“Las penas con pan son menos”, afirma el refranero popular. Y las penas planificadas también, debería añadírsele. Eso es al menos lo que cree un grupo de investigadores holandeses cuyo estudio ha sido publicado en Journal of Psychotherapy and Psychosomatics.
Planificar la angustia es útil
Sus pruebas, realizadas con 62 pacientes (y algunos de ellos abandonaron), indican que programar un tiempo determinado para preocuparse por las cuitas y olvidarse de ellas el resto del día ayuda a reducir la ansiedad, el estrés y la depresión. Además, planificar un tiempo para angustiarse puede ayudar a angustiarse menos a largo plazo.
El estudio anima a planear que las penas afloren en un único bloque de 30 minutos al día para enfrentarse a ellas e intentar hacerles frente. El resto del tiempo, mejor dedicarse a otros asuntos. No hay que dedicar ni un minuto más de lo necesario. Tom Borkovec, un profesor de psicología que desarrolló en los años ochenta la terapia de control de estímulos utilizada en este estudio, cree que cuando se le dice a alguien que deje de preocuparse por algo es difícil que siga el consejo. En cambio, si se le dice que posponga esa preocupación para un momento concreto, la persona se vuelve más receptiva. Ya tiene asignado un momento y sabe cómo enfrentarse a él.
En un lado de la balanza hay que poner que la conclusión del estudio no indica un ratio de éxito entre el tiempo que se dedica a pensar sobre los problemas y las soluciones halladas. En otro, que estudios como este fomentan el siempre necesario sosiego. El clásico español “ya lo pensaré mañana” adquiere una nueva dimensión científica. “Y sólo durante 30 minutos”, hay que añadir.
publico
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