que
 podamos ejercer una suerte de veto cognitivo que detenga dicha acción. Según Benjamin
 Libet, autor de este estudio, esto significa que no tenemos libertad en la medida en que 
no somos conscientes de la realización de un acto, sino solo de la posibilidad de no 
hacerlo.
En épocas más recientes, ahora que se cuenta con recursos como los escáneres de 
resonancia magnética y otros aparatos de investigación cerebral, los estudios al respecto 
han confirmado la existencia de una vasta red neuronal, caracterizada también por su alto
 grado de control, que nos prepara para una decisión antes de que seamos conscientes 
de esta: si la libertad existe, solo es posible encontrarla entre las sombras del inconsciente, 
después, cuando sale a la luz de lo que en realidad advertimos, ya está convertida en otra
 cosa.
Itzhak Fried, por ejemplo, que documentó actividad neuronal 1.5 segundos antes de la 
toma conscientede una decisión, consideró que, “en cierto punto, las cosas que están
 predeterminadas son admitidas en la consciencia”, sugiriendo así que esto, estar 
advertidos de la supuesta libertad con que se decide hacer algo, en realidad es una
cualidad añadida posteriormente y no necesariamente efectiva.
En cuanto a las perspectivas opuestas, también desde la neurociencia, destacan las 
objeciones puestas por algunos científicos como W. R. Klemm, para quien la información 
obtenida en dichos experimentos podría haber sido malinterpretada o las regiones del 
cerebro involucradas en estos procesos —el área motora suplementaria (AMS), la 
pre-AMS y el cingulado motor anterior— tendrían participación únicamente en las acciones 
que involucran movimientos corporales (que fueron los estudiados en las pruebas de 
Kornhuber y Deecke y sus sucesores), por lo cual las conclusiones solo serían válidas para
 las decisiones tomadas en este ámbito. Decisiones de otro tipo tal vez sucedan también 
en otras áreas más avanzadas del cerebro.
Sea como fuere, el dilema está lejos, muy lejos, de ser zanjado. Al final, como pensaba 
Sartre, es posible que la libertad sea, en esencia, una especie de condena dialéctica, 
en la medida en que, decidamos o no, siempre estamos decidiendo.

Con información de io9

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